Rara vez dejo traslucir en mis
escritos convicciones personales que no haya sopesado y decantado para
asegurarme de contar con un blindaje ideológico suficientemente preciso. Por
esta vez, sin embargo, obviaré hacerlo; informando de ello conscientemente a
quien ha de leerme.
Muchas veces Hugo Chávez dejó de
ser un motivo de optimismo y esperanza para mí. Otras tantas, especialmente
cuando me encontraba con alguno de sus furibundos opositores, su figura y
trascendencia le hacían motivo de mis apetencias ideológicas y mis ansias por
encontrar, entre los gobernantes de América, a quien identificar como heredero
de nuestra tradición libertaria.