miércoles, 8 de abril de 2020

El gobierno de los expertos


Al mundo debería gobernarlo gente que sepa qué, cuándo y cómo hacer lo que resulta más conveniente, pertinente y oportuno. En altamar, recuerda Platón, el barco debería ser conducido por quien conozca la ruta, bajo el consejo de quienes dominen los métodos de navegación. Por ello, como el capitán altamente conocedor, el gobernante de la República debería ser quien resulte más sabio, de modo que liderar el barco represente seguridad, confianza y rumbo cierto; no un desatinado juego especulativo. Pocas veces ocurre, sin embargo, que las sociedades humanas manifiesten contento con las decisiones de su gobernantes y, menos aún, acontece que estos sean sabios o, por lo menos, sensatos y prudentes. 



Lo que vemos es que en tiempos en los que los mercados demuestran su incompetencia para operar como cohesionantes sociales, los gobernantes son intencionalmente arrastrados a tomar decisiones tan impopulares como ineficaces; obsequiosos al favor y consejo de los ricos cosmopolitas y sus asesores, acrecentando desigualdades para la clase media y sosteniendo el estropicio de los más pobres y vulnerables. Basta con una rápida observación a las graves crisis epidémicas y pandémicas presentadas en lo que va del siglo XXI, los brotes de Ébola, H1N1, Gripe Aviaria, Covid19, así como el desasosiego endémico provocado por la hambruna, el desabastecimiento, la precarización laboral, el paro prolongado y la pobreza. Cada ciclo de tragedia deja claro que el capital cobra a precios de salvajismo y muerte el malestar que genera al preocuparse, sin rubor, por la estabilidad económica antes que por el bienestar humano; reiterando la evidencia de que la vieja idea de bien común reposa en libros y no en las leyes y políticas definidas bajo este modelo.

En un mundo obnubilado por indicadores financieros y utilidades rentabilísticas se avasalla a los individuos, incluso a los altamente educados, y se los convierte en meras unidades productivas cuya capacidad de decisión y diseño del futuro queda circunscrita a cifras, dictámenes y resoluciones tomadas en escenarios de los que permanecen al margen. La macroeconomía, la planeación estratégica, el crédito y endeudamiento con la banca multilateral, el manejo de reservas, la eufemística balanza cambiaria, la planeación del desarrollo nacional obedece más a los intereses de lucro y competencia propicios a gremios, corporaciones y financistas que a la dignificación humana y a la configuración de nuevos valores para la economía del bien común, garantista, cooperativa y solidaria, como la reclama Christian Felber, desde hace una década.

En manos de gobiernos incapaces de hacer bien una sola cosa, muchas variantes se yuxtaponen y se ensayan sobre la marcha sin la dinámica, la capacidad, los dispositivos ni las herramientas suficientes para concretarlas y hacerlas funcionar. Tal como reconoce Joseph Colomer, analista del gobierno mundial de los expertos; contra la política, la tecnocracia se impone sin que logre articular lo que por décadas se ha perfilado como un gobierno planetario que aporte al mejoramiento y perfectibilidad humana.


Los gobernantes, instrumentos diligentemente útiles del entramado corporativo que fomenta la acumulación también desde las funciones estatales, usan la ley y las políticas como instrumento de control estratégico y herramienta de imposición a la ciudadana de un orden favorable a las pretensiones plutocráticas. De hecho, las profusas recomendaciones de los Tanques de Pensamiento, Laboratorios de Ideas, Grupos, Clubes e Institutos expertos, organismos multinacionales y consorcios multilaterales no aciertan a darle rumbo a las decisiones gubernamentales; agravando con frecuencia las situaciones que recomiendan impactar. Aun así, persisten en alimentar las políticas con diagnósticos, pronósticos y recomendaciones tan parcializadas como vacilantes, en las que lo único consistente es el volumen de apropiación de capital que resultará favorable a grupos, clanes y clientelas específicas, domeñadoras de individuos e instituciones; descuadernando aún más el contrato social. 

He ahí las razones por las que hoy, con cientos de millones de vidas humanas en peligro y pese a que parece prematura cualquier medida tomada para contener una pandemia insospechada, los gobiernos pretenden retornar a los trabajadores a sus empleos y a contactos de alto riesgo, azuzados por los acumuladores de riqueza para quienes resulta preponderante el bienestar de la economía y la reactivación de la producción a toda costa; celosamente fieles al precario código rentabilístico que constituye el espíritu del capital, para el que gobiernan.

1 comentario:

  1. Mi estimado profe, favorito. Muchas veces suelo leer los aportes que academicos e inteletuales, como usted nos comparte para reflexionar sobre el acontecer nacional e internacional. Muchas gracias por permitirnos seguir trasngrediendo los canales no formales. Ashe!

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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