domingo, 5 de mayo de 2013

Mayo entre dos herencias...



Hace muy poco que Europa dejó de sostener una relación de dominación con África armada a sangre, fuego y vindicación del odio entre sus pueblos; sin que haya acabado todavía la expoliación de sus recursos, gracias a la presencia expansiva de sus empresas. Menos aun, ha terminado el proceso extensivo de la colonialidad con la que se condena al mundo africano a padecer los efectos de la inferiorización y el menoscabo de la dignidad de sus pueblos y sus descendientes, bajo procesos de expoliación capitalista.

En lo que no constituye un ejemplo sino una evidencia de la perversa simiente racializada con la que Europa parió su empresa, las recientes afrentas públicas contra la Ministra de Integración en Italia, Cecile Kyenge y las evidencias cotidianas de lo cómodamente instalado que permanece el racismo, nos advierten del tamaño, permanencia e intensidad de semejante perversión y de la urgencia por acrecentar acciones vigorosas y de impacto mundial, capaces de producir transformaciones de grueso calado en las estructuras de poder tras el sostenimiento de un mundo en el que, herencia indiseable, el otro puede aun ser fustigado sin represalias.


Cecile Kyenge es una mujer ciudadana italiana de origen congolés, recientemente nombrada en un cargo que la hace visible como la primera ministra (¡también por esos lares!) con tal procedencia étnica. Apenas nombrada, ha debido enfrentar el trato discriminatorio que la acusa de parecer “una buena ama de casa, pero no una ministra”.

Por estas latitudes, hombres y mujeres de descendencia africana reciben permanentemente tratos semejantes. “De qué cocina salió esta negrita”, le dijeron a una reconocida feminista y activista en Medellín en una reunión con funcionarios públicos. “¿Usted es el Rector?”, me preguntan con frecuencia, pese a verme sentado y trabajando en la oficina que así lo indica. “¿Qué se le ofrece?”, fue el saludo del portero de un edificio al primer gerente afrodescendiente que tuvo cierta empresa. Tres entre cientos o miles de evidencias que siguen sumándose en el expediente con el que se marcan los ritmos de la distinción racializada, enquistada, naturalizada e institucionalizada.

La Ministra Kyenge, quien se presentó por el Partido Democrático a la Cámara de Diputados italianos, es fuertemente criticada en las redes sociales en las que los extremistas hacen sentir el grito de “Italia para los italianos” confundido entre calificativos mordaces y ofensivos relacionados con la situación de la economía y la presencia de los migrantes provenientes de las antiguas colonias. Con altura y decoro, la ministra ha respondido a sus agresores, afirmando quesi no conoces al otros el racismo se incrementa, la discriminación se incrementa (…) las diferencias son un recurso”; poniendo de presente la riqueza que la inmigración debería representar en un mundo que, más allá de las mentalidades, las representaciones y las figuraciones del poder, no tiene fronteras.

Entre tantos comentarios en la red, recojo uno que resulta emblemático de la distorsión argumentativa en la que incurren quienes, posando de ilustrados, intentan separar lo intricado, confirmando lo evidente; que el capitalismo es racista:



Más allá de los debates con el multiculturalismo y la sociedad de cucaña que contribuye a sostener por su incapacidad para desvertebrar las estructuras de dominación tras el sometimiento a los pueblos que han padecido injusticias institucionalizadas, acusarlo de estimular el caos y el desempleo cuando promueve la garantía de derechos para las y los inmigrantes y la ciudadanía inmediata para sus hijos, no sólo parece ridículo sino que permite reconocer cómo aparecen instalados los imaginarios sobre el extranjero, la fijación de la pigmentación como distintivo discriminatorio y el inexistente cuestionamiento a la relación de dominio tras el modelo colonial con el que Europa domeña, somete y, luego, obvia cualquier responsabilidad en la restitución de la dignidad para los pueblos vapuleados por su arrogancia.

Tras siglos de despojo sobre África, el mal del racismo no cede. Sus hijos, hijas y descendientes, liberados ya de las cadenas de la esclavización, aun reciben el peso del señalamiento, la animadversión y el trato zaherido en privado, en público, a la vuelta de la esquina, en espacios comunicativos y en los odres del poder. De manera especial, quienes se ven forzados a engrosar las redes migratorias hacia los países europeos pasan por el gasto excesivo que conlleva verse inmersos en prácticas racializadas con las que se expresa la violencia de la relación de dominio capitalista, en la que el racismo constituye, como he escrito, “un componente fundamental e insalvable en el sostenimiento de las condiciones de opresión, exclusión y subordinación de los sujetos que, bajo el signo de la dominación y la explotación, son caracterizados y caricaturizados asignándoles marcadores mentales y señales corporales e ideológicas con las que se construye el imaginario que sostiene el etiquetamiento, la distinción y las formas de interacción”.

Insistir en desestructurar tales maneras, naturalizadas e institucionalizadas, de trato discriminatorio requiere luchar en red para enfrentar las múltiples y diversificadas afrentas contra la dignidad humana, agazapadas tras ideas obtusas presentes en prácticas virtuales, en las personificaciones del odio y en la exacerbación de lo homogéneo; tarea en la que los gobiernos y las instituciones públicas tienen una significativa misión que cumplir si es que se proponen contribuir a afianzar radicalmente los postulados igualitarios contenidos en casi la totalidad de sus constituciones y en los propósitos de inclusión tan vigorosamente publicitados como patéticamente anémicos en sus realizaciones.

Junto a ello, resulta urgente fundamentar y movilizar ciudadanías cada vez más informadas y empoderadas; decididas a apoyar y participar de las luchas antisistémicas con las que se apuntalan los resortes del rediseño del modelo económico planetario, a fuerza de nuestra incapacidad para extinguirlo.

Estos dos objetivos deben confundirse y publicitarse en este mes de mayo, dedicado a la celebración de la herencia africana; utilizando creativamente todos los medios disponibles para insistir en la lucha contra el racismo como un mal de implicaciones humanitarias.

2 comentarios:

  1. Definitivamente el racismo sigue presente a lo largo y ancho del Mundo, manifestado de múltiples formas. No duele tanto que lo niegue la gente de otras etnias, como sí que haya personas de la Etnia Negra que cometan la blasfemia de negarlo; como si esa fuera la mejor forma de hacerle el quite, cuando lo que a la postre se hace es seguirles el juego a los racistas. Negar que el capitalismo es racista, es como negar la madre que parió a quien lo diga. Excelente nota, Arleison. ¿

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    1. Muchas gracias por tu juiciosa lectura, compa. Aquí seguimos, batallando desde las trincheras de la intelectualidad.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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