jueves, 23 de abril de 2020

No hay tiempo de llorar


En tiempos de crisis unos lloran y otros venden pañuelos, dijo el financista. También hay quienes se aseguran de que nunca falte quien llore, advirtió el predicador.




Los críticos de las instituciones, en viejos o nuevos modelos, suelen encontrarse animados por su convicción de que los asuntos públicos deben verse sometidos a la pretendida acción omnipotente de los mercados. Si algo ha confirmado esta crisis planetaria por una pandemia de proporciones perdurables es que, hoy más que nunca, necesitamos instituciones fuertes previendo contingencias, proyectando el futuro y actuando con oportunidad y en conjunto; precisamente lo que el mercado no está en condiciones de ofrecer.


El cúmulo de decisiones que implica el reordenamiento de la economía, la asignación de recursos públicos, la disposición de insumos, implementos y materiales, la supresión de efectos legales y la imposición de otras medidas regulatorias, el apoyo a los más vulnerables y la atención a los más pobres no puede dejarse al arbitrio de improvisadores ni puede caer en la arrogancia de los personalismos. 

La atmósfera de desigualdad en la que respira y se realimenta el modelo de capitales no sólo dibuja escenarios de precariedad para individuos y grupos en entornos locales. También refleja las protuberantes brechas existentes entre regiones subnacionales, al igual que entre países y regiones. Los efectos de tal situación se perciben de inmediato: en los países con una baja capacidad productiva de bienes y servicios, los sistemas hospitalarios y los equipamientos para el aseguramiento de la salubridad no sólo son precarios sino imposibles de conseguir a los precios que actualmente se imponen en el comercio trasnacional; condenando a las regiones más pobres a su interior a padecer la inclemencia de la imprevisión y la negligencia de sus autoridades y exponiendo a una mayor cantidad de individuos a las incurias y crueldades de la enfermedad, la inseguridad, la pobreza y el hambre.

De ahí que contar con instituciones multilaterales, nacionales y subnacionales que operen con rigor técnico, saber disciplinar y resolución asertiva nunca haya sido más imperioso; mucho más si la política ha de concitar en diferentes niveles y a diferentes actores en la configuración de un modelo institucional fundado en la protección humana, la garantía de derechos (salud, entre ellos) y la extensión del bienestar que responda a los propósitos y objetivos del desarrollo sustentable y a la lucha de la humanidad contra la injusticia, la desigualdad y la pobreza. 

Si el capitalismo no sólo está en crisis sino que las produce y parece inexorable que la comunidad humana tenga que armar y reconfigurar su existencia y perdurabilidad dentro de ese sistema, sean cuales sean sus reformas, se requiere afirmar protocolos, metodologías y estrategias coordinadas que faciliten la actuación en redes gubernamentales y multilaterales sólidas, operativas e incidentes, más allá de la eterna retórica hueca de las asambleas, de las cumbres plagadas de discursos grandilocuentes y de las legislaciones nacionales desprolijas de interés colectivo y favorables al interés particular y corporativo. 

La concentración de la acción pública al ritmo de los mercados no resulta sustentable ni sostenible: precariedad hospitalaria, respiradores inexistentes, camas faltantes, personal médico insuficiente, equipamiento limitado y defectuoso son consecuencias de pésimas decisiones que manifiestan el desafuero y perversidad con la que se convirtió a la salud en un negocio privatizado para capturar el dinero de los aportes de los trabajadores y los recobros a las instituciones estatales, mientras se desfinanció y desabasteció la red hospitalaria e incluso se desmontaron las salvaguardas y garantías del sistema de salud pública.

Si lo que requerimos son instituciones fuertes, no provendrán de los mercados. Sólo una ciudadanía movilizada, activa y vigilante de las actuaciones públicas podrá proveerlas, definitivamente.

#LaNotaDelJueves

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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