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domingo, 10 de mayo de 2015

Profesionalización docente y capitalismo


Los maestros han estado y seguirán estando mal pagados, no sólo a consecuencia del carácter residual con el que se asume su oficio en un sistema que social, política y económicamente toma la escuela como un espacio de socialización semejante o parecido a la casa; en el que la maestra, sujeto altamente representado en número y significación, especialmente en los primeros años formativos, funge como sustituta maternal. Por la misma vía residual, el profesor no es leído como padre (expresión que se reserva a las altas jerarquías epistémicas) sino como un informador instruido. Ambos, prisioneros de representaciones apocadas, resultan no sólo lejanos a la investigación y producción de conocimiento (de ahí la contradicción social, profesional y salarial entre maestro de escuela y profesor universitario) sino altamente dependientes de discursos preformateados respecto de su oficio, su contenido y las expectativas sociales sobre su quehaer.

sábado, 14 de mayo de 2011

El alma contra el ESMAD

 “Fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo” 

Proverbios 27:6 

El alma está herida; en una profundidad que espanta. Frente a nosotros, cada día el alma expone sus heridas sin que sus amigos logren contagiar su fidelidad. De hecho, son cada vez más quienes la hieren, quienes incluso firman cartas de adhesión en respaldo a la violencia simbólica que se expresa vestida de negro en cada puerta por la que, antes, se entraba para hacer universitas. Mientras tanto, como besos del enemigo, la indolencia carcome, lacera y se expresa en la pasividad e inacción con la que las directivas de la universidad, profesores, estudiantes, trabajadores y egresados dejamos que los eventos simplemente ocurran sin atrevernos a parar en serio los atropellos contra la Universidad; a protestar con ganas y enfrentar con osadía la triste hora que hiere al alma. 

El alma no es un edificio; llora con los gases lacrimógenos y se espanta con el barullo de las papas bombas: “Alrededor de la una y treinta de la tarde encapuchados cruzaron la Facultad de Ingeniería con dirección a Barranquilla y empezaron a sonar las ‘papas bomba’. En cuestión de minutos había una gran concentración de personas en la plazoleta Barrientos, se veía el humo y se sentían los gases lacrimógenos”, afirma un comunicado del 12 de mayo en el portal de la Universidad; nuevamente la ambigüedad en el manejo de la información de la Universidad: Siendo ambos indeseables, ¿desde cuándo las papas bombas y los gases lacrimógenos producen los mismos efectos? 

El alma se siente amenazada. Ni siquiera en el metro podrán sentirse seguros los universitarios, pues hasta allá extendieron el garrotazo, contando con que la cultura metro no produciría siquiera una nota de protesta, tal como ha ocurrido hasta hoy (Ver video). Como el profeta y el sacerdote, el alma vaga sin sentido sobre la faz de la tierra; sin piso fijo ni ideas ciertas. Es cierto que no hay fórmulas mágicas; pero si alguna alternativa resulta posible, no provendrá del celo mañoso y antipático con el que el gobernador de Antioquia alimenta, con altos costos, a la jauría que mantiene en las puertas de la Universidad, lista para atacar a cualquiera; como si los problemas de la universidad se resolvieran descargando la rabia lascivamente en gases lacrimógenos y bolillazos a la siniestra, para lo que son muy diestros. 

El alma no cree que haya que cerrar la universidad. Por el contrario, cree que la universidad debe permanecer abierta y pública de maneras mucho más creativas; para empezar, retirando al ESMAD de las porterías, promoviendo espacios en los que la universitas resulte posible, concitando el interés de todos los que pagamos impuestos y aportamos a la realización de su misión pública. La presencia del ESMAD en las puertas de la Universidad es peligrosa; incita a la violencia y acostumbra a pensar no en el orden y la seguridad, pues ese cuerpo no está diseñado para eso; sino en la agitación, en el jaleo, en la pelea. 

Para el alma, la presencia del ESMAD no es disuasiva. A quienes alegan que al interior de la Universidad hay gente que daña y agrede, que rompe e incendia, que intimida y amenaza, el alma les exige que los identifique y los procese judicialmente. Pero para eso tampoco está diseñado el ESMAD, cuya presencia invasiva genera un ambiente de alerta innecesario; promueve el malestar, incrementa la incomodidad con la acción policial. Las cinco incursiones violentas del ESMAD en la Universidad sólo han dejado la sensación de que el poder corrompe: Agresiones físicas, hostigamiento, acoso, balas de goma y granadas de aturdimiento no parecen ser sinónimos de seguridad. Si bien a la Policía le pagamos para que haga su tarea, no parece que esta consista en presionar la animalidad de lado y lado sino, como bien menciona el profesor Francisco Cortés en un reciente escrito, en fomentar la educación política contra la decadencia de la Universidad. 

Sin embargo, contra las prácticas decadentes no parece suficiente la apelación a la razón ni que esta pueda manifestarse creativamente; al menos no esa para la que la instrumentación de dispositivos de fuerza y sistema carcelarios resultan eficaces por sí solos. Habrá que acudir entonces a consideraciones novedosas sobre lo público, a la vinculación de más públicos en el debate por la propiedad de la Universidad, de su quehacer y su saber; de manera que el alma de la Universidad tome sentido. 

El alma no es el ESMAD. 
El alma, errante y lastimera nos llama; nos reclama… 

sábado, 23 de abril de 2011

LAS CONSIGNAS


Hemos construido el sueño
del mundo, la creación,
con dichos; sea tu empeño
rehacer la construcción
Miguel de Unamuno

Construidas en medio de la agitación o redactadas en la serenidad de la noche; finamente elaboradas por creativos pensadores o articuladas con trozos doctrinales, las consignas evidencian el contenido manifiesto de la protesta y acompañan la movilización como un celoso guardián de ideales y aspiraciones.
 
Una historia de la represión podría llevarnos a pensar que las consignas nacieron en la ideación de viejos mecanismos de control de la opinión pública: ¡Crucifícale, crucifícale!, gritaban en Jerusalén, aupados por los dueños del templo, los mismos que tiempo atrás llenaron las calles para saludar al rey de los judíos. En épocas más recientes, el militarismo al frente del gobierno, instalaba el sometimiento y la censura periodística “bajo las consignas del Poder Público”, las cuales constituían “órdenes dictadas todos los días a los periódicos sobre los aspectos más variados de su labor. O bien se referían a cuestiones de fondo (temas y argumentos de los que no se podía informar o de los que había que informar obligatoriamente), o bien a aspectos de presentación de las noticias (…), o bien a detalles de la actividad misma de los periódicos” (Sinova 2006, 191).

sábado, 2 de abril de 2011

El jaleo del oprimido

¿A dónde quieren llevar al negro? 
miren que el negro se está cansando 
que todo el mundo le va jalando 
como si fuera él un maniquí 
Ñico Saquito


Para mucha gente la escuela; básica, media o superior, debería entenderse como un receptáculo de las políticas hegemónicas instaladas como válidas por una élite ilustrada que, como clase, impone con relativo éxito su particular mentalidad respecto del Estado y sus funciones a las diferentes fuerzas sociales. En ese modelo, la escuela se convierte en un ejercicio de dictado magnificado por el impacto que tiene la escolaridad puesta al servicio de la empresa y de las faenas laboriosas en el modelo de economía en el que las fuerzas productivas cumplen la misión de dar valor al capital y operan en torno a su entronización. 


sábado, 2 de octubre de 2010

¿Está usted de acuerdo y se compromete?

"Mucha gente habla, dentro y fuera de la universidad, de los fantasmas setentudos que rondan sus patios interiores. Sin embargo, parece que las cruces esvásticas con sus espectros ceremoniales no faltan entre sus sombras"


Jaime Rafael Nieto López

Columna Universidad de Antioquia: Verbo y cuchillo


Más allá de todo dolor, nuestra universidad permanece viciosamente cerrada.


Las circunstancias que han llevado al Consejo Académico a 'recomendar' el actual cierre nos dejan el sinsabor de la intolerancia en los eventos del 15 de septiembre, la indiferencia de la mayoría de las y los antioqueños y antioqueñas por su Alma Mater y la impaciencia de los que creemos que una universidad vacía, en silencio y de puertas bloqueadas es una negativa a reconocerla plural, diversa y pública; con lo que se visibiliza el que en la universidad se vienen enfrentando dos modelos culturales disimiles que aun no encuentran alternativas creíbles para un acercamiento dialéctico: Uno, el que la pretende al servicio de la empresa privada, contratada y ordenada para producir y sostener el mundo tal cual está. Otro, el que se reviste de nostalgia para resistir, contra todo pronóstico, los fuertes vendavales del autoritarismo y la verdad única.

Para los seguidores del primer modelo, la universidad cumple un papel valioso en torno a su misión de promover el saber, la ciencia y la tecnología; sin mayor deliberación respecto de a que modelo societal aporta, pues tales construcciones resultan funcionales al dinamismo del sistema capitalista imperante. Por esto, para muchos de ellos lo que ocurre en la universidad no es sino la cooptación de sus espacios y de los ingenuos muchachos tirapiedra por las bandas delincuenciales y los narcotraficantes de la ciudad, promotores del desorden, la venta de drogas, el tráfico ilícito de libros y películas y las ventas informales; situaciones para las que resulta suficiente con irrumpir a la fuerza en el Alma universitaria, bloquear el ingreso de los disfuncionales y promover, como alternativa conciliatoria, una campaña que, aunque bien intencionada, no satisface el tratamiento integral de las complicaciones presentes en este resguardo de la diversidad ni garantiza que, una vez ordenen reabrir sus puertas, la universidad discuta con calma y sosiego sus diferencias y provoque la unidad de los diversos.


Para los que se oponen a meterlo todo en el mismo saco, los del segundo modelo, la universidad es un proyecto societal en el que las lecturas alternativas y la producción del consenso en torno a su misión y sus obligaciones no se reducen a la enunciación criminal de las situaciones que en ella se escenifican ni al encumbramiento de dicho espacio por sobre los problemas cotidianos y estructurales del país, como si los mismos no fueran en ella sino motivo de ejemplo en las diferentes cátedras, anticipaciones nocionales de un mundo aciago por venir. Situados en esta orilla, lo que pasa hoy con la universidad resume las feroces tensiones sociales y políticas que polarizan a unos y otros en el país por la disputa territorial, la inacción estatal, la tolerancia criminal, la connivencia con la ilegalidad, la arbitrariedad policial, el autoritarismo gubernamental, la pasividad societal, la negación y ocultamiento del otro, el cerramiento de lo público, la erosión de lo colectivo, la prisión de la individualidad, los gritos de unanimismo, las batallas de los resistentes, la precariedad en el ingreso, la carencia de alternativas laborales dignas, el desempleo y el incremento de la delincuencia y la criminalidad.

Ante el tamaño de tal desencuentro, la universidad tiene razón al preguntarse si su funcionamiento debe blindarse de prácticas ilegales y ventas informales, tanto como motivar a sus integrantes a comprometerse con el respeto de los principios de liberta de expresión, de investigación, de enseñanza y aprendizaje, rechazando todas las formas que impliquen su vulneración. También por ello la universidad debe ser construida sin ninguna forma de violencia, amenaza o intimidación; ni la del estado ni la de los ciudadanos ni la de los múltiples actores armados y autoritarios oficiales y extraoficiales. Sin lugar a dudas la universidad no puede ser un espacio para promover el tráfico, expendio y consumo de estupefacientes ni debería convertirse en un emporio de ilegalidad.

A todo ello debemos responder sí, con total claridad y sin vacilación; pero, de igual manera, debemos generar las condiciones para consultar y responder si estamos de acuerdo y nos comprometemos a conservar pública la universidad de las y los antioqueños; si en ella opinar y protestar pueden ser considerados o no delitos; si para enfrentar sus problemas el Gobernador y sus cuadros directivos pueden acudir o tolerar la vulneración de sus estatutos y su autonomía, cuando se quiera y por lo que se quiera; si se deben revisar los estamentos estudiantiles para garantizar una mayor vinculación de tal colectivo en las decisiones de importancia;si la universidad debe ponerse al servicio de un proyecto político alternativo que promueva la incidencia ciudadana y la participación; si para cumplir sus objetivos misionales resulta posible que la universidad se venda a postores que constriñan su independencia; si puede darse el lujo la universidad de las y los antioqueños de dejar por fuera de sus aulas a tanta gente cada semestre, sin que aparezcan en el horizonte alternativas más responsables que garanticen el derecho a la educación de quienes no pueden costearlo en universidades privadas.

Seguramente son más las preguntas que deban hacerse a ambos mundos de la vida universitaria; no con la intención de exacerbar sus diferencias sino en el propósito de gestar un modelo de universidad que geste un nuevo país; uno en el que se pueda estar de lado y lado en una mesa en la que la muerte no ronda; en el que se garantice un circuito digno que vincule el estudio, el empleo y el bienestar; en el que la seguridad no signifique la eliminación del opositor ni la connivencia conveniente. Un país en el que, finalmente, la universidad esté a su servicio; no con sus vicios.

sábado, 25 de septiembre de 2010

El problema


¿El problema será que en el Aeropuerto 'vuelan' personas que consumen drogas y jíbaros que las venden?

¿El problema será que hay venteros ambulantes; muchos de ellos estudiantes que se autoemplean?

¿El problema será que la policía debe hacer su trabajo fuera de la universidad; antes de que los delitos se cometan en la universidad?

¿El problema será que se democise marihuana o cocaina en los alrededores de la Universidad y que los narcóticos giran alrededor del claustro antioqueño?

¿El problema será que denominar olla a la Universidad de Antioquia le resulta rentable a algunos?

¿El problema será que el ESMAD necesita una sede cómoda, amplia y bien ventilada como la ciudadela universitaria?

¿El problema será la miopía de los que quieren creer que la Universidad es "una de las plazas de vicio más rentables de la ciudad, si no la más"?

¿El problema será que en la Universidad vendan libros y cd que desconocen derechos de autor?

¿El problema será que, de tanto en tanto, aparezcan encapuchados en medio de una manifestación?

¿El problema será que a la Universidad ingresan extraños?

¿El problema será que la Universidad puede ser cerrada y ni nos inmutamos?

¿El problema será que se cree que una universidad pública cerrada genera orden y seguridad?

¿El problema será que toda forma de protesta tenga que ser contenida y socavada?

¿El problema será que hemos perdido la capacidad de pensar históricamente los problemas de nuestro tiempo?

¿El problema será que la libertad vive entre dilemas irresolubles?

¿El problema será que el proyecto de universidad escrito por el empresariado difícilmente puede producir una sociedad bien ordenada?

¿El problema será que la Universidad Pública no es, simplemente, un bastión mercantilista?Añadir imagen

¿El problema será que una Universidad militarizada no piensa ni deja pensar?

El problema como canta Silvio Rodriguez, "no es despeñarse en abismos de ensueño porque hoy no llegó al futuro sangrado de ayer.El problema no es que el tiempo sentencie extravío cuando hay juventudes soñando desvíos.El problema no es darle un hacha al dolor y hacer leña con todo y la palma. El problema vital es el alma. El problema es de resurrección. El problema, señor,será siempre sembrar amor".

domingo, 19 de septiembre de 2010

¿Proscribir la protesta? Un necesario adiós al siglo XX



“Un no como una casa, grande como una casa,

Donde un día podamos alojar nuestros sueños"



Armando Tejada Gómez


No son pocas las evidencias de que los logros de la humanidad en el siglo XX, impresionantes por su enorme desarrollo tecnológico e instrumental, palidecen en la precariedad del desarrollo humano alcanzado. Los altos índices de pobreza, vida en miseria, violencia, exportación de la guerra, tráfico y consumo de armas, persistencia de esclavitudes, negación de derechos en condición heredable; entre tantos otros males de nuestro tiempo, nos persuaden de ello y nos exigen, hoy más que nunca, reclamar un mundo posible frente a l defensa resignada del presente. De manera especial hoy, la satanización de la protesta como alternativa en la deliberación pública resulta siendo uno de los peores inventos sociales del siglo XX, por la que se hace coincidir la impotencia y la incapacidad para transformar la vida concreta de seres humanos en aldeas, ciudades y naciones con un modelo relacional y político en el que la contienda ideológica y la movilización que cuestionan tal estado de cosas resulta proscrito.


Protestar, esa actividad por la que los individuos y colectivos lanzan sus ideas en lo público puño en alto, voz en grito y pie marchando, ha venido a convertirse en un crimen contra el orden, la serenidad, la quietud, la pasividad de quienes piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles o, por lo menos, en el que nos tocó vivir con resignación. La lectura gelatinosa de nuestro tiempo deja entonces el sinsabor de la derrota imaginativa, de la precariedad del pensamiento, de la erosión de la creatividad de un lado y del otro, si se mira cómodamente desde un supuesto centro en el que se quiere que todos quepan, siendo que no pueden.


Para quienes la protesta es perversa, molesta e incluso criminal, resulta provechoso que se extienda la presencia policial y el control institucional hasta el último recodo de libertad, incluidas las universidades públicas; que se privaticen los servicios públicos, que las calles sean limpiadas de “esa gente indeseable”, que el pensamiento sea único y que el mundo no exprese más tensiones que las nacidas de acostumbrarnos a vivir en él tal como es, prisioneros del encantamiento y la exultación absurda que, hay que decirlo, esconde las graves fisuras sociales, políticas y económicas de nuestras naciones.


Para quienes, por lo contrario, no terminamos por aceptar que las cosas son como son, que la controversia resulta fundamental para aventurarnos a soñar, pensar y crear nuevos mundos, distintos, alternativos, otros; la protesta se constituye en un referente simbólico y actuacional que reclama la ampliación de las fronteras de nuestro tiempo, el desvertebramiento de la quietud, el protagonismo de la acción y del actor. Desde esta orilla, pesimista, según sus críticos; proscribir la protesta atenta contra la infatigable capacidad humana para generar formas alternativas de hacer nuestro al mundo que vivimos y al que no basta, simplemente, padecerlo.


Tal como un pensador latinoamericano, José Carlos Mariategui, escribiese hace algunas décadas, “los que no nos contentamos con la mediocridad, los que menos aún nos conformamos con la injusticia, somos frecuentemente designados como pesimistas. Pero, en verdad, el pesimismo domina mucho menos nuestro espíritu que el optimismo. No creemos que el mundo deba ser fatal y eternamente como es. Creemos que puede y debe ser mejor. El optimismo que rechazamos es el fácil y perezoso optimismo de los que piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles”.


Nuestro mundo puede y debe ser mejor. Por ello no resulta creíble que se pueda proscribir la movilización de quienes, en espacios privilegiados para ello como la universidad, se visibilizan y movilizan arriesgando incluso su vida para decir lo distinto, para proponer nuevos modelos de negociación y participación, en los que quepa el disenso y la alternativa. Expresiones arrogantes y autoritarias como la del Gobernador de Antioquia o manifestaciones hostiles como la intrusión del ESMAD para “contener” una manifestación desarmada y pacífica de las y los estudiantes de la Universidad de Antioquia dentro de dicho claustro, se convierten en atentados inciertos contra la palabra y el poder combativo del discurso. 


Para quienes afirmamos y enseñamos que la democracia no es un espantapájaros al servicio de los bribones, resulta de suma importancia reconocer que su construcción y su fortalecimiento nacen de un ejercicio radical por dejar de lado las armas, las del Estado y las de los ciudadanos; para concentrar los esfuerzos en el debate; aun en condiciones de denuncia, rebeldía y beligerancia. Para quienes confunden el poder con las funciones de control y represión en manos del Estado y los gobernantes, resulta imposible entender otras razones que las del encantamiento y la domesticación. Por ello se pontifica y se maldice a quienes, sin poder según se cree, acuden a la protesta ciudadana como el instrumento para gestar condiciones de interlocución creíbles. 


Negar entonces que la democracia consista en disciplinar a los ciudadanos y en desatar la furia del gobernante, resulta necesario; mucho más cuando las autoridades oficiales aspiran a desinstalar la protesta como un instrumento ciudadano válido. Desconocer que en los espacios públicos como el universitario se puede protestar y que ello es sano para la democracia, es aspirar a un mundo único y homogeneizado, en el que lo diverso fácilmente se califica como terrorista; sobrada razón para pensar que, definitivamente, falta un adiós rotundo al domesticado siglo XX.
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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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