sábado, 25 de mayo de 2013

¿La ruta del esclavo?


El error más grande que ha cometido nuestro movimiento ha sido tratar de organizar a un pueblo dormido alrededor de metas específicas. Primero hay que despertar al pueblo (…) para que descubra su humanidad, su valor propio y su historia; entonces si habrá acción”.
Malcom X
En una de su últimas entrevistas.

Por varios siglos, la historia de África en América ha sido marcada por el imaginario de la esclavización como el único relato a partir del cual se ha incorporado a su descendencia en el mito fundacional tras la articulación de las naciones americanas, fundamentalmente asignándoles el carácter de mano de obra introducida de manera forzada y calculada en la industria mercantil dependiente de la extracción e importación de seres humanos, inaugurada con la ampliación del horizonte comercial mundializado a inicios del siglo XVI.

Bajo esta práctica imperial europea, se desarticularon familias, tradiciones, concepciones políticas, cosmovisiones y formas de relacionamiento nacidos en las particularidades de las culturas originarias de África; lo que debió significarse en la América continental y antillana promoviendo la reconfiguración de la africanía en condiciones de desarraigo, vilipendio, segregación y opresión. En un contexto de poder dual, frente a las del dominio, la deshumanización, el terror y el castigo, fue preciso instalar un abigarrado expediente de tecnologías libertarias que, aun hoy, espera por ser redescubierto, estudiado, escrito y contado a las nuevas generaciones, por fuera de los moldes académicos y societales de la esclavización omnicomprensiva; a la que el programa UNESCO “la ruta del esclavo” todavía nutre.


Reconfigurando la ruta

La ruta del esclavo, desde su origen en 1993, resulta significativamente bien intencionado pero desalentador en su propósito de develar las trazas de los rumbos mercantiles en la denominada “trata esclavista”; toda vez que tras esa estela lo que queda es la sensación de que las y los afrodescendientes somos hijas e hijos de esclavos y no de africanas y africanos que gestaron prácticas libertarias en su territorio originario tanto como en los barcos esclavistas y, con mayor decisión aun, en el territorio americano. El matiz que ello implica, resulta sustancialmente diferenciador.

Si bien el proyecto contempla la articulación de redes temáticas que localicen y protejan el patrimonio material y documental asociado al proceso esclavista manteniendo viva la memoria del comercio negrero, promover las culturas vivas y sus manifestaciones artísticas y espirituales así como fomentar la enseñanza y el aprendizaje en torno a África y sus descendientes; es el primer componente de ese programa el que ha recibido una especial consideración al descuidar el descorrimiento de los resortes sociales, económicos y políticos tras la disposición del negocio genocida contra África; así como las rutas libertarias emprendidas monte adentro y río arriba en intensos procesos de cimarronismo y apalencamiento a lo largo y ancho del continente americano.

Así, mientras en Colombia se ha seguido con filigrana el proceso colonizador antioqueño, centrando en él el desarrollo económico del país, habría que aventurarse a descubrir lo que significó en términos sociales, políticos, culturales y ambientales la conquista del territorio articulador de la ancestralidad afrodescendiente que vino a ser tímidamente reconocido como baldío por el estado en la ley 70 de 1993; tarea significativamente descuidada por la ciencia social en el país. Seguir este rastro, seguramente nos revele mucho más de las rutas libertarias y los procesos de gestación de autonomías territoriales y culturales por fuera del control estatal a lo largo de los siglos que duró el proceso gestacional del cimarronaje y del apalencamiento constitutivos del ideario de libertad de los hijos e hijas de África, en un movimiento cartográfico río arriba y monte adentro.

Un programa de investigación con tal orientación favorecería consistentemente la instalación del imaginario libertario, de la autonomía creativa y del cimarronismo como el fundamento de la africanía restituida en América y de la invención étnica afrodescendiente; articulando un mundo simbólico enriquecido más allá de patrones culturales monolíticos, lenguas exclusivistas y cosmovisiones únicas; tal como suele adelantarse el estudio indigenista, por ejemplo.

Un crimen sin culpables

En un segundo momento, la reconstrucción de los propósitos libertarios nacidos en el permanente agitamiento africano y afrodescendiente frente al modelo colonial moderno implicaría avanzar en una dinámica de producción de conocimiento que de sentido a la comprensión de la dualidad de poder instalada en el contexto de la modernidad y sus impactos en la situación actual de perdurabilidad del dominio (Hardt y Negri 2011, 81-142). De hecho, una de las claves del proceso de fijación de las prácticas esclavistas tras la invención del negro, la fijación del negrismo, de la racialización, del racismo y su significación en el mundo moderno nos lleva a advertir el impacto perdurable de sus efectos.

Tal como reconociera Federico Mayor en su momento, “El estado de desarrollo de Africa no se puede explicar sin la destructuración profunda de las sociedades africanas y la sangría humana, intelectual y cultural de que, sistemática y duraderamente, fue objeto ese continente durante los siglos de la trata de negros, transahariana y transatlántica, pues es innegable que esa sangría ha repercutido en las relaciones de fuerzas económicas y políticas entre las partes en el comercio triangular (Mayor 1994, 3).

El que aun hoy el grueso de los más de 210 millones de descendientes de africanos y africanas en América resulten altamente representados en los menores indicadores de desarrollo humano en cualquiera de los conteos y levantamientos estadísticos disponibles, constituye una evidencia palmaria de la complejidad que el fenómeno de la dominación  negrista moderna ha instalado en prácticas sociales y definiciones de políticas públicas a lo largo de cinco siglos en el continente americano (Sanchez y otros 2009).

Este agitar la memoria, presente en la ruta del esclavo, implicará que pasemos de la contemplación pasiva de las cifras, códigos, rutas y lugares a las claves interpretativas que permitan enfrentar los graves dilemas de la dominación y la opresión política así como las posibilidades de articular la pregunta por el poder y la distribución de sus beneficios, tras la organización y movilización de colectivos étnicos a lo largo de América y, especialmente, en Colombia; toda vez que no basta el recuerdo de la tragedia y la victimización si tal desbarajuste no pretende ser reordenado y activado en términos emancipatorios.

De la memoria a la invención

Por ello, despertar la memoria no puede consistir solamente en hacer eco de las rutas del proceso esclavista europeo sin alterar al mismo tiempo la naturalidad con la que se presenta la configuración epistémica que articuló esa industria.

En pleno decenio de los afrodescendientes, habría que insistir en que resulta fundamental apuntalar un programa educativo que, antes que ensañarse con la insistencia sobre la esclavización, resulte orientado a restituir la memoria de la africanía reconfigurada en América a lo largo de cinco siglos de resistir, cimarronear, apalencarse y reexistir resiliente; levantando las cartografías que revelan semejante capacidad de poder, oculto tras la exaltación hegemónica del imaginario de dominio europeo. Resulta necesario enfrentar tal mistificación que, oculta tras razones económicas, no permite ver las condiciones de dominio tras las cadenas y grilletes con los que se inaugura la invención de la modernidad y del negrismo subsecuente.

Por supuesto que se debe conocer el peso de la esclavización en la medida en que tal crimen aun subsiste en el mundo y que su instalación, siglos atrás, produce todavía consecuencias casi imborrables. Empero, la labor educativa tras las rutas de la memoria debería enfocarse fundamentalmente en las formas ricas y diversas como resultó posible hacerse un pueblo cuya configuración remite a África reelaborada en las junturas éticas, gramaticales, políticas, organizativas, artísticas, culinarias, botánicas, espirituales y bióticas tras las huellas del pensamiento y la tradición presente, recuperada y reelaborada en sus descendencia. Consistentemente, la ruta de la herencia africana resultaría entonces mucho más rica que la propuesta, justificatoria y sin castigo, de hacer memoria de la esclavitud.

Trabajos citados

 Hardt, Michael, y Antonio Negri. common Wealth. El proyecto de una revolución del común. Akal, 2011.
Mayor, Francisco. «Prefacio.» En La ruta del esclavo, de UNESCO. UNESCO, 1994.
Sanchez y otros, John Anton. Afrodescendientes en América Latina y el Caribe: del reconocimiento estadístico a la realización de derechos. CEPAL, 2009.



4 comentarios:

  1. RUBY URANGO TAPIAS26 de mayo de 2013, 8:03

    Maestro de maestros gracias por sus apuestas o apreciaciones, debo decir que le admiro por tan prodigiosa forma y sentido de pertenencia y manera de defender nuestra cultura y ser impulsor del desperrtar de nuestras gente.

    Se le aprecia su liderazgo y empoderamiento desde Necocli: RUBY URANGO TAPIAS

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    1. Apreciada Ruby
      Estamos para servir a nuestra gente, para insistir en nuestra lucha y para vivir por nuestra herencia.

      Gracias por tu generoso comentario.

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  2. ENITH CRISTINA MOSQUERA LOZANO27 de mayo de 2013, 21:02

    gracias por esos escritos.

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Gracias por tu comentario.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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