“El error más grande que ha
cometido nuestro movimiento ha sido tratar de organizar a un pueblo dormido
alrededor de metas específicas. Primero hay que despertar al pueblo (…) para
que descubra su humanidad, su valor propio y su historia; entonces si habrá
acción”.
Malcom X
En una de su últimas entrevistas.
Por varios siglos, la historia de África en América ha sido
marcada por el imaginario de la esclavización como el único relato a partir del
cual se ha incorporado a su descendencia en el mito fundacional tras la
articulación de las naciones americanas, fundamentalmente asignándoles el
carácter de mano de obra introducida de manera forzada y calculada en la industria
mercantil dependiente de la extracción e importación de seres humanos, inaugurada
con la ampliación del horizonte comercial mundializado a inicios del siglo XVI.
Bajo esta práctica imperial europea, se desarticularon
familias, tradiciones, concepciones políticas, cosmovisiones y formas de
relacionamiento nacidos en las particularidades de las culturas originarias de
África; lo que debió significarse en la América continental y antillana promoviendo
la reconfiguración de la africanía en condiciones de desarraigo, vilipendio,
segregación y opresión. En un contexto de poder dual, frente a las del dominio,
la deshumanización, el terror y el castigo, fue preciso instalar un abigarrado expediente
de tecnologías libertarias que, aun hoy, espera por ser redescubierto,
estudiado, escrito y contado a las nuevas generaciones, por fuera de los moldes
académicos y societales de la esclavización omnicomprensiva; a la que el
programa UNESCO “la ruta del esclavo” todavía nutre.
Reconfigurando la ruta
La ruta del esclavo, desde su origen en 1993, resulta significativamente
bien intencionado pero desalentador en su propósito de develar las trazas de
los rumbos mercantiles en la denominada “trata esclavista”; toda vez que tras
esa estela lo que queda es la sensación de que las y los afrodescendientes
somos hijas e hijos de esclavos y no de africanas y africanos que gestaron
prácticas libertarias en su territorio originario tanto como en los barcos
esclavistas y, con mayor decisión aun, en el territorio americano. El matiz que
ello implica, resulta sustancialmente diferenciador.
Si bien el proyecto contempla la articulación de redes
temáticas que localicen y protejan el patrimonio material y documental asociado
al proceso esclavista manteniendo viva la memoria del comercio negrero,
promover las culturas vivas y sus manifestaciones artísticas y espirituales así
como fomentar la enseñanza y el aprendizaje en torno a África y sus
descendientes; es el primer componente de ese programa el que ha recibido una
especial consideración al descuidar el descorrimiento de los resortes sociales,
económicos y políticos tras la disposición del negocio genocida contra África;
así como las rutas libertarias emprendidas monte adentro y río arriba en
intensos procesos de cimarronismo y apalencamiento a lo largo y ancho del
continente americano.
Así, mientras en Colombia se ha seguido con filigrana el
proceso colonizador antioqueño, centrando en él el desarrollo económico del
país, habría que aventurarse a descubrir lo que significó en términos sociales,
políticos, culturales y ambientales la conquista del territorio articulador de
la ancestralidad afrodescendiente que vino a ser tímidamente reconocido como
baldío por el estado en la ley 70 de 1993; tarea significativamente descuidada
por la ciencia social en el país. Seguir este rastro, seguramente nos revele
mucho más de las rutas libertarias y los procesos de gestación de autonomías
territoriales y culturales por fuera del control estatal a lo largo de los
siglos que duró el proceso gestacional del cimarronaje y del apalencamiento
constitutivos del ideario de libertad de los hijos e hijas de África, en un
movimiento cartográfico río arriba y monte adentro.
Un programa de investigación con tal orientación favorecería
consistentemente la instalación del imaginario libertario, de la autonomía
creativa y del cimarronismo como el fundamento de la africanía restituida en
América y de la invención étnica afrodescendiente; articulando un mundo
simbólico enriquecido más allá de patrones culturales monolíticos, lenguas exclusivistas
y cosmovisiones únicas; tal como suele adelantarse el estudio indigenista, por
ejemplo.
Un crimen sin culpables
En un segundo momento, la reconstrucción de los propósitos
libertarios nacidos en el permanente agitamiento africano y afrodescendiente
frente al modelo colonial moderno implicaría avanzar en una dinámica de
producción de conocimiento que de sentido a la comprensión de la dualidad de
poder instalada en el contexto de la modernidad y sus impactos en la situación
actual de perdurabilidad del dominio (Hardt y Negri
2011, 81-142) .
De hecho, una de las claves del proceso de fijación de las prácticas
esclavistas tras la invención del negro, la fijación del negrismo, de la
racialización, del racismo y su significación en el mundo moderno nos lleva a
advertir el impacto perdurable de sus efectos.
Tal como reconociera Federico Mayor en su momento, “El estado de desarrollo de Africa no se
puede explicar sin la destructuración profunda de las sociedades africanas y la
sangría humana, intelectual y cultural de que, sistemática y duraderamente, fue
objeto ese continente durante los siglos de la trata de negros, transahariana y
transatlántica, pues es innegable que esa sangría ha repercutido en las
relaciones de fuerzas económicas y políticas entre las partes en el comercio
triangular” (Mayor 1994,
3) .
El que aun hoy el grueso de los más de 210 millones de
descendientes de africanos y africanas en América resulten altamente
representados en los menores indicadores de desarrollo humano en cualquiera de
los conteos y levantamientos estadísticos disponibles, constituye una evidencia
palmaria de la complejidad que el fenómeno de la dominación negrista moderna ha instalado en prácticas
sociales y definiciones de políticas públicas a lo largo de cinco siglos en el
continente americano (Sanchez y
otros 2009) .
Este agitar la memoria, presente en la ruta del esclavo,
implicará que pasemos de la contemplación pasiva de las cifras, códigos, rutas
y lugares a las claves interpretativas que permitan enfrentar los graves
dilemas de la dominación y la opresión política así como las posibilidades de
articular la pregunta por el poder y la distribución de sus beneficios, tras la
organización y movilización de colectivos étnicos a lo largo de América y,
especialmente, en Colombia; toda vez que no basta el recuerdo de la tragedia y
la victimización si tal desbarajuste no pretende ser reordenado y activado en
términos emancipatorios.
De la memoria a la
invención
Por ello, despertar la memoria no puede consistir solamente
en hacer eco de las rutas del proceso esclavista europeo sin alterar al mismo
tiempo la naturalidad con la que se presenta la configuración epistémica que
articuló esa industria.
En pleno decenio de los afrodescendientes, habría que
insistir en que resulta fundamental apuntalar un programa educativo que, antes
que ensañarse con la insistencia sobre la esclavización, resulte orientado a
restituir la memoria de la africanía reconfigurada en América a lo largo de
cinco siglos de resistir, cimarronear, apalencarse y reexistir resiliente;
levantando las cartografías que revelan semejante capacidad de poder, oculto
tras la exaltación hegemónica del imaginario de dominio europeo. Resulta
necesario enfrentar tal mistificación que, oculta tras razones económicas, no
permite ver las condiciones de dominio tras las cadenas y grilletes con los que
se inaugura la invención de la modernidad y del negrismo subsecuente.
Por supuesto que se debe conocer el peso de la esclavización
en la medida en que tal crimen aun subsiste en el mundo y que su instalación,
siglos atrás, produce todavía consecuencias casi imborrables. Empero, la labor
educativa tras las rutas de la memoria debería enfocarse fundamentalmente en
las formas ricas y diversas como resultó posible hacerse un pueblo cuya
configuración remite a África reelaborada en las junturas éticas, gramaticales,
políticas, organizativas, artísticas, culinarias, botánicas, espirituales y
bióticas tras las huellas del pensamiento y la tradición presente, recuperada y
reelaborada en sus descendencia. Consistentemente, la ruta de la herencia
africana resultaría entonces mucho más rica que la propuesta, justificatoria y
sin castigo, de hacer memoria de la esclavitud.
Trabajos citados
Mayor, Francisco.
«Prefacio.» En La ruta del esclavo , de UNESCO.
UNESCO, 1994.
Sanchez y otros, John
Anton. Afrodescendientes en América Latina y el Caribe: del reconocimiento
estadístico a la realización de derechos. CEPAL, 2009.
Maestro de maestros gracias por sus apuestas o apreciaciones, debo decir que le admiro por tan prodigiosa forma y sentido de pertenencia y manera de defender nuestra cultura y ser impulsor del desperrtar de nuestras gente.
ResponderEliminarSe le aprecia su liderazgo y empoderamiento desde Necocli: RUBY URANGO TAPIAS
Apreciada Ruby
EliminarEstamos para servir a nuestra gente, para insistir en nuestra lucha y para vivir por nuestra herencia.
Gracias por tu generoso comentario.
gracias por esos escritos.
ResponderEliminarEnith, muchas gracias por leerlos.
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