jueves, 16 de abril de 2020

Antes que todo se desmorone

#LaNotaDelJueves

Amartya Sen nos ayuda entender que “la tendencia de la economía ha descentrado la atención en el valor de las libertades para fijarse en el de las utilidades, la renta y la riqueza”. Esta obcecación por radicalizar el mercado ha puesto en riesgo el desarrollo de las libertades sociales, políticas y económicas, aminorando las posibilidades de enriquecimiento y mejora de la vida humana en conjunto mientras se acrecientan las riquezas materiales particulares de los más ricos.


Uno de ellos, Bill Gates, a propósito de la reciente pandemia, propone que los gobiernos del mundo inviertan en “inmunizar a la población contra la enfermedad”, justamente cuando los gobiernos reaccionan protegiendo los mercados y alimentando el apetito de riesgo de los financistas, al mismo tiempo que los dueños de empresas alimentan la incapacidad de comprar por desempleo manifiesto o agotamiento de salarios, mientras la gente se pone en riesgo saliendo a la calle a resolver la urgencia de comer y preservar sus familias. En ese contexto, la de Gates parece un propuesta que nació muerta, mucho más si se considera el activismo especulativo de los mercados situando a altos costos los insumos médicos que, venden al mejor postor y en contra de las naciones más pobres y endeudas, obstaculizando su adquisición.

La situación parece inverosímil: en el peor momento de la economía planetaria en las dos décadas del siglo XXI los estados apuntalan mercados en lugar de cuidar a la gente, evidenciando su marcado compromiso con el sostenimiento del modelo de capitales, a toda costa. Si la pregunta del día fuese si puede el capitalismo proveer de herramientas solidarias a la humanidad, al segundo se escucha un contundente y amplificado no: Ante semejante sinsalida, los cerramientos fronterizos y aun todavía persistentemente neoliberales, impiden que se avance en alternativas solidarias planetarias consistentes, firmes y sostenibles.

Desgastado el proyecto ilustrado de la modernidad e imposible el sostenimiento de una sociedad abierta en contextos corporativos en los que los perpetuadores del modelo de capitales han cooptado hasta la saciedad la administración y gestión de las instituciones públicas, padecemos las consecuencias de los desesperantes tiempos de espera caracterizados por frecuentes movilizaciones de colectivos, hoy en cuarentena, cuyo accionar resulta líquido y gelatinoso, evidenciando la ausencia de un sujeto capaz de provocar transformaciones sostenibles y perdurables. Contra estos, en el modelo de capitales sus agentes aprenden, reeditan e intensifican ataques y afrentas al bienestar humano angostando las posibilidades de perturbación del sistema.

Si la única alternativa, cuando no hay alternativas es procurarse nuevas alternativas, nuestra época es una abierta convocatoria a la innovación y al descubrimiento de inéditas e inexploradas rutas tras la posibilidad de hacer una economía y un mundo a escala humana, más allá de la poquedad de los guarismos financieros y las tablillas acumulativas. A menos, que aceptemos con resignación que ya no son posibles las utopías ni la configuración de innovaciones y debamos acostumbrarnos a la reproducción del desencanto y a la desproporción del hastío que nos condenan a mal vivir y mal morir en esta pasmosa fábrica de la desigualdad.

Quienes, sin ser marxistas, buscamos una síntesis alternativa que también incluya lo más granado de esta perspectiva, no rechazamos la posibilidad de que el aseguramiento de la vida humana pase por la intervención necesaria y oportuna de instituciones políticas reguladoras. Por ello nos resulta claro que las rutas para rehacer al mundo no provendrán de las clases dirigentes que hoy las controlan.

Tal como Carlos Marx advirtiera, en toda época las ideas de la clase imperante son las ideas gobernantes; mucho más en naciones armadas al antojo de clientelas que se adueñaron de todo lo que pudieron y se acostumbraron a mimetizar el afán de lucro y la pasión acaparadora en medio de las leyes, decretos y políticas, asegurando para sí al Estado como la expresión de sus intereses. Reitero lo escrito en otra parte: “si es que se quiere apostar a recomponer el rumbo de nuestro tiempo se precisa ajustar las prácticas de los movimientos sociales hasta robustecer su contundencia en estos desesperantes tiempos de espera”.

Es preciso entonces sovacar el espíritu del capitalismo que, afirma Weber, impregna y regula todos los actos de la vidahumana con un sentido intensamente pietista de los negocios. Si la prosecución de las alternativas por las que se justifica y requiere la acción de los nuevos movimientos sociales, de las plataformas cooperadas y de los espacios de autoconvocatoria puede arribar a tierra firme en medio de los tiempos líquidos que padecemos, es urgente y necesaria la invención de estrategias que hagan posible el disfrute de la libertad humana sin desmedro de la dignidad. En ese proyecto la acción de los gobiernos tampoco puede consistir en disponer de las instituciones para el servicio de los señores del dinero sino, muy por lo contrario, se funda en reconfigurar las rutas del bienestar humano como un impostergable, más allá de la salud y conveniencia de los negocios.
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Sen. A. Desarrollo y Libertad. Planeta, 2000. Arcos, A. Tiempos de espera. Neoconservadurismo y movimientos sociales en la segunda década del siglo XXI. Oximora, 2014 Weber, Marx. C. & Engels, F. La ideología alemana. Univalencia, 1991 M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. FCE, 2003

1 comentario:

  1. Siempre contundente, mi hermano. ¿Cómo animar el fortalecimiento del movimiento en tiempos "líquidos y gelatinosos"? ¿Cómo prepararnos y actuar en el durante y en la era poscoronavirus, en las cuales las voluntades de élites y gobiernos evidentemente están más dispuestas a alimentar la mayor concentración posible?

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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