Tal vez uno de los mayores problemas que tenemos quienes aspiramos a aportar a la lectura y significación de los procesos étnicos afrodescendientes lo constituya la ausencia de una tradición editorial de diálogo con África, cuyo mayor impacto es la lastimera evidencia de la precariedad de estudios y publicaciones provenientes de aquellas fronteras en la lengua que hablamos. Así a algunos pueda resultarles posible leer a tales autores en Inglés o en Francés, un sólido proyecto editorial que aumente la disponibilidad de lecturas africanas y la calidad de las ideas que circulan sobre sus culturas, escuelas y tradiciones, auspiciado por organismos internacionales como UNESCO, Ministerios de Cultura y Educación, universidades, asociaciones universitarias, grupos y centros de investigación dedicados al estudio de África y la afrodescendencia, constituiría un aporte invaluable que, hoy inexistente, parece urgente.
La ausencia significativa de
trabajos e investigaciones provenientes de África, que han logrado reconfigurar
y replantear el conocimiento occidental eurocentrado; tributario de esfuerzos
intelectuales como el del infatigable Cheikh Anta Diop o, más recientes como los
de Emmanuel Chukwudi Eze resultan extraños en las librerías de nuestras
ciudades y, sorprendentemente, todavía más por su práctica ausencia en las
bibliotecas, incluidas las universitarias. Tal ausencia no sólo hace patente el
carácter domesticado de nuestras fuentes editoriales y la ruptura epistémica
que todavía será necesario alimentar entre nosotros sino además pone un serio
cuestionamiento a la calidad de las lecturas étnicas de las que disponemos en
Colombia y quizá en América del Sur.
De hecho, el que tales autores
estén disponibles, sean conocidos e incluso hagan parte de cursos y programas
de investigación en centros escolares, institutos y universidades de habla
inglesa debería llevarnos a considerar el impacto que tiene el que
efectivamente nos encontramos influenciados por tales ausencias en la
reproducción de un africanismo eurocentrado
y eucentrado, altamente dependiente
de traducciones provenientes de tal imaginario intelectual e incluso de traducciones
híbridas producto de dobles asistencias interpretativas entre sus lenguas.
Bajo tal situación y ante la
falta de una industria editorial que estimule traducciones propias, habría que celebrar
la importación de producciones editoriales como las que adelantan las
editoriales españolas Bellaterra y Akal, cuyos procesos de edición digital les
han permitido ampliar a otros públicos el conocimiento especializado de quienes
leen y escriben en inglés, francés e incluso en las propias lenguas africanas;
rompiendo igualmente el circuito articulado en torno a las muy buenas pero
excluyentes colecciones adelantadas por Trotta, Alianza, Ariel o FCE con las que
hemos robustecido nuestra precaria formación.
No sólo por el bajo nivel de
interés editorial sino además por la inexistencia de centros de idiomas
africanistas, el acercamiento académico al mundo africano (para quienes
padecemos de ansiedad y pasión por tales asuntos) se constituye igualmente en
un límite para avanzar consistentemente en el conocimiento directo de
las culturas africanas contemporáneas tanto como en el acercamiento a los estudios
sobre el África precolonial y el universo panafricano poscolonial.
La impronta del inmortal Anta Diop, por ejemplo, dada la inexistencia de traducciones de sus obras en
torno a la reconfiguración y entendimiento del Africa precolonial, constituye
un claro sesgo en la manera como activistas, liderazgos, organizaciones y movimientos
locales defienden sus nociones en torno a la historia de África; promoviendo
incluso desconocimientos bien intencionados. De igual manera, las limitantes en
la disponibilidad de los trabajos editados por el filósofo Emmanuel Chukwudi
Eze, dedicados a entender la racionalidad que instala las relaciones
filosóficas, éticas y políticas que nutren el racismo en occidente y promover
la originalidad del pensamiento y la renovación intelectual del mundo
poscolonial africano, apenas si resultan conocidos por estos lares[1].
La consecuencia resulta
perturbadora: A falta de tan significativas lecturas en la lengua que hablamos desconocemos
que, con probadas evidencias, autores de origen diverso han demostrado el
carácter espurio de la línea ateniense de la filosofía, prestada y robada de
tradiciones de pensamiento fuertemente ancladas en África; que diversos autores
han demostrado la pertenencia racial del antiguo Egipto y las amañadas
torsiones apologéticas de una ciencia biológica y genética eurocentrada; que
tales estudios han develado y revelado la verdadera
historia africana en los orígenes de la civilización humana y el caudal nutricio
de África en el desarrollo de la ciencia occidental; asuntos que podrían rastrearse y enseñarse en nuestras aulas y en los procesos organizativos que estimulamos si conociéramos y pudiéramos leer autores que escriben en inglés y en francés y
que seguramente no estarán disponibles en esta lengua jamás o por mucho tiempo.
Para aportar a este proceso de descubrimiento
intelectual de la historia y del pensamiento africano sería necesario apoyar
aventuras coleccionistas como el Centro Nacional de Estudios y Documentación de
las Culturas Afrocolombianas, de la Universidad Tecnológica del Chocó; pero
mucho más necesario resulta que, especialmente, las universidades étnicas con
las que contamos y, por lo menos, aquellas arraigadas en territorios con alta
población afrodescendiente como la Universidad de Antioquia o la Universidad
Nacional de las y los colombianos, se arriesgaran a establecer un fondo editorial
que haga disponibles para sus estudiantes y para el país entero un significativo
conjunto de obras y autores del mundo panafricano traducido en la lengua que
hablamos.
Por supuesto exagero, pero sería maravilloso asistir a las ferias de libros y encontrar -¡por fin!- algo interesante qué leer...
[1]
En nuestro idioma se encuentran los tres tomos de su antología del “Pensamiento
Africano”, editados por Bellaterra. En 2012, esta misma editorial ha traducido
de Cheikh Anta Diop uno de sus clásicos "Naciones negras y cultura”,
increíblemente no disponible en las librerías locales.
Me parece muy interesante esta propuesta. El Ministerio de cultura tiene las convocatorias de Estímulos y Concertación, en dónde en lo referente a Poblaciones debe tener una linea para traducir documentos de interés al español, y si no la tiene, pues a proponerla amigos.
ResponderEliminarUn abrazo
Ojalá. Estoy en esas a ver quien sabe lo que no sabemos.
EliminarHola, amigo:
ResponderEliminarMe parece muy valiosa su propuesta. Ojalá encuentre eco y se pueda cristalizar para beneficio de nuestra cultura Afro. Los afrocolombianos necesitamos conocer, así sea someramente, la literatura africana para reafirmarnos como afrodescendientes y enriquecer nuestra cosmovisión. Particularmente me siento privilegiado de haber podido leer la obra "Weep not, Child", del escritor keniata Ngugi Wa Thiongo, que me sirvió como ventana para asomarme a la Africa de los Kikuyus (o Mau Mau) y su heróica rebelión contra los invasores ingleses, que nos debería servir de ejemplo a los chocoanos.
Un saludo fraterno,
De ahí que no se trate solamente de poder leer en una segunda lengua sino de ampliar las fronteras epistémicas en la propia.
EliminarArleison, buenos días.
ResponderEliminarLeo bastante seguido sus buenos artículos, bien sustentados y buenas propuestas como la presente.
Crear un fondo editorial para traducir en castellano lo que se difunde en otras leguas sobre el "Saber Africano", me parece fundamental. Ello por cuanto a las editoriales particulares no les interesa difundir este tipo de saber. Lo digo porque desde París, traté de contactar una editorial en Bogotá, para hacer traducciones precisamente sobre los libros de los DIOP, entre ellos el que usted presenta y el libro "L´origine negro-africaine du savoir grec", "El origen negro-africano del saber griego", Jean Philippe OMOTUNDE. No recibí ninguna respuesta de la casa editora pese a mis insistencias.
Para la revista "Présence africaine" igualmente editada por los DIOP, escribí y me publicaron artículos en dos ocasiones: "Realidad cultural afrocolombiana",2004; "El ekobio mayor",2007,sobre Manuel Zapata Olivella con motivo de su primer aniversario, ello recordando que fue francófilo y recibió premios de parte de dicho país.
Es decir que es urgente crear uno o varios fondos editoriales, para dar a conocer otros saberes y otro punto de vista de la historia.
Por tales razones apoyo su propuesta y lo felicito.
He aquí la evidencia más fehaciente de tal urgencia. No sólo requerimos tales fondos editoriales sino además la sensibilidad editorial para apoyar tales publicaciones.
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