domingo, 12 de octubre de 2014

Los macheteros de Sanpachito


Una extraña forma de fronterización y control poblacional está emergiendo en las celebraciones y concentraciones multitudinarias del pueblo afrodescendiente en Medellín, que no solo pone de presente la debilidad en los procesos de transmisión y transformación valorativa entre generaciones pertenecientes a este grupo de adscripción sino además revela las dinámicas de connivencia policial con formas desreguladas de producir orden y sostener el desorden en la ciudad: luego de caracterizarse por años como espacios en los que no se presentaban significativos brotes de violencia, hoy las prácticas delincuenciales rabiosamente expresadas blandiendo machetes en público parecieran poner intencionalmente en riesgo las manifestaciones masivas de la afrodescendencia en la ciudad; tal como ocurrió esta vez en el Festival de San Pacho en esta ciudad.

Como una expresión celebrativa del jolgorio, la alegría y la plasticidad trascendente de la religiosidad que se recogen en las tradiciones festivas y carnavalescas del pueblo afrodescendiente en Colombia[1], el festival votivo a Francisco de Asís, santo patrono de Quibdó celebrado así desde 1926[2], ha sido adoptado por los principales barrios de esa ciudad como las fiestas de San Pacho; concentrando el grueso de sus actividades bajo una estricta asignación territorial de la que participan los barrios más emblemáticos de la capital del Departamento del Chocó, quedándose por fuera de dicho arreglo consuetudinario aquellos barrios y asentamientos que no han logrado incorporarse con suficiente fuerza a esta congregación complejamente devocional, amplificada ahora bajo la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Más allá de las fronteras geográficas y décadas después de su instalación entre sus tradiciones apropiadas, las fiestas de San Pacho han seguido el paso migratorio de los habitantes del Chocó y sus familias por buena parte del país; especialmente en Medellín, ciudad en la que desde hace 19 años y, por iniciativa de colectivos de maestros congregados en la Asociación Intercultural Colombia Diversa (Aicold), se replicó un desfile con tal intencionalidad memorable, que año tras año ha concitado el interés y participación multitudinaria de la población afrodescendiente nacida, residenciada o avenida en la ciudad[3].

En las originales fiestas quibdoseñas, la profusión decorativa de los disfraces, carrozas, comparsas barriales, adornos de calles y arcos constituyen signos de distinción de tamaña trascendencia que, más allá de los rituales religiosos, enfrentan a los diferentes comités organizadores en una competencia franca y abierta por hacerse al reconocimiento como los que de mejor manera se preparan para lucirse con los preparativos de la celebración; sin que nuevos barrios hayan logrado incorporarse en los recorridos diarios previamente distribuidos empezando el 22 de septiembre en el Tomas Pérez y cerrando el 2 de octubre en Alameda Reyes.

El rápido y sorpresivo crecimiento demográfico de la capital del departamento chocoano, estimulado en buena medida por el conflicto armado, ha provocado el nacimiento de nuevos barrios y asentamientos que no solo profundizan los indicadores de desprotección poblacional sino además radicalizan la tensión entre los barrios integrados al ya de por sí limitado nivel de desarrollo en la ciudad y los que, por fuera de este ordenamiento, reclaman su incorporación a la ciudad. En relación con la festividad mencionada, esta situación ha generado brotes de rebeldía, riñas y algunos enfrentamientos promovidos fundamentalmente por jóvenes provenientes de estas concentraciones urbanas doblemente fronterizas al estar precariamente integradas tanto a las dinámicas del ordenamiento y desarrollo territorial como a las prácticas de ciudad entre las cuales “el San Pacho” resulta de incomparable magnitud[4]

Si bien es cierto que tales dinámicas poblacionales que siguen el ritmo y la intensidad del conflicto armado y las expresiones del narcotráfico asentadas ahora en Quibdó de ninguna manera pueden confundirse con lo que expresa esta fiesta multitudinaria; resulta sintomático que se acentúen las expresiones de violencia juvenil en medio de la misma, trastocando las vertientes valorativas con las que la violencia gratuita y el vandalismos son severamente sancionados por las generaciones adultas. En las prácticas generacionales del pacífico colombiano, los mayores enseñan a pelear "por cosas que valgan la pena", siendo igualmente duros para amonestar a quienes usan la fuerza o se expresan violentamente sin que haya motivos para ello. Por ello muchos se manifiestan escandalizados porque, entre las frases que de manera hilarante han sido apropiadas por los cachés,[5] se destaque una en particular: “Si va al Sanpacho entregue el machete”, acompañada del grito ambiguamente lacónico con el que se condensa la situación de tensión en el vocerío de concesivas chirimías anunciando que “esto se va a putiar”[6]. El fenómeno empieza a ganar tal notoriedad que en las redes sociales ya aparecen memes propios: “se mete al bunde y le sacan machete” (ver), dice uno de ellos.

El machete, instrumento de trabajo agrícola por excelencia, ha acompañado las prácticas productivas esclavizadas tanto como las iniciativas libertarias de las y los afrodescendientes por siglos, haciendo incluso famosos a los macheteros del Patía y su valerosa participación libertaria en la Guerra de los Mil Días, tanto como antes habían participado en el ejército independentista y se habrían radicalizado en las permanentes prácticas autonómicas contra los terratenientes y mineros caucanos[7]. Sin embargo hoy, tras crudas y descarnadas expresiones de violencia, no se puede olvidar cómo fueron acumulándose - producto de la omnipresencia galopante del paramilitarismo y el acuartelamiento de bandas sicariales -  los descabezamientos y muertes a machetazos a lo largo del Pacífico, así como las lamentables y tenebrosas casas de pique que, por cierto, no sólo funcionan en la emblemática ciudad de Buenaventura; trasladando el peso simbólico del machete hacia prácticas vandálicas y criminalizadas.

El que en pleno bunde y sabrosura las y los asistentes a algunos espectáculos y celebraciones resulten sorprendidos por las expresiones violentas y los retos a machetazo limpio en pleno evento público, adquiere ribetes dantescos cuando se observa que, pese al carácter multitudinario de la marcha festiva, al momento de llegar al sitio de concentración de la misma (tanto en Quibdó como en Medellín), la Policía Nacional no instala los sistemas de control ni los anillos de seguridad que se hacen evidentes en otros espacios y eventos. Así, mientras esta institución realiza operaciones de cubrimiento que llegan a situar un apabullante número de uniformados por asistentes a ciertos eventos[8], resultan pocos los apostados en el sitio de concentración del Sanpachito en Medellín; magnificando con malevolencia el pánico, la desazón y la sensación de inseguridad en el Parque de las Luces.

Es claro igualmente que la seguridad en una celebración como esta no puede depender de que se incremente el número de policías disponibles; así como resulta evidente que quienes la disfrutamos y la defendemos no podemos permanecer inmóviles y permitir que resulte empañada por facinerosos que se congregan para sabotearla y hacerla ver como peligrosa; convocándose también aquí como lo hacen en barrios y otros espectáculos masivos. Sin embargo, lo que resulta preocupante es que, a sabiendas de que este tipo de comportamientos se están presentando, las autoridades parezcan estimular su ocurrencia al no diseñar estrategias de contención que garanticen la seguridad de la ciudadanía congregada en un evento masivo con el que se visibiliza la pertenencia étnica afrodescendiente en la ciudad. ¿Acaso quiere la Policía Nacional que su inacción propicie desmanes de mayor calado en los que las riñas y muertes a machete sean perversamente leídos por la ciudad en términos de fronterización; tal como cuando se escucha decir “eso pasa desde que hay tanto negro en Medellín”[9]?

El que los funestos macheteros del Sanpachito empiecen a hacerse tristemente célebres porque su aparición logra disolver de manera eficaz esta manifestación de presencia y apropiación simbólica en una ciudad que todavía trata como extraños a las y los afrodescendientes no parece simplemente el producto de la pugnacidad de jóvenes que, seguros de que sus actos resultarán impunes, se retan en eventos públicos de diferente orden. Al contrario, el que tales actos se reproduzcan precisamente en el San Pachito, como ya había ocurrido en el Festival Afrourbano, permite suponer una patética maquinación de control poblacional que, poco a poco, disimula la actuación institucional y justifica su negativa a la promoción de eventos de esta índole hasta socavar el basamento identitario y cultural de la misma. Resulta impostergable preguntarse entonces si lo que se quiere institucionalmente es, pese a su discreta aceptación, desestimular las manifestaciones cada vez más sonoras y visibles[10] del pueblo afrodescendiente en Medellín.

El sanpachito en Medellín ya no es un pequeño desfile gestado por el querer devocional de algunos chocoanos en la ciudad[11]; mucho más cuando desde 2011 constituye una tradición cultural reconocida que cuenta con asignación presupuestal mediante Acuerdo del Concejo Municipal[12]. Por ello, lo que se espera de las autoridades, así como de los organizadores, es que garanticen el que esta manifestación se siga fortaleciendo en cuanto favorece los procesos de invención étnica en el espacio urbano; produciendo estrategias concertadas de aseguramiento espacial y contención delictiva, sin que se opaque el carácter festivo de la movilización.

Lo que se exige entonces es que se desestimulen de manera eficaz los brotes violentos que, intencionalmente o no, emergen desestimulando el hecho de que, históricamente, a lo largo del recorrido no se han presentado hechos lamentables en las casi dos décadas que lleva esta expresión y demostración de presencia, resistencia y reexistencia en el escenario urbano, en el que la fiesta y el jolgorio masivo empiezan a ser igualmente problematizados a la luz de los graves problemas que enfrenta el pueblo afrodescendiente en la ciudad[13].





[1] Bajo un conjunto de prácticas y tradiciones culturales abigarradas y heterogéneas, se cuentan durante todo el año diferentes carnavales, festivales, fiestas y celebraciones con base étnica y cultural remisoria de la africanía a lo largo y ancho del país. Algunos de ellos hacen parte del expediente patrimonial preservado por el Ministerio de Cultura y por la Unesco.
[2] Aunque su práctica devocional se registra desde 1648, cuando la Comunidad Franciscana se asienta en este territorio.
[3] Medellín, reflejo institucional del extrañamiento con la diferencia en la tradición paisa, alimenta una caracterización perpleja de las y los afrodescendientes en la ciudad, que no termina por incorporar en sus prácticas el hecho demográfico que registra hoy más de 240.000  de sus habitantes autorreconocidos como tales, contándose en cerca de 130.000 los que habrían nacido en la misma. Uno de los datos etnográficos más significativos y singulares del Sanpachito lo constituye la cada vez mayor participación de jóvenes estudiantes de bachillerato y universitarios que se congregan para reciclar en la ciudad las prácticas barriales del San Pacho, así como producen reediciones urbanas de esta fiesta, descritas  con suficiente fuerza en los lemas de las camisetas que les identifican. Un amplio registro fotográfico de lo dicho puede encontrarse en el álbum Sanpachito en Medellín 2014 en mi página personal en facebook: https://www.facebook.com/arleison.arcos/media_set?set=a.10202183106534211&type=1
[4] En 2013, pese a que el periodista ‘pintó’ la nota se usando imágenes que no correspondían a lo informado, Cristian Cuesta hizo una nota para Caracol Noticias, dando cuenta del asunto. Ver
[5] El caché lo constituyen las formas, colores, tocados y menajes propios del vestuario de cada comparsa participante en la celebración de San Pacho.
[6] La expresión “esto se va a putear”, de uso popular en toda Colombia, alude ambiguamente a la expectativa por encontrar divertimento desbordante en un momento de jolgorio tanto como a la sensación de que la tensión en el ambiente podría desencadenar enfrentamientos violentos incontrolables. Una expresión semejante para la primera sería “se prendió la vaina” y para la segunda acepción sería “esto se va a poner feo” o “se va a joder”.
[7] De hecho, el Batallón de Combates Terrestres Nº 37 del Ejército colombiano se llama “Macheteros Caucanos”. Hoy los denominados “esgrimistas” constituyen una tradición celebrada y reelaborada por afrodescendientes del Departamento del Cauca, quienes festejan el recuerdo de la temeridad y el arrobo con el que sus abuelos fueron conocidos en épocas coloniales y tras la instalación de la república. En el cancionero chocoano, el machete es recogido igualmente como un elemento constituyente de la cotidianidad: “Mi familia es la batea, mi compañero el machete, es mi novia la palanca y mi padrino el canalete”.
[8] Dada su importancia y llegando al paroxismo, la policía nacional ubicó dos agentes por cada participante en la VI Cumbre de lasAméricas en el 2012; por ejemplo. En un evento en el Estadio Atanasio Girardot que congrega a cerca de 50.000 hinchas, además de los espectadores por fuera de ese recinto, se despliegan cerca de tres anillos de seguridad y, pese a ello, la policía nacional registra por decenas el número de armas cortopunzantes que decomisa.
[9] Nota recogida de una conversación informal en bus urbano, escuchada por quien escribe, estando ubicado detrás los hablantes. Al advertir mi presencia, las hablantes pararon el comentario inmediatamente.
[10] En medio de la celebración en vía pública del San Pachito en Medellín, muchos transeúntes y conductores preguntaban, extrañados, qué se estaba celebrando.  Algunos entre estos mencionaban que era la primera vez que veían algo semejante en la ciudad; lo cual no sólo reafirma el carácter multitudinario que ha ganado esta expresión popular afrodescendiente sino además refleja la contradicción con el hecho de que la misma se ha realizado por cerca de dos décadas en Medellín.
[11] A lo que habría que hacer varias glosas respecto de la organización de las actividades celebrativas, la convocatoria antojadiza e incomprensible a ciertos grupos culturales, la no promoción de esta actividad incorporando otras organizaciones y colectivos, la sorpresiva concesión a las autoridades para que el evento cambiara algunas calles en su habitual recorrido, entre otras consideraciones que resultan pertinentes para robustecer esta actividad que, a todas luces, hoy desborda las posibilidades operativas, logísticas y movilizatorias de una única organización del incipiente movimiento étnico afrodescendiente en la ciudad.
[12] Mediante el Acuerdo 317 de 2011, “Por medio del cual se institucionaliza  la celebración del  evento de ciudad, Encuentro de La Identidad y  La Diversidad Cultural ‘Sanpacho en Medellín’”, la ciudad de Medellín incorporó a su calendario de celebraciones y conmemoraciones públicas esta festividad.
[13] En el Sanpachito, el CEPAFRO, Centro Popular Afrodescendiente, promovió la visibilización de asuntos políticos; evidenciando que, junto al revulú y la juerga se pueden intencionar y situar otros lenguajes y otros discursos en torno a la problematización de la presencia y participación de los afrodescendientes en la ciudad. Tanto en su comunicado público en torno a la poquedad con la que el POT de Medellín oblitera la diferenciación étnica como en los mensajes visibles en sus pancartas y camisetas, el CEPAFRO invitó a la ciudad a problematizar las dinámicas del racismo y las sinrazones de la opresión que justifican la convocatoria a construir poder popular alternativo. 

6 comentarios:

  1. Muchas gracias por el análisis maestro...
    Creo es importante, más allá de la apuesta institucional, auscultar qué esta pasando con el pensamiento de nuestros adolescentes y jovenes afrocolombianos en los territorios y como les encontramos para superar estos conflictos inocuos y este comportamiento que facilita la apuesta institucional por sepultar cualquier expresión de unidad, resistencia, resignificación, presencia, visibilización, etc, en Medellín. Asimismo, creo es necesario sentar al comité organizador a conversar para tomar medidas autónomas que protejan este espacio como lugar político y de ciudad, pues las "autoridades" policiales no lo harán. Podemos exigirlo pero poner de manera autonómica estrategias propias, pueden ser más efectiva. De otro lado, volver a las esencias y presencias afrolibertarias como las comparsas, estimulando, por ejemplo, las apuestas de tipo político similares a la que puso el Centro Popular Afrodescendiente y otros colectivos con una voz más baja...llenar de contenido político esta apuesta potenciada desde el "estigma del folklor". Es posible utilizar la estrategia de estigmatización y resignificarle para politizarnos. Finalmente, el próximo año debe ser claro en nuestras agendas promover estos diálogos y el trabajo mancomunado para clarificar apuestas y disputas, para no recrear una "afropatria boba".

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    1. Spreciado Yeison. Completamente de acuerdo. Por su contexto, esta celebración ya es de todos los afrodescendientes en la ciudad, no sólo de los quibdoseños; lo cual debe concitar la atención en el carácter urbano y aglutinador de la misma. En el mismo sentido, creo que aciertas cuando nos interpelas por el carácter afrolibertario que debe expresar no sólo el proceso de organización del evento sino en su resonancia sobre la configuración de lo que se visibiliza y quienes se visibilizan a partir de la misma.

      Bienvenida, como siempre, la juiciosa discusión que ayude a avanzar.

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  2. Apreciado Arleison,

    Recibe nuestro saludo afectuoso y cimarròn. Es fundamental que los intelectuales afrocolombianos asuman la gran tarea de contribuir a travès de la palabra escrita a la construcciòn del pensamiento social y la conciencia polìtica liberadora del movimiento social de las comunidades del pueblo afrocolombiano. En nombre de todos los cimarrones(as) recibe nuestra felicitaciòn por la creaciòn del Boletìn CUESTION P: Pràcticas identitarias y Fundamentaciòn Teòrica de la Afrodescendencia, y la producciòn del libro "Esclavizaciòn, cimarronaje y republicanismo en el Siglo XIX en Colombia".

    !Siempre en la lucha por los derechos y el empoderamiento del pueblo afrocolombiano!

    Cimarronamente, Juan de Dios

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    1. Mi muy querido Juan de Dios.
      Gracias por tus generosas palabras.
      Quienes hemos aprendido de tu tesón, seguimos caminando, mi hermano.

      El libro no se consigue en librerías. Su primera edición fue solo para centros documentales y bibliotecas. En Bogotá esta en la BLA. Dame tu dirección y con el mayor de los gustos te haré llegar uno de los ejemplares que me quedan.

      Abrazos grandes.

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  3. Hola Arleison, cómo vas...

    Muy bueno al artículo, ya lo monté en mi Facebook para que mis contactos lo lean y opinen.

    Creo que se hace urgente el debate en torno a las fiestas y la exclusión tremenda con los nuevos barrios de Quibdó y por ahí derecho con los habitantes de estos barrios. Estoy tratando de liderar una propuesta que permita que esos barrios hagan parte de la fiesta y, de paso, permitir que muchas más personas puedan sentirla como propia. La exclusión de las fiestas sanpacheras en Quibdó es tremenda.

    Se había demorado el fenómeno de los machetes en replicarse a Medellín y otras ciudades. La gente lo ve como algo aislado que se da porque unos cuantos jóvenes de Quibdó quieren mostrar rebeldía. ¡Ah! Para completar, como si lo anterior no fuera suficiente, este año San Pacho estreno cabalgata. Mejor dicho, la cosa se puso peor...

    Bueno, esperemos la reacción de todos para ver de que manera combatimos semejantes despropósitos.

    Un saludo

    Wagner M.

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    1. Estimado Wagner
      Gracias por tu comentario y por compartir la nota.

      Me siento sumamente inquieto por ambas circunstancias: el elitismo del que se queja la gente en Quibdó y la virulencia que expresan nuestros jóvenes allá y acá. Lo primero lo aprendimos de los que siempre nos dejaron por fuera. Lo segundo puede ser una estocada a valores y tradiciones añejas. Ambos problemas habrá que aprender a enfrentarlos con osadía.

      Un abrazo, mi hermano.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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