Suele causar
sorpresa a los áulicos del gobierno el que se someta a discusión si interviene
o se acepta su presencia en eventos que,
de suyo, corresponden a las dinámicas propias de movimientos sociales, étnicos o populares. En el ámbito
local, tanto como en el regional y nacional, pareciera que si una figura
gubernamental no da el santo y seña para que se proceda en la realización o
conducción de las cuestiones públicas, al asunto le falta la sacrosanta y consabida
bendición que expresa la voluntad política del gobernante.
Con ello, lo
que se refleja es el influjo que las instituciones políticas y los cargos administrativos han logrado en la
definición de una agenda pública cada vez más gubernamental, en desmedro de la
autonomía de los pueblos y de los públicos organizados; constituyéndose así en una especie de viabilizadores de la actuación colectiva.