Temor y temblor enmarcan las emociones y sentimientos en el ambiente
étnico nacional, toda vez que, a realizarse en la emblemática ciudad de Quibdó,
la convocatoria al Congreso Nacional Afrocolombiano ha ganado una singular importancia;
generando una incomparable expectativa en la comunidad afrodescendiente, en la
medida en que tal convocatoria constituye un llamado y una oportunidad
incomparable para desmontar las prácticas indecorosas con las que se ha
fomentado la injerencia indebida del Estado en asuntos centrales del desarrollo
autónomo de las comunidades ancestrales y de aquellas que, articuladas en nuevos escenarios
de ancestralidad, configuran sus identidades en torno a la común descendencia
africana.
Para el gobierno nacional, lo que debería pasar en Quibdó apuntaría a
consolidar sus propósitos de contar con un escenario de legitimación de políticas sensibles para la economía nacional y los oligopolios concentrados en la explotación de minerales, la extacción maderera, la bioproducción y la concentración de tierras, cuyos proyectos deben contar con la
aquiescencia de los pueblos étnicos como lo han ordenado las altas cortes. El
propósito manifiesto por los emisarios estatales evidencia desde ya su interés
en controlar y delimitar la agenda del desarrollo social y económico, promoviendo las inveteradas prácticas de bolsillo lleno sobre algunos
liderazgos.
Sin embargo, lo que realmente está en juego en Quibdó es la existencia
del pueblo afrocolombiano y su capacidad para convocarse, determinarse y
movilizarse en torno a una agenda social, política, económica y cultural
autónoma, participativa e incluyente; que dé cuenta de la pertenencia a la
descendencia africana en Colombia, contribuya al reconocimiento de sus diversas
expresiones identitarias y particularidades territoriales, articule una
plataforma de actuación concertada y formalice los instrumentos, mecanismos y
procedimientos de regulación, toma de decisiones, interlocución y movilización
organizada y coordinada.
Con artes de prestidigitadores, los agentes del gobierno aspiran a controlar y recortar la agenda afrodescendiente del Congreso Nacional Afrocolombiano, mientras las comunidades se encuentran en la disyuntiva de continuar divididas o articular un movimiento étnico fuerte, con agenda propia. Por eso, más allá de la discusión de la consulta previa, la conformación de la
comisión consultiva y la legitimación de piezas legislativas específicas, el
momento deliberativo que se escenifica para el pueblo afrocolombiano tiene
visos constituyentes en la medida en que se abre la posibilidad de entenderse
unitario y actuar de manera concertada, articulando - en torno a un ideario propicio para la incidencia política y la interlocución interinstitucional- a los
consejos comunitarios y las diferentes expresiones organizativas asentadas en
territorios ancestrales, comunidades campesinas y escenarios urbanos.
Ante la posibilidad de estructurar nuevos espacios participativos, mejores
mecanismos de interlocución y configurar
una ruta autonómica que recupere las lecciones aprendidas tras décadas de
frustraciones, inversiones mal planificadas, indicadores deplorables, políticas
ineficaces, actuaciones desorganizadas, agendas insignificantes e injusticias
que se perpetúan; el gobierno tiembla y añora los tiempos en que bastaba
concertarse con unos pocos consultivos para alcanzar su cometido. Empero, la
comunidad afrodescendiente del país ha ganado una mayor conciencia respecto de
lo que significa su participación en el desarrollo social, político y económico
nacional; protagonismo evidente ante el agotamiento de las instancias
participativas que existieron hasta hace poco en las que se desplegaba la capacidad de cooptación que
instaló el gobierno nacional sobre la comisión consultiva y en torno a procesos
de consulta previa amañados, venales y, no en pocas ocasiones, adelantados en
contravía de las expectativas y necesidades de las mismas comunidades
afrocolombianas.
Resulta claro que muchos de los asuntos con los que finalmente se
confeccione la agenda política del pueblo afrocolombiano estarán en la misma
orbita que la del gobierno e incluso requerirán el establecimiento de
procedimientos de interlocución y concertación con el empresariado y sus gremios. Asuntos como la
instalación de la Comisión Consultiva, el perfeccionamiento de la Consulta
previa para que efectivamente resulte libre e informada, las urgentes reformas al
código minero, la tramitación e implementación de políticas de desarrollo rural
y urbano, la transformación de las Comisiones Autónomas Regionales y de otros
organismos de protección ambiental y la definición de políticas públicas con
sistemas de indicadores diferenciales entran en el circuito en el que, a
distintas voces, habrá que encontrar estrategias articuladoras. Dados los antecedentes,
resulta cierto que es posible construir puentes entre unos y otros; sin
embargo, el punto de partida de lo que se debate asume de modo realista que tanto
las prácticas y, sobre todo, los intereses en juego resultan abiertamente incompatibles
hoy.
Seguramente, el gobierno nacional esperaría acaparar todos los ámbitos
de la discusión en el escenario instalado en Quibdó, como lo ha ventilado hasta
ahora en los congresos regionales. Sin embargo, él dinamismo y la fortaleza del
movimiento étnico afrocolombiano está en juego y deberá ser probada su capacidad
para confrontar críticamente las prácticas y discursos que se han instalado, en
buena medida con la complacencia y la mezquindad de algunos liderazgos
afrocolombianos, sobre los cuales se cierne un fuerte cuestionamiento.
Si se presta suficiente atención, lo que las voces locales y
regionales permiten escuchar es un clamor creciente y tumultuoso, anunciando el
porvenir. Sin romanticismos arcaicos, ni especulaciones vanas, el pueblo afrocolombiano
aspira a alcanzar ¡por fin! su propia voz; incluso contra quienes, agazapados
a su interior, se preparan para exhibir frente al gobierno y el gran capital sus
desgastadas rodilleras.
Desde luego, este evento está rodeado de muchas expectativas; no sólo la de nuestra Etnia Negra de Colombia; sino de muchas otras personas del país y del Mundo.
ResponderEliminarDios ilumine a nuestra gente para que el evento se desarrolle en medio de la ecuanimidad y la sindéresis; y que las conclusiones colmen esas expectativas mencionadas.
Igualmente, que sea éste un espacio donde el Estado asuma compromisos estructurales con nuestras comunidades.
De acuerdo, en juego hay muchas cosas: Nuestros territorios rurales, estructura organizativa o Movimiento Social Afrocolombiano, un proyecto político ambicioso bien hilvanado; en suma, nuestro desarrollo socio-económico.
Indudablemente, Arleison, esta es una oportunidad de oro que no debemos desaprovechar para que sigamos avanzando en el propósito de encontrar la luz al final del túnel.
Gracias por tu comentari, Nicolás.
EliminarCompletamente de acuerdo contigo en que esta es la hora; mi hermano.
Excelente exposición y argumentación de los alcances del evento a realizarse próximamente. Asistí a uno de los precongresos y al terminar la jornada me di cuenta de que estaba llena de vacíos por la falta de claridad tanto de las personas que quisieron de alguna manera coordinar el espacio, como de los dirigentes o líderes que nos "guían", de alguna manera se mostraron como siempre, manejando información sólo entre ellos y nos dieron a entender una vez más que así mismo se quiere manejar la participación de nuestra comunidad en los espacios de poder que están en juego y que algunos han podido saborear viciosamente. Es éste artículo un muy buen comienzo para adentrarse en el conocimiento real de lo que se nos viene pierna arriba y su importancia para nuestro futuro como comunidad, política y social. Gracias.
ResponderEliminarComapañero o compañera:
Eliminar¡Gracias por su comentario!
Con certeza sabemos que esta es la posibilidad de que, más allá de los conciliabulos, concretemos una ruta propia, que lea con osadía lo que se avecina y nuestras posibilidades de enfrentarlo como pueblo étnico.