jueves, 14 de mayo de 2020

La Tiranía del cuerpo

La pregunta sempiterna por el sentido del ser, con la que inicia cualquier posibilidad de filosofar o de pensar meditativo, choca hoy con una ruidosa imposibilidad discursiva, animada en la evidencia de andar sin sentido. En los hablantes de turno, expertos unos y hechiceros otros, reconocemos al ser irremediablemente situado: el ser ahí, cuyo dominio mundano resulta cargado de perplejidad, contradictoriamente inmundo e indómito por sí mismo. Dominado, controlado y confinado por fuerzas y órdenes externos.

La levedad insoportable, lo efímero imperante, la unidimensionalidad victoriosa nos acercan día a día a la nada; no a una pluralidad de sentidos sino al sinsentido, a la vaciedad, a la vacuidad, al retorno de la angustia eterna encubierta en pócimas de diversión, consumo y hedoneidad o espectáculo, clausurados al momento como eventos masivos bajo la gubernamentalidad del cuerpo enclaustrado y sin apertura a los otros, alimentada por saberes bioquímico y virológico.

La angustia sobreabunda. No ante la condición de existir aherrojado en el mundo sino ante la posibilidad de morir, de dejar de estar. La angustia reconfigura los meandros del miedo a la cercanía, a los fluidos, al contacto humano, al contagio y a la transmisión. Miedo a perder la vida, contra toda lógica, mientras se está viviendo; porque los cuerpos en trato diario transportan enfermedades y muerte en sí mismos, sin haberlo deseado, permitido o decidido.  Cuerpos instituidos que se debilitan y se hacen emisarios de la muerte colectiva.   

Si la materialidad, la Physis ha resultado hasta ahora un límite a la condición humana, es ella misma en cuanto estructura, molde y forma de la vida humana la que anula la significación del ser con otros, obliga al distanciamiento, provoca el aislamiento que no sólo previene ante la posibilidad de morir sino que cede la orientación y control de la cotidianidad a la irresistible aquiescencia de la institucionalidad política, ordenadora de la biología, de la dinámica y de la voluntad de los cuerpos encerrados y los contactos clausurados. Padecemos una especie de aplazamiento del tiempo humano, en cuanto vivimos sin vivir; prisioneros del orden social que administra al detalle, vigila celosamente y castiga con severidad la espontaneidad del vivir para sí, justificándose en la advertencia por la democratización del hacer morir.

Tal vez lo más recalcitrante del actual periodo de encerramiento sea la no voluntariedad del mismo, lo que inaugura un periodo de la existencia humana vacío de intercambio social, en el que la autoridad sobre el cuerpo ha sido incorporada, cedida al gobernante so pretexto de llenar de contenido la existencia social, mientras se vacían las calles, las escuelas, los lugares de ocio, los entornos productivos, los escenarios del amor y el entretenimiento grupal y colectivo; el mundo de la vida.

Ocupados en no morir, mientras la coexistencia queda en suspenso por alta y baja manifestación viral, desde el mundo que se supone a sí mismo civilizado se escucha la algarabía de quienes reclaman el sacrificio de los cuerpos fatigados por el paso del tiempo. Que las generaciones pretéritas resistan pareciera no hacer parte de acuerdos societales por el reparto igualitario del bienestar, imputando a los cuerpos viejos un estado patológico y peligroso que puede deprivarse del uso hospitalario ante el desgaste de su potencial para producir anticuerpos y la carencia de suficientes implementos sanitarios. El homo economicus reduce así la existencia humana a la capacidad de respuesta molecular ante un virus; sin importar su evidente presencia sobre todos los géneros, sectores, clases, colectivos, grupos e individuos considerados en riesgo.

Si la pregunta griega dibuja un cuerpo prisión del alma, lo que hoy nos encontramos es un cuerpo prisionero de sí mismo, inmóvil, encajonado, peligroso; sin posibilidades de experimentación de la experiencia alterativa en aquello que define y da funcionalidad al mundo humano; en medio de gubernamentalidades que despliegan estrategias de contención y confinamiento tan populares como inusitadas: el orden de lo social se institucionaliza y se hace a sí mismo pandémico en tiempos de pandemia.

#LaNotaDelJueves

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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