domingo, 3 de marzo de 2013

Teorizar la afrodescendencia [1]





La tarea del intelectual, si se permite usar ese calificativo sin ostentación ni prepotencia, consiste en aportar ideas, afinar la lectura y mejorar las comprensiones de los problemas a los que dedica su tiempo, trabajo y esfuerzo profesional. En el caso de quienes, sumados a procesos investigativos, académicos, organizativos y de movilización, apuestan por contribuir a robustecer la reflexividad del movimiento étnico del que se sienten y, efectivamente, hacen parte; esta tarea cubre unas preocupaciones mayores que retan la práctica pretendidamente objetivista de quienes, situados al margen de tal adscripción, estudian la afrodescendencia como un asunto de otros, como una manifestación heterónoma a la cual pueden acercarse como si de objetos de análisis se tratara.


En este trabajo, elaborado inicialmente como un breve manual para la investigación de la afrodescendencia con estudiantes de ciencia política, se parte de una primera evidencia que no solo reta tal postura sino que lleva a la convicción de que pensar desde afuera no es pensar con el otro ni a partir del otro sino pensar al otro; muy en el sentido en que Grosfoguel nos advierte de la existencia de una egopolítica del conocimiento que no solo instaura “el canon de pensamiento del hombre occidental” sino además, y fundamentalmente, se ha dedicado a “estudiar al “otro” como objeto y no como sujeto que produce conocimiento (Grosfoguel 2012, 14).  

Esta claridad lleva a preocuparse no solo por la manera como el otro (es decir nosotros) ha sido estudiado sino además por las formas que ha asumido el discurso con el que se le ha estudiado, habitualmente animando las barreras del pensamiento eurocentrado a partir del cual la universidad y los centros epistémicos disciplinares han trazado rutas explicativas de lo que es, ha sido e - incluso-, podría ser[2].



1.      Ascendencia y descendencia

En el trabajo mayor al que pertenece esta sección, se explora lo que considero constituyen vertientes autónomas de pensamiento y reflexividad propias que, incluso en diálogo con las formas tradicionales de validación de conocimiento y con sus cultores, favorecen la posibilidad de aportar a la construcción de una teoría de la afrodescendencia cuyo centro es el proceso de invención étnica característico de escuelas, tradiciones, enfoques y tendencias articuladas en movimientos, comunidades, organizaciones y liderazgos centrados en leer y entender la afrodescendencia como posibilidad autoenunciativa.

Bajo tal premisa, al inicio de este apartado habría que intentar aportar ideas que den cuenta de la noción de pertenencia étnica, empezando por resituar la comprensión de la ascendencia o descendencia africana, brevemente presenta aquí y más extensa en la versión original. 

Si se acude al diccionario oficial del idioma, pocas luces aparecen para dilucidar el asunto; puesto que con uno u otro término aparecen mixturados elementos genealógicos, históricos e identitarios:

Ascendencia.
1. f. Serie de ascendientes o antecesores de alguien.
2. f. Origen, procedencia de algo.

Descendencia.
(Del lat. descendens, -entis, descendiente).
1. f. Conjunto de hijos, nietos y demás generaciones sucesivas por línea recta descendente.
2. f. Casta, linaje, estirpe.

Visto así, bien valdría lo uno y lo otro para hacer figurar la pertenencia originaria africana de quienes se sienten herederos de tal estirpe; independientemente de si se insiste que en el primer caso se implica subir mientras que en el segundo se alude a bajar. Como hijos, nietos y demás generaciones sucesivas, nuestra herencia es africana. Podría argüirse que lo es igualmente europea e indoamericana: lo que, pese a ser cierto, ya he considerado en otro momento (ver).  Dado que lo que interesa es esclarecer por qué denominarse afrodescendiente, debo advertir que en inglés sólo existe uno (descendent), mientras en castellano existen ambos términos para dar cuenta de las generaciones desde el pasado hacia el presente o desde el presente hasta el pasado. En ultimas, desde abajo y hacia atrás pretendemos celebrar, reivindicar y sustentar la ancestralidad que se reclama para un pueblo o grupo étnico que encuentra evidencias y razones justificadas para sentirse heredero y adscrito a cosmovisiones, tradiciones, formas identitarias, pertenencias culturales y patrimoniales propias, que le emparentan con pueblos y naciones africanas.



Junto al asunto de la etnonimia o de la apropiación de un nombre para sí mismo; aparece el asunto de la propia comprensión, enfrentada a la comprensión del otro. La experiencia íntima de ser un sí mismo frente a otros, capaz de significar por sí mismo y de entenderse en su propia historicidad, cuya lectura no puede hacerse sino en los moldes de la propia identidad, constituye un reto de significativa trascendencia.

En cuanto lo idéntico a sí mismo se expresa y se pone en diálogo con lo que le resulta exterior puede ser reconocido, respetado o aceptado pero también objetivado, mistificado o instrumentalizado en función de una identidad que, universalizada, resiste de mala manera cualquier oposición identitaria. El otro, hecho a nuestra imagen y semejanza, también puede ser entendido contra nuestra imagen y semejanza; es decir doblemente falsificado en procesos de homogeneización tanto como en procesos de sindicación, gestando una hermeneútica del otro (Dosse 2003) que transporta las propias comprensiones hasta la estatura del que, bajo procesos históricos claramente intencionados, resulta roto, fragmentado y corto. Tal doble falsificación inaugura imaginarios, figuraciones y representaciones con las que se instalan dispositivos estéticos y retóricos que modifican al otro y producen una recepción distorsionada de lo que para sí mismo pretende ser, si se me permite abusar del lenguaje de Ricoeur en su fenomenología y estética del lenguaje (Ricoeur 2006, 800), desvinculando el ser del otro de su palabra y, más aun, de su percepción y comprensión.

Así, el africano leído por europeos resulta negro. Mistificado y dicho en los odres categoriales de la vieja Europa, los hijos de África aparecen como el no ser, faltos de mismidad, retóricamente expuestos en la otredad de quien le inventa cosificado como esclavo e inferior. De tal suerte resulta esta mistificación que puede advertirse, sin mayor asombro, que no solo la historia como pretendiera Hegel, sino incluso la razón porta un color que la hace excluyente y quimérica (Chukwudi Eze 2001); una táctica invencional que acude a la riqueza y vitalidad del lenguaje y de la construcción epistémica[3] para nulificar, desconocer y obliterar al otro imposibilitado de decirse a sí mismo a fuerza de no poder torcer los puentes estructurales que construye el poder a lo largo de la historia (Grosfoguel, 2008).

El carácter reverso de esta lectura, construida con la valoración académica y la significación intelectual del propio mundo cultural, rico en diversidad  y matices frente a la universalización homogeneizadora occidental puede llevarnos a entender, como hiciera Anta Diop que “Prometeo, el dios castigado por robar el conocimiento a los dioses y entregárselo a los hombres no era un dios europeo sino africano, no era blanco sino negro” (Diop 2012); como quiera que las narraciones, historias y relatos que animan nuestro imaginario resultan producto de instalaciones categoriales y conceptuales que legitiman una comprensión sociohistórica determinada (blanqueada y occidentalizada) en la que no cabe siquiera pensar que la misma es el producto de viajes, préstamos y robos de aquellos instrumentalmente vendidos como incapaces de tales formas de pensamiento.

Así, puede pensarse que cuando Kant comenta que "este tipo era bastante negro de arriba abajo, una clara prueba de que lo que dijo era estúpido", reproduce y alienta una comprensión exotizada y ridícula del otro; imaginario que toma cuerpo y se escenifica en una dinámica de producción de conocimiento denominada por Grosfoguel egopolítica. Bajo tal categoría, advertimos que el pensamiento toma cuerpo; no sólo porque el cuerpo del otro resulte dicho sino además porque lo dicho se encarna en una exaltación victoriosa del propio cuerpo, estableciendo relaciones corporeizadas que se racionalizan, se naturalizan e incluso resultan esencializadas al incorporar formas de saber disciplinariamente instrumententalizadas que contribuyen a producir y reproducir tal ficción en disciplinas fisiográficas como la biología, la antropología y la geografía por largo tiempo[4].

Para teorizar la pertenencia afrodescendiente se precisará entonces romper con una tradición enunciativa que reduce y minimiza los aportes históricos, sociales, políticos y culturales que, afincados en África, han sido negados y vilipendiados; mientras constituyen un estandarte intelectual disponible para quienes valiéndose de las herramientas de producción y validación de conocimiento disponibles, esperan aportar comprensiones e imaginaciones nutricias de tal pertenencia.

3.      Criterios disciplinares para valorar la producción académica afrodescendiente

En el contexto de los debates y enfrentamientos por la construcción epistémica de la universidad y los discursos académicos nacidos del contagio y aproximación disciplinar, quienes apuntamos a aportar a la edición y reedición te teoría política en contextos de significación étnica (y quienes lo hacen bajo otras consideraciones, igualmente) nos vemos avocados a entender que trabajamos con lo que Ruth Grant denomina una experiencia educativa que recuerda la experiencia religiosa. En sus palabras, “una educación de este tipo es posible sólo a través del encuentro y el estudio de los grandes productos de la imaginación humana” (Grant 2011, 12).  Bajo esta premisa, las nociones de libertad, igualdad, inclusión o diferencia, entre las muchas otras a las que acudimos para adelantar el trabajo teórico, conllevan la dificultad de advertir que, no existentes en la realidad, proceden del universo imaginativo o, más aun, figurativo con el que representamos el mundo dado y el porvenir.

Sin embargo, ello no hace indeseable o innecesario nuestra tarea ni la reconstrucción categorial; mucho más porque con estos materiales opera la edificación del mundo o, dicho de otro modo, la intervención en la realidad empírica; propuesta, argumentada, diseñada y operada por fuerzas efectivamente presentes en tal oficiosidad.

Planteado así, lo que se hace evidente es que debemos poner tales estudios en situación: nos encontramos ante un doble juego político que, de un lado anima la actuación intelectual al servicio del discurso mercantil, comercial, financiero y productivo, ferozmente defendido e instrumentalizado por quienes ostentan posiciones de poder; mientras del otro lado emerge, se sostiene y batalla un discurso emancipatorio, solidario y comunalista que todavía puede ser denominado humanista; para el que saber, tener y poder no sonbienes atesorables sino herramientas para reconstruir el mundo a la medida del ser humano.

Ante nosotros emerge entonces el reto de sostener argumentalmente el mundo tal como se lo conoce o producir nuevas comprensiones que, incluso y decididamente, apuesten a su transformación. Enfrentados estos ejércitos de intelectuales, acuden a métodos interpretativos e históricos (…)(que) dan lugar a un tipo de “religión” secular en la que los miembros de sectas interpretativas en competencia generan comentarios parciales acerca de los textos “sagrados” del “canon” (Grant 2011, 12). A la misma mesa (Arcos Rivas 2011) o en mesas separadas  (Almond 1999), las y los cultores de las disciplinas sociales se instalan en uno u otro ejercito; llevando al campo de batalla de lo social y político las banderas de su imaginación, esperando vencer, diezmar o, por lo menos, salir indemnes de la confrontación intelectual.

De esa manera, resulta cierto y necesario afirmar que quienes acceden a niveles formativos y responsabilidades institucionales involucradas en el entendimiento de la afrodescendencia deberían comprender la tarea investigativa y académica como parte de una actividad intelectual en la que sus cultores apuntan a instalar dispositivos conceptuales y categoriales que contribuyen a la puesta en situación de la condición étnica, sus dinámicas, dilemas, retos y posibilidades; independientemente de si se hace parte de las comunidades, organizaciones o procesos que identifican el movimiento de un pueblo o grupo étnico.

En tal empresa, al menos cuatro criterios deberían ser cuidados en la tarea intelectual:

a.      Fortalecer la afrodescendencia en el estatus disciplinar

Tal como afirma Grant, “La ciencia es una empresa creativa” (Grant 2011, 13); por lo mismo, su valor no consiste en llegar a verdades, entelequias o mentefactos ni producir artefactos y herramientas sino en construir sentidos; y aportar a la significación y comprensión del mundo humano; tanto en ciencias naturales como en las sociales.

Dado que la afrodescendencia se vive y se reclama, el trabajo intelectual debería contribuir a instalarla vigorosamente al interior de las disciplinas sociales; aportando coherencia, comprensibilidad y calidad estética a su análisis, presentación y defensa en los diferentes escenarios deliberativos con los que se construyen comunidades académicas y de indagación científica.

De la misma manera, habría que afanarse en validar y sopesar entre diversas perspectivas y enfoques que animan la construcción teórica, de modo que el trato con los problemas en torno a la afrodescendencia nos permita arrumbar formas proposicionales, prácticas inferenciales y metodologías cuya implementación poco o nada aporta a la comprensión de los mismos, a la definición de marcos de actuación institucional o a la adopción de políticas públicas que, pese a estar en boga o resulten disponibles, no aporten e incluso impidan la transformación de las condiciones de existencia reales de comunidades e individuos.

Por ejemplo, entre universalismo multicultural y relativismo cultural, crece un desencuentro tan inmenso como el más elevado de los muros construidos hasta ahora  para separar a los seres humanos. Uno y otro son ofertados como alternativas únicas y excluyentes, sin posibilidad alguna de negociación. Sin embargo, considero que en el trabajo de teorización étnica deberíamos enfrentar tal dicotomía con mayor originalidad, apostándole a restituir la significación de la identidad más allá de subsumirla en códigos constitucionales o reglas de juego en las que el otro existe encapsulado y mimetizado en la propia comprensión. 

Apostarle a la invención étnica como categoría de significación política en la que los miembros de una colectividad definen para sí mismos el contenido de su especificidad y se agendan de manera autónoma frente a los embates de la civilidad y la institucionalización parece razonable.

b.      Asegurarse de contar con un buen blindaje ideológico

La tarea de investigación y análisis en ciencias sociales no está exenta de constituirse en una labor altamente especulativa e incluso acrítica. Ante los reclamos de no valoratividad que animan la producción de ciencias sociales bajo el modelo positivista y en la instalación del conductismo como la perspectiva dominante en ciencia política; debe advertirse que la valoratividad siempre será una opción. Contra ella surten alternativas epistémicas y maneras de corrección en el diseño categorial que llevan a pensar por cuáles salvaguardas ofrece el académico o el investigador ante la práctica de instrumentalización ideológica que, en todos los casos, resultará seductora.

Sea que se instale en el liberalismo, que tenga militancias marxistas o que pretenda situarse imparcialmente en un eufemístico centro entre izquierdas y derechas, será necesario proveerse de herramientas intelectuales que lleven a producir un blindaje ideológico en el intelectual dedicado al estudio de la afrodescedencia.

Al momento de tratar con asuntos como la discriminación, el racismo o el blanqueamiento, una pésima formación disciplinar puede llevarle a obviar, suponer, eludir o juzgar prejuiciosamente asuntos cuyo contenido y tramitación académica puede llevarle a espejismos o a confundir un encallamiento con el arribo a tierra firme.

Sin embargo, pese a la alerta frente a la carga valorativa e ideológica que podría conllevar el trabajo de estudio en ciencias sociales, resulta necesario arriesgarse a proponer claves de lectura de los asuntos bajo análisis, considerando incluso que el mismo puede resultar provisorio, presentar dejos discutibles y requiebres disputables; tal como ocurre con cualquiera otro de los asuntos a los que las disciplinas sociales se aproximan.

c.       Perseverar en la renuencia especulativa

Al igual que con las reservas ideológicas; en el trabajo de investigación social siempre será posible “discursear” sin mayor respeto por los hechos y contenidos vividos con los que, finalmente, se trabaja en estas disciplinas. Por ello, dado que el quehacer de los intelectuales y académicos no es ingenuo o inocente, se precisa el revelamiento de sus intencionalidades. 

La tarea de las y los intelectuales apostados a trabajar para construir con comunidades, organizaciones y procesos, escuchando su voz, advirtiendo sobre la historia, enseñando sobre los procesos, interpretando las experiencias acumuladas, contribuyendo a esclarecer las elecciones y expectativas tras los rumbos de acción y oficiando de traductores para proveerles de mejores argumentaciones, caracterizaciones de los actores, comprensiones de los escenarios y anticipando rumbos actuacionales característicos de un movimiento étnico hace que, más allá de una relación funcional u organicista, contribuyan a significar e identificar a tal movimiento como académicos e investigadores; mucho más cuando tales académicos e intelectuales no tienen que ser, necesariamente “nuestros” académicos o “nuestras” intelectuales. 

Si “convertirse en un buen crítico requiere cierto conocimiento básico, práctica y oportunidades de comparación entre otras cosas” (Grant 2011, 17), la tarea crítica del investigador y del académico interesado en asuntos políticos consiste entonces en conocer los resortes históricos y culturales que mueven a quienes adscriben a un determinado grupo étnico a operar en lo público su pertenencia identitaria y su ancestralidad, rompiendo con tradiciones prejuiciosas, o susceptibles de ser tildadas por tales; que puedan impedirle alcanzar tal conocimiento.

Evitar y denunciar las fantasmagorías, ideaciones, maquinaciones, mistificaciones e ideologías en cuanto valorativas, ideológicas, carentes de sensibilidad y opacas ante la significación del otro sería un buen criterio de operación al momento de tratar con conceptos, teorías, enfoques y perspectivas analíticas que le estén disponibles.

Entender la afrodescendencia, su configuración histórica, las maneras como ha sido dicha y debatida entre apologistas, pragmáticos, reaccionarios y detractores, las discusiones temáticas y conceptuales que le sean propias y las visiones categoriales y disciplinares con las que haya sido imaginada, absorbida o hipostasiada en las diferentes versiones disciplinares disponibles.

Abusando nuevamente del contenido textual en el artículo de Grant, ya citado, habría que entender que “el estudiar los productos del pensamiento y la imaginación humanos a través de la historia y a lo largo de las diferentes culturas genera un aprecio por la inmensidad de los logros, pero también implica el reconocimiento de los límites del entendimiento y las capacidades humanas (…)porque lo que motiva la investigación es la crítica de los marcos conceptuales existentes como insuficientes para explicar las situaciones contemporáneas” (Grant 2011, 19)

d.      Apostar al diseño del futuro.

A falta de estándares para la producción de teoría, la renuncia especulativa y el blindaje ideológico deberían contribuir a que la teoría política contribuya insistentemente al diseño del futuro; sin que en ello se impliquen prácticas deterministas, imposibles en las ciencias sociales y, emnos aun, en el estudio de la política.

Seguramente muchas impresiones cotidianas y acumuladas en el tiempo nos lleven a pensar que el mundo humano es ingobernable. (decir por qué) Sin embargo, ello no implica apocarse ante la incertidumbre, palidecer ante los retos del presente ni paralizarse ante el exigente reclamo de futuro o ante la obligación moral y política (que no rentabilística) de diseñar el futuro.

Si bien aportar al conocimiento de los asuntos humanos en ciencias sociales permite sostener la duda sobre la inconveniencia de producir cierres o soluciones terminales a los  asuntos bajo consideración teórica, es necesario afinar y aguzar la capacidad de visión para, en caso de no arribar a puerto, dirigir la nave a donde presumiblemente este se encuentra. Seguramente colón desconociese dónde quedaba aquella tierra de la que tanto había oído hablar; pero le animaba el anhelo de encontrarla dirigiendo sus navíos a donde su imaginación, su entendimiento y su conocimiento del mar le permitieran advertir la novedad de un continente existente sin los viejos ojos de Europa puestos sobre él.

Para un pueblo o grupo étnico; este argumento resulta fundamental, como quiera que su capacidad de inventarse pasa por sopesar lo que ha sido, lo que es y lo que pesa para seguir siendo tal en medio de las turbulentas aguas de la inadecuación, la individuación y la fragmentación tan eficientemente ofertadas bajo el modelo de relacionamiento e interacción voluntarista defendido y comercializado cotidianamente y en buena parte de las agendas académicas occidentalizadas.

Trabajos citados


Almond, Gabriel. Una disciplina segmentada. FCE, 1999.

Arcos Rivas, Arleison. A LA MISMA MESA: Aproximación al diálogo entre Ciencia Política e Historia en el estudio de la afrodescendencia. 7 de agosto de 2011. http://cuestionp.blogspot.com/2011/08/la-misma-mesa-aproximacion-al-dialogo.html.

Chukwudi Eze, Emmanuel. «El color de la razón: las ideas de "raza" en la antropología de Kant.» En Capitalismo y geopolitica del conocimiento, de Walter (comp) Mignolo, 201-251. Ediciones del signo, 2001.

Diop, Sheikh Anta. Naciones negras y cultura. Bellaterra, 2012.
Dosse, François. Michel de Certeau. El caminante herido. Universidad Iberoamericana, 2003.
Grant, Ruth. «Teoría política, ciencia política y política.» Crítica Contemporánea. Revista de Teoría Politica 1, nº 1 (2011): 10-27.
Grosfoguel, Ramón. «Retos de los estudios étnicos en Estados Unidos en el sistema universitario global occidentalizado: entre el multiculturalismo liberal, las políticas identitarias, la colonización de las disciplinas académicas y las epistemologías decoloniales.» Relaciones Internacionales, nº 19 (2012): 13-26.
Ricoeur, Paul. tiempo y narración. 4ª edición en español. Vol. III. Siglo XXI, 2006.







[1] Este aparte pertenece a un proyecto en desarrollo adelantado desde 2011, cuyo título es “entender la afrodescendencia: Tendencias contemporáneas para el estudio y la movilización política”.
[2] Piénsese por ejemplo en cómo el trabajo intelectual en el país apostó por mucho tiempo a ofertar el mestizaje, la hibridación cultural y la desidentificación como evidencias de un creciente, progresivo y deseado blanqueamiento; consistente con el diseño de una única versión de la nacionalidad anhelada por las elites republicanas. En el mismo sentido, cabría la posibilidad de entender bajo esa lógica determinista las dificultades para situar en el país una dinámica incluyente en la concepción del ordenamiento territorial, respetuosa de las particularidades étnicas tras la ocupación histórica del territorio colombiano.
[3] Si es el lenguaje el origen de la desigualdad humana queda entonces por ser demostrado de modo pertinente.  Bajo esta consideración, animada por el pensamiento de Rousseau, la libre naturaleza humana difiere del encadenamiento en un estado de naturaleza bajo el surgimiento del lenguaje como instrumento civilizador.
[4] En el trabajo de Chukwudi Eze se estudian ampliamente los aportes de Kant a la articulación de las relaciones gemelas entre antropología y geografía física. El olvido de la biología en ese trabajo no obedece en realidad a un descuido sino al hecho de que, estudiando al pensador alemán, la biología resulta contenida tanto en el conocimiento sicológico de “lo que la Naturaleza le hace al hombre” tanto como ·lo que podría hacer o debería hacer de sí mismo” al ser animales con historia, liberalidad y costumbres, como afirma Kant en su ensayo de 1775 ‘acerca de las diferentes razas de seres humanos’.

5 comentarios:

  1. yearmeco@gmail.com3 de marzo de 2013, 10:37

    Hermano, me parece muy interesante este escrito. En el marco de la tesis, he escrito mucho al respecto y creo este texto me va a ser muy util para ampliar algunos aspectos.

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  2. Apreciado Yeison. ¡Siempre estoy para el gasto, mi hermano!

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  3. Qué bonito que desde la Ciencia Política se empiecen a abordar este tipo de temas. Más bonito aún saber que sean los mismos politólogos afrodescendientes que lideren esta aproximación teórica. Aunque no es mi énfasis como politólogo aplaudo trabajo como estos. Sin quitarle méritos a su trabajo, qué bueno sería poder hacer algo con mayor profundidad y que se pueda publicar. Saludos.

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    1. José Camilo,
      Gracias por su comentario.
      Como le menciono, este ejercicio es parte de un trabajo mayor que espera ser publicado.

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    2. Qué bien! Me gustaría leerlo

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Gracias por tu comentario.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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