lunes, 9 de diciembre de 2013

¡Con Petro, por la dignidad y la paz!

Resulta sorprendente que pueda llamarse democrático un régimen en el que una persona con una sola decisión borra de plano la decisión popular de millones de ciudadanos expresada en las urnas. Mucho más que la existencia de razones jurídicas para destituir al Alcalde Gustavo Petro, dudosas y de un nivel de filigrana inadmisible, el fallo venal del Procurador desequilibra de manera gravísima el modelo institucional colombiano.

La defensa de la institucionalidad política, incluso para quienes la democracia resulta un espantapájaros para engañar al pueblo, constituye un principio de acuerdo fundamental entre las diferentes tendencias que se expresan en una sociedad política. Esa institucionalidad ha resultado terriblemente demolida al producir una extraña forma de retaliación política revestida de las formalidades jurídicas, mediante la cual un solo funcionario público, acudiendo a las facultades constitucionales de control disciplinario, exhibe con descaro las debilidades del modelo republicano destituyendo de un plumazo a un mandatario elegido de manera democrática, masiva y legítimamente por las y los ciudadanos de Bogotá, distrito capital de Colombia.


Si se suma a tamaña desfachatez el que el Alcalde irregularmente destituido es un militante de izquierda, que ahora ve cercenados sus derechos políticos al quedar inhabilitado para ocupar cargos públicos por quince años, el asunto no parece de poca monta.

La decisión de Ordoñez resulta perjudicial para la democracia y devela las maneras atroces como la interpretación jurídica puede ser amañada y torcida en función del reclamo de intereses que, so pretexto de salvaguardar las formalidades del derecho, se inventa razones para indisciplinar la democracia fustigando de forma perversa a los contradictores políticos, eliminándoles de futuras contiendas electorales con decisiones amañadas, abiertamente inaceptables y cobrando a alto precio el favor de bloquear a quienes, insistiendo en las vías pacíficas, enfrentan a poderes enquistados, acaparadores del erario público mediante procesos de apropiación plagados de corrupción y clientelismo.

En la versión de Ordoñez, resulta perverso desprivatizar un servicio público tanto como tomar decisiones públicas que, pese a lo traumático de su instalación, demuestran su conveniencia y necesidad. En el comunicado en el que informa de su decisión, Ordoñez afirma que se determinó que el señor alcalde mayor de Bogotá de manera libre, consciente y voluntaria, ordenó asignarle la prestación del servicio de aseo a dos entidades sin ninguna experiencia, conocimiento y capacidad; lo cual pone en evidencia no sólo la precariedad de los argumentos con los que justifica su injustificable como irregular decisión.

Alega igualmente Ordoñez que “el Decreto 564 de 2012 un nuevo modelo de aseo para la ciudad de Bogotá por fuera de la ley ( y que) con los artículos 6, 8 y 9 del mencionado Decreto, se vulneraron los principios constitucionales de libre empresa y competencia, pues impusieron una serie de restricciones y limitaciones para que otras empresas, distintas a las del Distrito, no prestaran el servicio de aseo a partir del 18 de diciembre de 2012”.

Resulta entonces patético encontrar a un funcionario responsable del control disciplinario acudiendo a la defensa de la libre empresa, como fundamento impostergable que suma de modo grave a la actuación de un alcalde de izquierda, cuya propuesta política social, y solidaria, legítimamente registrada como programa de gobierno, electa por las y los ciudadanos de Bogotá e incorporada a un plan de desarrollo, acude a fundamentos políticos de contenido socialistas, en abierta contradicción con dichos principios cuando los mismos contradicen la defensa del bienestar y la justicia social.

Hoy, más que nunca, habrá que insistir en recomponer los rumbos de la institucionalidad en Colombia; empezando por consagrar como un impostergable en nuestro modelo constitucional la salvaguarda de la decisión popular como fundamento último para legitimar, valorar o revocar a un mandatario público; de modo que resulte imposible que un sujeto que obra como si se tratara de un pequeño emperadorcito se crezca a tal estatura que su poder resulte mayor al de cualquier institución democrática.

Por lo pronto, también las y los afrodescendientes estaremos con Petro en las calles, en paz y hasta las últimas consecuencias.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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