Pese a que resulta evidente la inexistencia de un voto étnico en Colombia, los resultados electorales por circunscripción especial afrodescendiente no sólo son vergonzosos sino desalentadores, en la medida en que reflejan la capacidad de captura de tal representación por parte de fuerzas electorales seriamente cuestionadas por su connivencia con actores delincuenciales asociados a la parapolitica en el país, tal como ocurre con Yair Acuña, investigado por la corte suprema y el condenado Juan Carlos Martinez; ambos detrás de la espuria elección de María del Socorro Bustamante y Moisés Orozco Vicuña.
El estado de la representación política del pueblo afrodescendiente en Colombia no podría ser más calamitoso, tal como se constata con los resultados electorales del pasado 9 de marzo. De hecho, el que una sola organización, la fundación Ébano de Colombia, coopte las dos curules por circunscripción especial afrodescendiente en la Cámara de Representantes, no sólo refleja la inmensa capacidad que tienen fuerzas políticas emergentes para controlar familias electorales articuladas a prácticas de clientela; sino que además expresa la ambigüedad y el despelote en la desconfiguración del movimiento étnico afrodescendendiente en el país, en buena medida producto de la capitalización electorera de la adscripción étnica, la insuficiencia de sus procesos organizativos y la inexistencia de instrumentos de coordinación y concertación a su interior, tal como constituye mandato del Congreso de Quibdó bajo el reclamo de una única Autoridad Nacional Afrocolombiana.