El 2013 nos deja la inmensa satisfacción, pese a sus sorpresivos
contradictores, de que hemos dado pasos gigantescos para la articulación del
pueblo afrodescendiente en Colombia, a partir de la reinstalación de la
autonomía como fundamento ético y político de un movimiento que no resigna su carácter resiliente, emancipatorio y reexistente.
Quienes permanecemos vinculados a la configuración del imaginario étnico
afrodescendiente como individuos informados, participes de una comunidad,
miembros de una organización o un colectivo, activistas políticos, académicos o
investigadores, no podemos pasar por alto el que en el año que termina los
asuntos de la afrodescendencia en el país no pasaron desapercibidos, pese a que
muchos confundan todavía las acciones de reconocimiento estatal con las que se
produce la institucionalización de la
política pública para afrodescendientes, y las acciones movilizatorias con las
que se diseñan, definen y asumen los retos del propio futuro y los alcances del
desarrollo para quienes defienden su pertenencia a un grupo étnico en un
contexto cultural difuso y abigarrado como el colombiano; instrumentalizado muchas veces por la misma institucionalidad que aquellos reclaman.
Seguramente dejamos muchos cabos sueltos e incluso desistimos de dar las
batallas más duras en el escenario propicio del congreso Nacional
Afrocolombiano; sin embargo, la vigencia e instalación de una promisoria
Autoridad Nacional Afrocolombiana ya convocada en Medellín por vez primera (y
que habrá de ser convocada nuevamente en el mes de enero en Bogotá) antes que
un fracaso, como han escrito algunos, constituye la evidencia palmaria de que
estamos caminando al encuentro de nuestra propia mismidad, por fuera de los
límites absurdos que ha impuesto el gobierno nacional a la definición de la
agenda del movimiento; que quiere seguir imponiendo, por ejemplo, con la
expedición del funesto decreto 2613 de 2013 y la publicación de una Guía para la realización de consulta previa con comunidades étnicas que pone en riesgo el carácter libre, informado y autónomo de dicho mecanismo irrenunciable e innegociable.
Pese al carácter antojadizo con
el que el actual mandatario nacional afirma en su discurso, tanto como desatiende
en sus realizaciones, la dimensión política que debería reconocer al desarrollo
de programas y proyectos en beneficio del pueblo afrodescendiente; reconozco que, por lo menos en lo burocrático, contar con un Programa Presidencial
para la población Afrocolombiana, una Dirección para Comunidades Negras,
Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras e incluso el nombramiento de una afrodescendiente
como Alta Consejera para la Equidad de la Mujer suman a la visibilización y
participación de personas afrocolombianas en asuntos de direccionamiento
público. No obstante su presencia, habría que insistir con mayor hondura en la
razón de ser de tales designaciones y su urgente necesidad de acoplamiento y
diálogo con el movimiento étnico para evitar la manifiesta sensación de que una
es la agenda de los procesos activos y otra – sustancialmente polémica- la del
funcionariado étnico. Así, por vía de ejemplo, resulta lamentable que estos funcionarios tengan muy poca
incidencia en fortalecer el funcionamiento (precario hasta ahora) del programa que
debería estimular el ingreso de estudiantes afrodescendientes a la educación
superior de pregrado y posgrado, cuestionado como lo ha estado durante todo el
año por su ineficiencia, burocratización e incumplimiento, lo que afecta las
oportunidades de futuro para toda una generación.
El hito del año lo constituyó,
sin lugar a dudas, la convocatoria al Congreso
Nacional Afrocolombiano, luego de las decisiones jurídicas que conminaron al
gobierno a desinstalar el procedimiento de convocatoria amañada a una Comisión Consultiva
de Alto Nivel que no representa la complejidad territorial, cultural y simbólica
de la afrodescendencia en el país y que, por el contrario, se había convertido
en una robusta fuente de ingresos para quienes a su interior pactaban con
actores gubernamentales el tamaño y la conveniencia de adelantar o no procesos
de consulta previa. Desinstalar este mecanismo y avanzar hacia la construcción
de espacios autónomos en los que la representación del pueblo afrocolombiano
resulte nutrida, participativa y correspondiente con una agenda propia, ha sido
el motor central del proceso de activación del Congreso. Habría que mencionar
que el mismo fue convocado y apoyado por una Mesa Nacional de Organizaciones
Afrocolombianas, de la que han participado CNOA, CÍMARRON y AFRODES, en diálogo
intermitente con KAMBIRI, PCN y otras organizaciones cuyo papel y protagonismo
en la mesa no logro definir todavía. Conociendo las dificultades surgidas tras
la convocatoria, me atrevo a opinar que si se lograran destrabar y deponer egos
y prejuicios crecidos en el descreimiento frente a viejas experiencias de
concertación, este escenario alcanzaría proporciones monumentales para el decidido
avance del movimiento étnico afrodescendiente en el país.
Si bien el Congreso Nacional Afrocolombiano pudo haber sido un escenario
mucho más satisfactorio para las realización de expectativas del propio
movimiento, resulta prometedor que nuevas voces y procesos nacientes (muchos de
ellos avanzados sin la complacencia gubernamental ni la parafernalia anti-imaginativa
de ciertas agencias de cooperación) hayan coincidido en defender al Congreso
como un espacio autónomo, incluso frente a quienes, enarbolando la prepotente autodenominación
de exconsultivos, pretendieron acallarlo a gritos amplificados. Ante tales
desmanes, habría sido preciso que se levantaran públicamente voces históricas
del movimiento, respetadas y escuchadas; lo cual, tristemente, nunca ocurrió. Pese a que estuvieron muy
activos tras bambalinas, no haber superado contradicciones y personalismos les
llevó a descuidar y no entender la magnitud de lo que estaba en juego en esa
cita histórica, lo que consecuentemente les opacó e invisibilizó, al punto de
que el Congreso en pleno negó participación en la Autoridad Nacional
Afrocolombiana tanto a los exconsultivos como tales, como a las organizaciones nacionales, acusadas de llevar
al movimiento al insostenible despelote.
Lo que sí resultó notorio, visible y manifiesto fue la enjundia con la que
las y los jóvenes asistentes al evento se lo apropiaron como posibilidad de
provocar recambios en el liderazgo étnico nacional (cosa bastante complicada al no contar el movimiento con una generación sistemáticamente acompañada para el relevo), bloqueando a los
panfletarios al instalar una valeros Guardia Cimarrona que, sin lugar a dudas,
constituirá en adelante un activo moral indiscutido en cualquiera de los eventos
en los que se la reclame e instale; como también constituye un aliciente vivaz
el cuidado de la dimensión simbólica del movimiento, apoyado en Quibdó por las
redes de mujeres, especialmente Kambiri y la presencia del sacerdocio
afrodescendiente en personas como Emidgio Cuesta, cuyos aportes rituales
contribuyeron significativamente a recordar que no somos un movimiento social
sino un movimiento étnico, con un trasfondo imaginativo que debe expresarse en todas
nuestras acciones organizativas y políticas. Descuidar el alma, escuché en
Quibdó, es descuidar lo que somos y olvidar a nuestros ancestros.
Alentador es igualmente el que la cita de Quibdó haya dejado un mandato
consistente, cuyo desarrollo compete a la Autoridad Nacional Afrocolombiana reconocida
en dicho evento y protocolarizada en su primer encuentro en Medellín; contra
viento y marea e incluso contra las voces de personajes cuestionados que, producto de mezquinos intereses, desestimularon la participación de delegados motivados
para asistir a dicha convocatoria, pese a saber del carácter autonómico con el
que se dio tal convocatoria.
Pese a que la Cumbre de Autoridades Afrodescendientes, pudo ser mucho más
que un escenario de vitrina sin agenda clara, debe sumárselo a los propósitos
de expandir las reivindicaciones y demandas de las y los afrodescendientes en
Colombia en una dimensión trasnacional y planetaria, incrementando no sólo los
vínculos y alianzas articuladoras de redes de actuación, a partir del programa
de Durban y la declaratoria del Decenio afrodescendiente; sino aunando las
voces que en el mundo entero propenden por erradicar el racismo y sus múltiples
expresiones opresivas, avanzando hacia modelos de relacionamiento humano mucho
más solidarios; capaces de enfrentar la globalización de la miseria y el estiramiento
sistémico de las crisis del capital.
Muchos otros hitos resultan importantes: las victorias de nuestros
deportistas, especialmente las de Caterine Ibarguen, gigante entre gigantes; los
rutilantes éxitos internacionales de agrupaciones musicales del Pacífico
colombiano, el creciente número de autoridades locales afrodescendientes en el
país, el reconocimiento a afrocolombianos del 2013, entre otros hechos que deja el año y que resultarían mucho más significativos
si constituyeran expresiones manifiestas e intencionadas en una agenda pública
encausada por un movimiento robusto, capaz de estimular y amplificar tales realizaciones
en el escenario nacional.
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Preocupante resulta, finalmente, que el Ministerio del Interior en cabeza
de Aurelio Iragorri Valencia persista en atravesarle palos y mostrar
trapisondas contra la Consulta Previa sin que ello haya significado una masiva
movilización contra tal despropósito que cercena el contenido de derechos
protegidos con la salvaguarda de tal mecanismo. El lamentable decreto 2613 de
2013 proferido por dicho funcionario no sólo pone en el Gobierno Nacional (específicamente
en la Dirección de Consulta Previa) la capacidad actuacional para convocar y
dirigir las consultas, asunto abiertamente inconstitucional; sino que invisibiliza
en todo el proceso a las comunidades que obligatoriamente deben ser convocadas,
consultadas y su decisión respetada; asunto del que trataré en otra ocasión.
buen articulo...
ResponderEliminarGracias compañero.
EliminarUsted sabe que nuestro trabajo es en y para el movimiento
El artículo es un buen punto para propiciar la deliberación y el encuentro en la diferencia del movimiento afro.
ResponderEliminarEs deber proseguir en la construcción de un fuerte movimiento afro a nivel nacional, un paso importante es el apoyo y la vinculaición al fortalecimiento de las voces incipiente del ANA.
De ahí, la necesidad de establecer una fuerte red de apoyo, no solamente en comentarios o fijar posiciones, sino en el campo financiero, en búsqueda de la autonomía que nos permita recorrer ese camino señalado por Nelson Mandela, que aunque sea díficil, tortuoso, se debe caminar para llegar a la Libertad y a la toma real de la identidad.
Apreciado Carlos.
EliminarLa ruta de la autonomía consiste precisamente en ello: hay que gastalo todo, hasta los ahorros si es necesario para que las cosas ocurran. Tu sabes bien de algunas experiencias que, en Medellín por ejemplo, empiezan a mostrar ese camino, por fuera de las mieles de la institucionalidad y los generosos presupuestos.
Arleison, indudablemente, una más de tus brillantes reflexiones que siempre serán brújula para nuestra etnia, e incluso para otras gentes. Coincidimos en cosas como la necesidad de prescindir del paternalismo: Solos podemos (y debemos) hacer cosas. He sido ácido en algunas de mis notas con respecto a nuestra dinámica organizativa, pero no lo hago con la perspectiva de dar madera porque sí y porque no. ¡Para nada! Es una manera de aguijonear a que despertemos del letargo. Como bien lo registras, vamos avanzando en medio de las talanqueras externas e internas. ¡Vale! Aunque pueda sonar a cliché, reitero que nos inspiremos en nuestros ancestros, siguiendo sus indelebles huellas en aras de dignidad. Dignidad que significa libertad. Libertad que denota la emancipación verdadera.
ResponderEliminarEmancipación que implica despojarnos resueltamente de las cadenas materiales y espirituales que, infortunadamente, aún llevamos encima.
No es que podemos ir adelante; sino, que el imperativo categórico es ir adelante en todo momento. Esto nos marca el derrotero de prescindir de las pequeñeces, para que continuemos engrandeciéndonos, cual grandes hemos sido aun en medio de falencias.
Bien, definitivamente tu nota es un mar de aportes con la perspectiva de orientarnos. ¡Enhorabuena, maestro!
Permítame, señor, hermano, maestro, aprovechar este espacio para desearle Feliz Navidad; al tiempo que le agradezco por sus magistrales lecciones, que ciertamente son aportes para una TEORÍA POLÍTICA DE LA AFRODESCENDENCIA.
Un abrazo, mi hermano.
Apreciado amigo y hermano.
EliminarGracias por tu generoso comentario.
Seguramente en 2014 coincidiremos y seguiremos fortaleciendo, con nuestros aportes, al movimiento.
Felicidad para ti igualmente.