Con pasmosa notoriedad se comprueba cotidianamente que la imagen mediática
e institucionalizada de las y los afrodescendientes en Colombia suele representarse
con la ruralización y las formas ribereñas, isleñas y litorales que asumen los
trazos identitarios de quienes provienen de dichas regiones en el Pacífico y el
Caribe. Tal imagen contrasta con una evidencia palmaria que nos informa que, hoy, 7 de cada 10 personas afrodescendientes han nacido, se encuentran residenciados
o han reconfigurado su existencia en las ciudades.
Frente a tal dato, advertimos igualmente que aquellos municipios con mayor
población afrodescendiente como Cartagena, Buenaventura, Tumaco, Turbo y Quibdó
son centros poblados altamente densificados al igual que Cali, Medellín y Bogotá;
es decir, ciudades, lo que de suyo debería significar una consistente
advertencia sobre el carácter urbano que informa con igual potencia la
construcción identitaria afrodescendiente en el país.
Este asunto cobra mayor vigor en vísperas de la realización del Congreso
Nacional Afrocolombiano a realizarse en Quibdó a finales del mes de agosto,
congregando a Consejos Comunitarios de territorios titulados, no titulados y
ancestrales; así como a organizaciones, redes y articulaciones del movimiento étnico afrodescendiente en el
país. Esta será una oportunidad histórica, única y propicia para nutrir de
contenido político al proceso étnico, si logra retar y contener la voracidad burocrática
de viejos liderazgos, declararse autónomo frente a la arremetida gubernamental
y fortalecer los lazos de hermandad entre las diferentes expresiones y
tendencias gestadas en el proceso de articulación del pueblo afrodescendiente
en Colombia.
El Congreso Nacional Afrocolombiano, recogiendo distintas voces responsables
de difundirlo, ha sido convocado como un escenario autónomo, de convocatoria amplia,
participación incluyente y pretensiones constituyentes, con el ánimo de imprimirle
dinamismo al movimiento étnico, definir procesos de interlocución; vigorizar la consulta previa y articular una
agenda propia que establezca los objetivos,
metas y prioridades a alcanzar en el reconocimiento e implementacion integral
de los derechos para
el pueblo afrodescendiente en Colombia.
De entrada, desde su instalación tendrá que enfrentar el dilema de cómo
denominar a sus convocados, toda vez que resulta insostenible alimentar la
confusión institucional que ha instalado la impronunciable e insostenible jerga
de “negros, afrodescendientes, raizales y palenqueros” con la que, so pretexto
de particularizar, se termina por facturar la común identidad que nos vincula a
todas y todos los que reconocemos a África como fuente de nuestra ancestralidad,
fundamento de nuestra presencia histórica y cimiente de nuestras culturas
reconfiguradas en América.
En igual sentido, habrá que romper discursivamente con una odiosa
distinción alimentada por el gobierno nacional y por algunos liderazgos
interesados en atizar fuegos, que insiste en dividir entre rurales y urbanos a los
afrodescendientes; justificándose en el reconocimiento jurídico de la ‘Comunidad
Negra’, denominada así en la Ley 70, cuya lectura restrictiva confunde a las
comunidades asentadas en zonas rurales ribereñas con la expresión y
configuración de la descendencia africana en cualquier zona del país, al punto
que piezas legales afortunadamente sin vigencia hoy asignaban a exclusivamente
a los Consejos Comunitarios la representación de la totalidad del pueblo
afrocolombiano.
De modo singular, el Congreso deberá leer la significación de la vida
urbana para la identidad cultural, la expresión societal y la orientación de
políticas públicas; considerando, entre otras cosas, que hoy nacen más
afrodescendientes en las ciudades que en los caseríos y centros poblados rurales
y semiurbanos. A esto se suma el continuo flujo migratorio tras la grave tensión
humanitaria que representan los procesos de desenraizamiento calculados perpetrados
por actores armados, emporios económicos y fuerzas institucionales confabulados
en contra de las comunidades que han logrado titulación de tierras, que están
en ese proceso o que resisten semejante andanada en el propio territorio.
Frente a todos los otros temas que constituirán las mesas de trabajo antes, durante y después del Congreso, se hace necesario encontrar una voz propia que
armonice las diferencias, reconozca las particularidades de lo rural y lo
urbano, respete y produzca confluencias en los distintos modos de vida de nuestras
comunidades y contribuya a articular una plataforma política de convergencia
sino unitaria, capaz de expresarse con osadía en las urnas, en procesos
movilizatorios y en las distintas expresiones de la vida pública en el país.
Se lee en los comunicados que el Congreso va. Me declaro emocionado y
activamente expectante por ello, porque creo que esta es la hora y el momento
justo para producir un salto cualitativo en las
formas de relacionamiento como comunidad, con la institucionalidad y frente a
la sociedad política colombiana que imprima un carácter propio al movimiento
étnico afrodescendiente en el país, diseñe un rumbo para la consolidación de
una agenda política étnica, defina una plataforma para la actuación en espacios
decisionales, aúne las diferentes expresiones, tendencias y perspectivas que se
expresan en nombre del movimiento y, finalmente, produzca una robusta batería
de políticas que impacten consistente y definitivamente en la transformación de las calamitosas condiciones materiales de
vida de buena parte de la población afrodescendiente en el país.
Para fortalecer la participación urbana en el Congreso y para perfilar la agenda urbana del movimiento, la concertación de organizaciones, comunidades, liderazgos y personas afrodescendientes COMUNAFRO, Comité Unitario Afrodescendiente de Medellín, está convocando igualmente a un Encuentro afrourbano a realizarse en los primeros días del mes de agosto; a lo que se suman una serie de encuentros preparatorios locales y regionales concertados con la Mesa Nacional impulsora del Congreso, cuyo nombre oficial es, hasta ahora, "Pimer Congreso Nacional Autónomo del Pueblo Negro Afrocolombiano, Palenquero y Raizal"; tal como aparece en la página oficial (ver).
Habrá que vigorizar las voces locales y regionales para que, más allá de las susceptibilidades y protagonismos vacuos, en el país se
escuche una consigna firme, capaz de evidenciar que en campos y ciudades, las y
los afrodescendientes se preparan para reunirse con todo y con toda; por todos
y para todos; tal como puede esperarse de un pueblo ducho en la experiencia de
reinventarse a sí mismo.
ResponderEliminar¿que leer de lo urbano en el congreso?
Esa es la tarea
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ResponderEliminarHermano, me pregunto por los elementos o eventualidades cruciales para leer la afrourbanidad, en relación con la ruralidad y la posibilidad de encontrarse (movimiento). En el caso nuestro, desde tu perspectiva, ¿cuales serían los aspectos a escenificar en el contexto de la construcción de movimiento social afro, en este congreso en particular? ¿que es lo afrourbano? ¿cuales son las lineas centrales de esta discusión en el marco del congreso?
En la siguiente entrada de este blog plantearé algunas puntada en torno a lo que propones como interrogantes. Muy valioso sería que tu igualmente "tires línea" sobre el asunto.
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