domingo, 1 de septiembre de 2013

Cabos sueltos…

Para quienes nos aproximamos a los asuntos políticos desde nuestra doble condición de activistas y académicos, no deja de causar sorpresa el que, por momentos, deba justificarse lo uno en función de lo otro; mientras, en otros esto tenga necesariamente que subsumirse en aquello. Lo cierto, más allá de viejas consideraciones sobre la neutralidad e imparcialidad del pesquisidor social, es que ante la posibilidad de leer las complejidades de la política desde la muralla universitaria resulta siempre preferible untarse los pies de barro mientras las manos se tiñen con la tinta de nuestros escritos y la sangre tantas veces derramada de nuestros amigos y amigas.

Por ello, la condición de bienquerientes del proceso de constitución e invención del pueblo afrodescendiente en Colombia nos ha llevado a asumir posiciones críticas y a “empujar” más que jalonar algunos pasos que contribuyan a que se produzcan efectos sociales y políticos que sirvan para madurar procesos ansiosamente esperados; tal como ocurrió en la pasada semana cuando, minúsculos sujetos asumimos el reto, afincados en nuestra convicción de ser portadores de una ancestralidad cultivada en la resistencia y el espíritu libertario africano, de tomar parte activa y sacar adelante el Primer Congreso Nacional Afrocolombiano, felizmente y  -contramarea - celebrado en Quibdó, del 23 al 27 de agosto de 2013, del que les comparto por ahora breves notas de viajero.


Digo felizmente pues pese a que se presentaron actos bochornosos protagonizados por una exconsultiva con ínfulas de faraona (con séquito incluido), se evidenció la impericia de quienes, intentando bloquear el desorden, lo propiciaron al no entregar al Congreso su función como organizadores una vez este fuera instalado (lo cual, curiosamente, nunca ocurrió); se promovieron reuniones de barullo y baraúnda que no produjeron el más mínimo acuerdo duradero entre las partes (como quiera que no había en realidad nada para acordar entre estas); se configuraron de nuevo vicios malsanos asociados a los contratos de alimentación y alojamiento de las delegaciones, producto de un operador fantasma e incompetente que renunció a controlar lo que luego le resultó incontrolable; aun con todo eso, hubo Congreso y se confirmó que hay un pueblo afrocolombiano caminando más allá de sus supuestos liderazgos.   

Es claro que no puede meterse a todas y todos los líderes afrocolombianos en un solo corral. De hecho, frente al desbarajuste propiciado por los oportunistas, agitadoras y agitadores de oficio y veintejulieros sin enjundia, el Congreso fue la posibilidad de que nuevos liderazgos dejaran sentir su voz: desde el bloqueo pretoriano de una valerosa Guardia Cimarrona  conformada en su mayoría por las y los estudiantes universitarios “mamados de tanto corrinche” según una de su  más enérgicas integrantes; hasta la decidida actitud de jóvenes activistas-académicos quienes, en aras de superar la confusión y el desbarajuste de las gritonas y gritones, se decidieron a controlar eficazmente el micrófono, dándole rumbo a la discusión al tercer día de sesiones del Congreso.

Ante los siempre manifiestos anhelos de pelotera, el valeroso papel jugado por la Guardia Cimarrona convino para que, pese a tal insistencia, las y los congresistas asistentes pudieran dedicarse a las discusiones objeto de la convocatoria. De hecho, desde el primer día se validó que habría congreso gustara a quien le gustara y por encima del que fuera, tal como se lo exigió la multitud a quien creyó que, también en esta ocasión, acallaría con sus bramidos y chillidos a quienes se tomaron en serio su misión de representar al 25% de las y los  colombianos herederos de africanías.

Jocosamente preguntaba a algunos asistentes qué habría ocurrido si el Congreso hubiese sido convocado el 1 de enero de 1852. Entre las respuestas más brillantes que pude acumular, hay una que comparto plenamente: “¡Lo mismo, mi hermano; lo mismo!”. Liderazgos apocados, foráneos apostándole al desorden, locales despistados y avivatos oportunistas se habrían dado cita junto a cronistas bienintencionados, activistas propositivos y colectivos dispuestos a apostarle a la unidad en medio de la diversidad, único grito que realmente pesó en medio de los debates del Congreso. por eso, antes que llenarme de amargura, tal respuesta evidencia que, pese a lo incipiente que a veces parezca la organización de un movimiento, no se mide por sus liderazgos sino por sus fuerzas. Midiendo fuerzas, nos encontramos con que, si bien al interior del movimiento algunos han acumulado dinero para hacerse aplaudir a desgreño, políticamente su capacidad es bastante precaria; al punto de que incluso en número no alcanzaron un nivel de representación que llevara al traste la convocatoria y menos aun las ejecutorias del mismo.

Pese a que los errores en la definición de la agenda para el evento e incluso aspectos sensibles de la logística hayan puesto en peligro el desarrollo del Congreso, pudimos constatar que la sensatez y el trabajo de voluntariado activo le ganaron al despeluque y a la falta de un derrotero que, si existió, nunca pudo ser suficientemente presentado y aprobado de manera asamblearia. A pesar de ello, resultó satisfactorio advertir que la dinámica de trabajo por mesas en los precongresos departamentales contribuyó eficazmente a situar a las y los asistentes en un plano de discusión que favoreciera el establecimiento de acuerdos; algunos de los cuales resultan de un tamaño operacional que implicará trabajar en el desmonte de estructuras de poder tan informales como enquistadas; que en buena medida evidencian el carácter rebatible del liderazgo en el movimiento étnico afrocolombiano.

Con todo, el Congreso deja unos insumos de suma importancia para avanzar en la concreción de una plataforma actuacional articulada, de incidencia e impacto nacional, centrada en las bases organizativas y comunitarias con las que se identifica el pueblo afrocolombiano; el cual desde ahora deberá ser convocado en un espacio autónomo reunido cada dos años en un Congreso Nacional Afrocolombiano, que impartirá los mandatos de obligatorio cumplimiento para la recién instituida Autoridad Nacional Afrocolombina, órgano ejecutivo que, por ahora, tiene una conformación transitoria de 101 representantes.

De igual manera, el que deban modificarse los artículos 45, 46 y 60 de la ley 70 de 1993 para que desaparezca la inmisericorde y venal Comisión Consultiva de Alto nivel y emerja en su reemplazo el Consejo Nacional de Políticas Afrocolombianas que estatutariamente no podrá ser convocado para reemplazar la consulta directa a las comunidades y organizaciones plantea una posibilidad incalculable para que se ponga en el centro del debate público la transformación de las condiciones de indignidad e injusticia en las que vive buena parte del pueblo afrocolombiano, prisionero hasta ahora tanto del querer decisional de algunos exconsultivos como de la capacidad de cooptación desplegada por los gobernantes de turno.

Si bien, habrá que producir desarrollos constitucionales, legales y reglamentarios en torno a otros asuntos de interés nacional que tienen alta incidencia en la situación y bienestar del pueblo afrocolombiano, estamos seguros que con el plazo dado de seis meses para que la Autoridad Nacional Afrocolombiana afine y deje a punto protocolos, procedimientos y operaciones institucionales mandadas por el Congreso; sumado a los buenos oficios que actores internacionales puedan desplegar para acompañarles exitosamente, será posible instalar mecanismos de coordinación, asesoría e interlocución del tamaño de lo esbozado en el certamen adelantado en Quibdó.


Frente a lo acontecido en Quibdó, si bien quedan sin sabores e incluso enemistades declaradas, resulta alentador advertir que los veinte años de la ley 70 no han pasado en vano por lo que, con desarrollos variables, habrá que afinar el instrumental de nuestras disciplinas para seguirle aportando claridad en la marcha de un pueblo que, hoy todavía, camina entre sombras. 

7 comentarios:

  1. Estamos a la espera de que ANA y CONAPA (autoridad nacional afrocolombiana y consejo nacional de políticas afrocolombianas ), en ejercicio audaz de su autonomía, en el termino previsto, socialicen ante el pueblo colombiano los componentes ( ideología, propuesta programática, estructura organizativa y militancia )del Proyecto Político Afrocolombiano, único camino de libertad contra las nuevas formas de esclavitud que violentan el reconocimiento, garantía y goce pleno de los derechos del pueblo afrodescendiente, en el contexto de la humanidad. Edgar Erazo Delgado. erazod@hotmail.com

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    1. Edgar
      Gracias por tu comentario.
      Efectivamente, lo que sigue es un proceso de amplia divulgación de los insumos desarrollados en los precongresos y en el Congreso, de manera que haya suficiente información sobre lo que se espera que esas dos nuevas instancias autónomas del pueblo afrodescendiente en Colombia desarrollen en estos seis meses.

      Hemos sido audaces para soñar, pero no se puede soltar el asunto todavía.

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  3. Doy por hecho, que el trabajo a realizar, no se encuentra sujeto únicamente a los elegidos en el Congreso, sino que ellos tienen una representación, de ahí, la necesidad de definir una ruta par la discusión y el emergimiento de propuestas que conlleven al barco a navegar en forma segura, a pesar del mar embravecido, de los cantos de sirenas y de la tormenta de los maquinadores de turnos.
    Será necesario programar seminarios, generar actividades que socialice lo hecho para despertar al león dormido y seguir edificando ese largo camino, que como dijo Melson Mandela "El camino de la libertad es difícil y tortuoso, pero hay que recorrerlo"

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    1. Apreciado Carlos.
      Seguramente el trabajo que viene demanda mayor dedicación y mucha participación real del pueblo afrocolombiano. En Medellín, en el COMUNAFRO, estaremos trabajando desde este jueves en avanzar propuestas, como lo hicimos de manera destacada en Quibdó.

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  4. A pesar de que no me fue posible asistir a tan magno evento, por dificultades familiares, estuve pendiente y pienso que estábamos en mora de hacer una revolución de pensamiento desde nuestras debilidades y fortalezas; lo negativo es que como siempre hay personas que solamente quieren sacar provecho haciéndose elegir y perpetuarse, pero no se comprometen para luchar por alcanzar metas comunes y juegan con las necesidades que tiene nuestra etnia; además de que no cumplen con el mandato de la comunidad que los designa como sus voceros (as). Toca esperar, entonces, la hoja de ruta a seguir, que no se queden encerrados, que hagan conocer las propuestas y llamar a la comunidad y hacerlas partícipes como garantes de todo el proceso. Buen viento y buena mar.

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    1. Fabiola, gracias por comentar.
      Lo que se avecina es una lucha frontal contra las prácticas de corrupción y liderazgos venales en nuestro movimiento. Eso costará sangre y sudor, seguramente, pero esa pelea hay que darla.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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