martes, 9 de junio de 2015

ANAFRO: ¿esperando para hacer historia?


Dibujo de la poeta y activista sudafricana
Lebo Mashile.
El reciente fiasco institucional mediante el cual se adoptó un plan de desarrollo contrario al querer y a la voluntad del pueblo afrodescendiente en el país pues -digan lo que digan- no fue consultado, no sólo deja el sinsabor de la derrota en los estrados judiciales en los que se disputó tal tesis gubernamental. También evidencia la incapacidad que tiene hoy el movimiento étnico afrocolombiano para llevar masivamente a la calle a quienes, prisioneros aun del “alguien debería”, se expresan airados en corrillos festivos y atrios parroquiales, a espaldas de cualquier proceso movilizatorio activo y consciente.

Si bien fueron muchas las voces que se dejaron sentir y todavía se escuchan, a lo largo y ancho del país se termina por aceptar, una vez más, el dictado gubernamental y legislativo, que cuenta con un séquito de asesores afrodescendientes muy bien pagados para que sigan haciendo lo que han hecho en los últimos veinte años: vender a su pueblo.


En plena instalación del decenio afrodescendiente, se ve a mucha gente subirse al bus de las convocatorias, las sesiones inaugurales y las comitivas palaciegas; posando como representantes afrodescendientes y recibiendo regalitos y dádivas de los ministerios del Interior y de Cultura, con los cuales el gobierno Santos pretende ganar indulgencias, pese a haber sido descaradamente obsceno en alentar el manoseo contra la Consulta Previa, Libre e Informada, conceder títulos mineros oprobiosos para buena parte de las comunidades en el Pacífico, promover la apropiación extranjera irregular sobre buena parte del territorio nacional habitado por comunidades de descendencia africana en Colombia y hacerse de la vista gorda ante el arrecio criminal de los señores de la guerra sobre el Pacífico y buena parte de los territorios historicamente pertenencientes a nuestras comunidades.

En pleno decenio afrodescendiente, sin embargo, las organizaciones nacionales permanecen en silencio; las movilizaciones de los estudiantes afrodescendientes ni siquiera logran ser publicitadas, las mujeres continúan encapsuladas en sus microcircuitos organizativos y las convocatorias a movilización permanecen en el mayor de los mutismos. De hecho, una proclama tan seria, dura y dolorosa como la proferida por la Autoridad Nacional Afrocolombiana (ANAFRO) y el proceso de Agenda Común para la Gobernabilidad en los Territorios Ancestrales del Pacífico y Valles Interandinos. AC, del pasado 23 de mayo, pasó sin pena ni gloria porque, a pesar de ser muchas las organizaciones, liderazgos y activistas; no hemos podido dar el paso de reconocer a la ANAFRO como el producto de la decisión autónoma y libertaria del pueblo afrodescendiente, aunque, paradójicamente, así la reconoció la Corte Constitucional al institucionalizar lo ocurrido en el Primer Congreso Nacional Autónomo del Pueblo Afrocolombiano reunido en Quibdó en 2013

En ese Congreso, el Presidente Santos manifestó; “De aquí, de este Congreso, deben salir los mecanismos y la estructura del más alto nivel que habrán de representar a nuestras comunidades afrocolombianas. Es decir: ustedes han sido dueños de todo el proceso y lo seguirán siendo durante su materialización”. Efectivamente, pese a las dificultades por su reconocimiento torpemente discutido por la desvergüenza imperante en ciertos circuitos a los que escucha, alimenta y compra el gobierno  (y, por lo mismo, puede acusarlos sin rubor de corromper el sentido de la Consulta Previa), de Quibdó salió una autoridad del Pueblo Afrocolombiano; la cual ha venido haciendo su trabajo de depurar documentos, afinar estrategias y avanzar en la preparación de las decisiones que se deberán tomar en el Segundo Congreso. Aunque perseverante, ha trabajado más en el silencio que con bombos y platillos. Sus avances deberían ser conocidos ampliamente, informados en medios masivos y acogidos por liderazgos, organizaciones y procesos serios con que, afortunadamente y en medio de tanto oportunismo, cuenta nuestro pueblo.

Hoy se impone la necesidad de conocer e implementar el mandato del Primer Congreso, poniéndole polo a tierra a los compromisos que la gubernamentalidad debe acatar, según le ordenó la Corte constitucional., Hoy también se impone que avancemos en el afinamiento y la consolidación de un mecanismo de coordinación nacional del pueblo afrodescendiente en Colombia que, sin vulnerar ni violentar la autonomía regional y local, aúne las diferencias y nos provea de un instrumento de acción robusto, vigoroso y potente, capaz de ser oído en los ámbitos decisionales y de ser acatado en las comunidades de base, en sus liderazgos, en los Consejos Comunitarios y en las organizaciones que se dicen del movimiento.

Esperar sentados a que pase la historia no es lo nuestro. Durante décadas y siglos hemos hecho nuestro camino sin el Estado e incluso en contradicción con este. A lo largo y ancho del país las comunidades siguen resistiendo los inclementes embates del capitalismo expansivo camuflado de desarrollo, nuestros niños siguen muriendo por la falta de mínimos vitales asegurados, falta agua potable en nuestros pueblos ( y no sólo entre la población indígena que logra la sensibilidad natural de los medios), las excavadoras siguen ahí dragando y destruyendo ríos, montes y selvas protegidos por mucho tiempo con prácticas de equilibrio entre el consumir y el preservar, tal como nos las enseñaron los abuelos y abuelas, los bosques desaparecen y con ellos especies animales y bioforestales que hemos protegido por siglos, se acumulan los muertos racializados en los barrios de las ciudades y, aun así, increíblemente seguimos esperando, hablando del deber ser y tolerando autorrepresentciones de postín; olvidándonos de que nuestros ancestros no aprendieron a esperar sino que emprendieron su camino libertario monte adentro y río arriba. Ese mismo monte y ese mismo río que hoy, territorio en disputa, están en serio riesgo de dejar de ser nuestra casa ancestral, incrementando víctimaciones y vulnerabilidades en campos y ciudades.

En pleno decenio afrodescendiente, hago un llamado a la ANAFRO para que, sin miedo y sin más espera, se presente al país defendiendo lo que ha venido construyendo en estos dos años de ires y venires, contra el querer gubernamental y la pasión caníbal de aquellos pocos que, incapaces de sobrevivir sin los favores gubernamentales y las dádivas ministeriales, despedazan con voracidad lo que valientemente se construyó en el Congreso de Quibdó.

Sobre la ANAFRO como base de un sólido instrumento de coordinación nacional, aspiremos a que al segundo Congreso lleguen todas y todos los que puedan entender que, si esta es la hora para el pueblo afrodescendiente, no será callados ni quietos como nos registrará la historia. 

1 comentario:

  1. Arleison que bueno que pongas el tema organizativo en debate. En esta esquina del país ha salido adelante el paradigma de negociar localmente y por separado... de ese modo no se resuelven los problemas estructurales de las comunidaes y muchas veces las agencias esdtatales "desconocen" de facto a quienes han sido los líderes y lideresas de esta larga historia.

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