Las declaraciones del polémico
diputado antioqueño Rodrigo Meza, según las cuales “la plata que uno le meta al
Chocó es como echarle perfume a un bollo” evidencian cuan generalizado se ha
hecho el pensar que el Chocó es el asiento privilegiado de la putrefacción
administrativa; como si esa fuese la división territorial más corrupta del
país. Esta entelequia opera en simultánea con otra según la cual el Chocó es un
Departamento pobre, económicamente dependiente de la nación y de Antioquia, que
no puede siquiera autoabastecerse.
Curiosamente, de la corrupción en
el Chocó se habla mucho, especialmente en la fragilidad de las notas de prensa;
pero se escriben muy pocas páginas académicamente consistentes que contribuyan
a esclarecer la dimensión e intensidad del fenómeno y su afectación en el
tratamiento de los problemas en ese territorio; quedando la duda por qué tan
fundadas son estas afirmaciones, si se cuenta con cifras para desmentirlas o
para advertir si la participación departamental en dicho fenómeno constituye o
no la principal barrera para su desarrollo.
Antes que buscar razones
exculpatorias, sí resulta necesario precisar las características de ambos fenómenos
y su impacto en el bienestar de la población chocoana; pues preocupa
sobremanera la alta representación de la población de ese departamento en las
cifras e indicadores de inequidad en el país; así como resulta chocante el que
los propios hijos de ese departamento desgranen el erario público con la participación
y connivencia de familias clientelares como los clanes Montes de Oca y los
Torres, con varios de sus integrantes en la cárcel por diversos delitos;
situación que suma al panorama general del Departamento erigido como tal bajo
el liderazgo, entre otros, de Diego Luís Córdoba en 1947.
Soplan malos aires
La corrupción, más allá de
condicionantes morales cotidianamente reconocidos, puede entenderse como “el abuso de posiciones, poder o confianza,
para beneficio particular en detrimento del interés colectivo, realizado a
través de ofrecer o solicitar, entregar o recibir, bienes en dinero o en
especie, cambio de acciones, decisiones u omisiones” (Transparencia Internacional 2000, 15) . Tal como opera en
relaciones de intercambio entre agentes particulares y gubernamentales
orientados por el afán de lucro personal o corporativo, antes que oficiantes
del bien común; la corrupción afecta la comprensión de la función pública y las
finalidades del Estado, desdibujando la idea según la cual “el trabajo del
servidor público le pertenece esencialmente a la sociedad” (Gonzalez García 2000, xvii) .
Por ello, contra el conjunto de
la ciudadanía; son las familias plutocráticas (aunadas por la voracidad con la
que consumen y acumulan en su provecho los recursos públicos), así como las
redes clientelares y su capacidad para capturar y apropiarse del aparato
gubernamental y de la prestación de justicia, las que resultan beneficiadas con
el control administrativo al convertir en instrumento de saqueo el erario
público y los bienes que el Estado administra o produce o que transa con la
participación de agentes particulares y agremiados.
Pese a su frecuencia y
perdurabilidad, como tal, sólo recientemente se adelantan estudios que midan su
intensidad en América Latina, marcados en buena medida por la tradición
anglosajona (Parker
y otros 2004); leídas bajo el lente global del buen gobierno, la
eficiencia en la administración pública y la modernización del Estado (Secretaría de la Función
Pública 2005; Calderón 2003). Junto al Índice de Percepción de la
Corrupción, que pretende medir el impacto institucional en los países
estudiados por la ong Transparencia Internacional. En la medición 2012,
Colombia continúa como país con alta percepción de corrupción; muy lejos de
Chile que es el suramericano de mejor figuración en esta ocasión. Al interior
del país, El Chocó no es el departamento con más alto índice de corrupción,
aunque se ubica muy cerca de esa base en la medición del Índice de
Transparencia Departamental que realiza Transparencia por Colombia.
¿Un
departamento pobre u olvidado?
El
Chocó ha vivido épocas de prosperidad y relativo crecimiento, que no se
compadecen con su actual estado calamitoso. De hecho, según un estudio del Banco de la
República, antes que la corrupción, al menos cinco serían las causas de las
barreras que actualmente afectan el desarrollo de este departamento colombiano:
“1. El legado colonial que se refleja en unas instituciones
débiles; 2. Las condiciones geográficas y climáticas que afectan la
productividad de los factores, aumentan sus costos de transporte y aíslan el
departamento del resto de país; 3. La baja dotación del recurso humano
chocoano; 4. La estructura económica especializada en un sector, la minería del
oro, que tiene muy poca participación en la generación del valor agregado
colombiano; y 5. La desintegración del departamento de la actividad económica
nacional” (Bonet 2007) .
Empero pueda registrar periodos
de florecimiento comercial y minero significativos que marcaron sitiales de importancia entre la primera y
segunda guerra mundial gracias a la extracción de platino, el dragado del oro y
la producción maderera (Bonet, 2007; González, 2003), el Chocó se sumirá en una situación
de crisis protuberante desde mediados del siglo XX; a la cual habría aportado
el hecho de que, pese a llegar a ser el principal exportador mundial de
platino, la región y el país no recibieron regalías por tal actividad (Leal León 2009). En efecto, históricamente estos dos metales no han producido un considerable incremento
de las regalías para los municipios y departamentos extractores. Para más males, hacia 1928,
incluso el empréstito y la entrega de créditos se verán seriamente afectada por
el hecho de que la población no contaba con títulos de propiedad sobre la
tierra (Bonet 2007, 18) ; tal como se
advierte al momento de implementar la ley 70 de 1993 en la que, todavía, se
reconoce como baldíos estos terrenos que han sido ambientalmente protegidos y conservados por las comunidades afrodescendientes e indígenas, dedicadas
al usufructo para el pancoger dados los altos costos de la producción agrícola sin vías de acceso y penetración adecuadas.
No
obstante el significativo
crecimiento del PIB en la década de los ochenta (Barón 2003, 9), al Chocó lo bloquea la alta dependencia de la
minería de aluvión y la aparente imposibilidad para desarrollar una industria
ganadera y agrícola exitosa debido a las
altas tasas de pluviosidad[1];
evidente en el casi inexistente desarrollo de haciendas en ese departamento[2].
Paradójicamente, la extensión de
apenas 136 kilómetros que tiene la carretera Quibdó – Medellín, por la que se
nutrirá un importante intercambio cultural entre los departamentos del Chocó y
Antioquia, se convertirá en un factor de empobrecimiento dada la
imposibilidad de supervivencia para una industria endeble y, prácticamente, de
autosubsistencia como la que presentaba el que sería departamento hacia 1947;
lo que favorecería la instalación de empresarios antioqueños que llegaron a la
región posesionándose del mercado local (González Escobar 1997) y abasteciendo a
Antioquia de oro extraído del Chocó para su posterior fundición concentrada en
Medellín, tal como ocurre hasta hoy, con un subregistro de la producción de
metales del segundo y un incremento considerable de la del primero. Pese a los
muertos que ha generado y el deterioro del transporte comercial y de pasajeros, ésta carretera, aun hoy espera por su terminación.
Pese a las afirmaciones de que la
economía del Chocó es deficitaria, habría que preguntarse si, a diferencia de
lo que ocurre en otros países con aguas del Pacífico; lo que ha ocurrido en el
departamento registra el que no se haya fortalecido su potencialidad económica
orientada hacia los negocios marítimos, la explotación piscícola y turística
especialmente; que vendrían a significar un fuerte impulso al desarrollo de
renglones económicos alternativos propios de la vocacionalidad de este
departamento, favorecido además por ser el único con aguas en los dos océanos.
¿Y cómo voy yo?
Es cierto que cuando se consulta
el índice de transparencia departamental, adelantado por Transparencia por
Colombia, se advierte que los resultados para Chocó distan mucho de ser
ejemplares. Sin embargo, sus niveles de riesgo son tan altos como los de
Guainía, La Guajira, Cesar o Putumayo y relativamente mejores que los de
Amazonas o Guaviare; considerando además los problemas que puedan justificar la
baja visibilidad en la información[3],
pues el subregistro de la misma tira hacia abajo los indicadores medidos.
Antioquia, contrario a lo que podría suponerse a partir de las palabras del
señor Meza, se ubica en nivel medio, lo cual por supuesto es mejor que lo que
ocurre en Chocó pero le deja muy por debajo de departamentos como Santander, Caldas
o Boyacá que puntean en dicho índice.
Si se mira el conjunto, la
situación nacional se refleja en sus departamentos. De hecho, el informe de
Transparencia por Colombia afirma que “Ninguna de las gobernaciones se ubicó en bajo riesgo de corrupción, es decir, ninguna obtuvo puntajes totales superiores a 89.5/100” (Transparencia por Colombia 2010, 1); con lo que se advierte el carácter complejo y extendido del fenómeno en todo el país y no exclusivamente en un departamento como el Chocó.
Tomando exclusivamente los datos
de la región Pacífico, Chocó presenta un subregistro en la visibilización de su
información contractual y de la sometida a inspección y vigilancia estatal que
afecta significativamente la percepción de transparencia. Es preciso afirmar, aún con la falta de
datos, que la percepción de transparencia pública en el Chocó es terriblemente deficitaria
comparada con sus vecinos regionales:
Ilustración 1 Fuente: Transparencia
por Colombia ITD - 2008-2009
No obstante, si se revisan otros índices, el
del Chocó tampoco es el de mayor riesgo. Así por ejemplo, en el Índice de
Integridad de los Gobiernos, Asambleas y Contralorías Departamentales,
adelantado por el Banco de la República, el Chocó no figura entre los de mayor
riesgo:
Ilustración 2: Fuente Presentación OCASA - Transparencia por Colombia
Pese a tal posición variable de
acuerdo a lo que midan los indicadores, lo cierto es que la percepción de
corrupción en el Chocó afecta significativamente la confianza en la gestión
pública. Varios factores influyen en esta situación: El incumplimiento en
entrega de información contable[4],
las debilidades en la modernización administrativa[5],
la ausencia de estrategias de promoción social y la deficiencia en la formación
de los funcionarios; tanto como el hecho de no contar con buzones de
sugerencias ni una página web en la que se pueda consultar la información
auditable. Ello limita las posibilidades para que la ciudadanía haga
seguimiento a trámites, procesos contractuales, planes de compra, plazos de
ejecución, calidad de las inversiones y seguimiento al papel de las
interventorías.
A ello se suman sonados casos de
apropiación indebida y malversación de fondos[6],
a los juicios de responsabilidad fiscal y los procesos de destitución e
inhabilidad de buena parte de sus exalcaldes y exgobernadores; pese a que hoy
exista una oficina de responsabilidad fiscal que, según su lema, existe “para
recuperar la confianza con un control fiscal oportuno y efectivo” (ver).
Lo paradójico es que, salvando
las proporciones, pese a que su riesgo de corrupción sea menor que el del
Chocó, Antioquia se ubica en el último lugar en la región occidente en la que
se la sitúa; con lo que tampoco resulta suficiente y sí muy generoso el pensar que
por estos lares las cosas van bien:
Ilustración 3 Fuente: Transparencia
por Colombia ITD - 2008-2009
Si se revisan los resultados
entre Antioquia y Chocó y se los compara con el Departamento de mejor
desempeño, lo que encontramos entonces es que, si bien la situación del Chocó
es calamitosa, los datos de Antioquia no constituyen el mejor referente de
transparencia; por lo que falta sentido a la expresión injuriosa más que
acertada, del señor Meza:
Es evidente que la corrupción
afecta sustancialmente la transparencia en la gestión pública y la confianza en
las instituciones del Estado. De igual manera, por tratarse del departamento
insignia de la afrodescendencia en Colombia, resulta escandaloso que en el
Chocó sean sus propios hijos e hijas los emisarios y gestores del agenciamiento
corporativo plutocrático con el que se exhibe con total arrogancia la rapiña
que, al llegar a un cargo público o tratar con este pone el erario público en
condición de bien transable bajo prácticas de mercado; operando una especie de
Ley de Heródes[7]; pigmentada
en este caso, en la que hecho al cargo público o te enriqueces o desmereces[8].
Para 2005,
cuando empieza a hacerse contundente el descrédito de las instituciones
públicas en el departamento, el desglose de las mediciones del ITD se observa
así:
Ilustración 5 Fuente: Transparencia
por Colombia ITD - 2004-2005
Pese a su importancia, la dependencia de la información oficial o de ley, así como la debilidad en los procesos de observación ciudadana a la gestión no favorecen que el ITD sirva para evidenciar hechos de corrupción ni procesos de apropiación y captura de la función pública en los organismos estatales. Habría que demandar entonces un mayor compromiso de las autoridades públicas en la presentación de la información auditable, de manera que se ajuste la proporción con la que el fenómeno de la corrupción impacta la percepción de transparencia; posibilitando una mejor reacción ciudadana ante el mismo.
No es tan caro el perfume…
Es clarísima la relación entre corrupción
y pobreza en el mundo. Tal como se registra si se cruza el índice de Desarrollo
Humano alimentado por el PNUD con el Indicador de percepción de la corrupción se
evidencia que entre más transparente sea un país, mayores fortalezas tiene para
incidir en las afrentas contra el desarrollo Humano. Sin embargo, como con
cualquier otra medida, esta regla podría tener excepciones.
En el ámbito local, como lo
demuestran las altas tasas de afectación a necesidades básicas insatisfechas, la
precariedad en la prestación de servicios educativos y la afectación sustancial
a la garantía del derecho a la salud, evidenciando el alto riesgo y la
vulnerabilidad manifiesta en la que se encuentra la población del Chocó; a lo
que se suma la incidencia del conflicto armado y el masivo destierro de su
población.
Así, si se observa la precariedad en las inversiones públicas
relacionadas con equipamiento vial, escolarización e instalaciones
hospitalarias. El Estado central le debe al Chocó; lo que no se compadece con
la afirmación según la cual en el Chocó cualquier inversión es plata perdida.
Como demuestra Bonet, “al simplemente asumir que la causa del atraso chocoano
son sus altos niveles de corrupción, se está desconociendo la realidad
histórica de abandono estatal, de debilidad institucional y de condiciones
geográficas y climáticas adversas que han condicionado su desarrollo social y
económico. Por su puesto que la corrupción es parte del problema pero no es lo
único, ni debe ser excusa para evadir las responsabilidades que cada uno de los
niveles de gobierno tiene con los habitantes de este departamento” (Bonet 2007, 56) .
Pese a haber intervenido y
nombrado a funcionarios de otros departamentos para administrar la salud y la
educación del Chocó, el control de la salud y la educación por parte de la
nación no contuvo la situación de desprotección en la que se encuentra la
población del departamento, presentándose igualmente situaciones aberrantes con
testaferros, cobradores y abogados venales a los que poco o nada ha importado
el nivel de afectación de sus acciones sobre el reparto de malestar en el
departamento, inventándose procesos amañados que contaron con el contubernio de
varios jueces.
Como se desprende del informe del Observatorio de Discriminación
Racial (Rodriguez Garavito, Alfonso
Sierra y Cavelier Adarve 2009) , el Chocó es el
departamento privilegiado por la inacción y precariedad estatal; como quiera
que las partidas dirigdas hacia ese departamento no están encaminadas a
transformar significativamente las condiciones sociales calamitosas ni a
satisfacer con mejores inversiones las necesidades no satisfechas, comparativamente
mayores a las del promedio nacional. De hecho, lo que evidencian las cifras es
que el Chocó recibe menos de lo que debería. Para 2004, esta era la situación: “las transferencias del SGP al Chocó en 2004 fueron 286.358
millones de pesos. Si tomamos la población del censo de 2005, tendríamos que
por cada habitante chocoano se transfirieron 648.757 pesos. Asumiendo un
escenario de cero corrupción en el que cada habitante recibe directamente su
participación en el SGP que le corresponde, el PIB por habitante del Chocó
pasaría de 2.402.278 a 3.051.035, un aumento del 37% con respecto a la
situación inicial17. Ahora
bien, con relación al promedio nacional, el PIB per cápita pasaría de ser el
42% al 54%. Una mejora importante pero no suficiente para lograr que los
chocoanos tengan un producto per cápita al menos similar al del colombiano
promedio” (Bonet 2007, 55) .
Siguiendo
con el ejercicio en el área de la salud, Bonet afirma: “Otro
ejercicio se podría hacer con las transferencias del SGP destinadas a salud,
uno de lo sectores críticos del departamento. De acuerdo con la información del
Departamento Nacional de Planeación, el Chocó recibió 57.862 millones de pesos
para ese sector en la vigencia 2005. Teniendo en cuenta que la población
atendida es, según el Departamento Administrativo de Salud y Seguridad Social
del Chocó, 243.361 personas, la transferencia por persona atendida es de
237.764 pesos. Si el objetivo es lograr la cobertura total en el departamento,
para atender a los 126.987 habitantes pobres que están por fuera del sistema,
se deben girar 30.192 millones adicionales; es decir, que las transferencias
del SGP deberían ascender a 88.055 millones, un 52% más de lo que se giró en
2005. Lo anterior asumiendo que la infraestructura existente es suficiente para
atender al total de la población, lo cual es poco probable y, por lo tanto, se
requerirán inversiones adicionales que no se están considerando en este
ejercicio”.
Apostarle a hacer las
cosa bien
Aunque los recursos por SGP se han incrementado desde 2010 al
aplicar nuevos criterios de asignación, la estadística deficitaria resulta
igualmente significativa (MDGIF 2012) . Por ello, habrá que
esperar las primeras valoraciones del plan de desarrollo departamental 2012 –
2015 que identificó como problema central la agudización de la marginalidad, la
pobreza y la falta de participación ciudadana en las decisiones públicas, el
plan de desarrollo para el Chocó identificó los propósitos de actuación ética,
legal y transparente, bajo la administración del hoy todavía suspendido, por
ordenar arreglar una escuela en 2005, Luís Gilberto Murillo.
La liquidez del Departamento ha mejorado significativamente,
aunque el reto para los liderazgos al frente del Departamento y su capital será
ahora sostener indicadores de solvencia que superen la venalidad con la que se
han administrado los recursos del Departamento y fomenten prácticas de gobierno
sostenidas para la transformación de las condiciones de inequidad que padece la
población:
Los propósitos de legalidad, transparencia y acutación ética deberán
concretarse en una mayor capacidad de vigilancia y control transparente del
gasto público y de los ingresos gubernamentales percibidos del Sistema General
de Participaciones, fortalecidos con la entrada en vigencia del Sistema
Nacional de Regalías; pues, en la medida en que constituyen los dos principales renglones de los que
depende la economía departamental, se convierten igualmente en la fuente de mayor atención por parte de quienes actúan moviendo los hilos de las redes clientelares:
Ilustración 5 Fuente SGR. Distribución de regalías del SGR proyectada a
2014
El reto para el Gobernador Murillo
(quien, ojalá, triunfe en su batalla contra el Consejo de Estado, ahora que la
Procuraduría le ha dado la razón) y la
Alcaldesa de Quibdó Zulia Mena no es pequeño. Demostrar que gobernantes
afrodescendientes pueden concretar gobiernos transparentes, capaces de mover
los problemas reales de sus comunidades es lo que está en juego. Tal vez la
definición de pactos de integridad y la declaratoria de actuación legal, ética
y transparente no seansuficientes para secar los poderosos tentáculos de las
familias plutocráticas y las redes clientelares enquistadas en el Chocó; como
tampoco resultarán pasaderas para mover la percepción nacional de que la
corrupción campea a desgreño en el Departamento del Chocó; pero resulta
fundamental acrecentar iniciativas como estas, en la medida en que fortalecen
la capacidad ciudadana de reacción y movilización frente a tales agentes.
Con todo, si bien los datos
contribuyen a afirmar que el de la corrupción es un problema sensible en el Chocó;
este nada tiene de singular a la hora de reflejar la histórica y grave situación
de deterioro del bienestar. Sin embargo, se requiere cortar este mal de raíz,
incluso alegando razones étnicas; como quiera que la memoria de los abuelos
privilegia la honradez y la dignidad del vivir como pobre sobre el dinero fácil
para lo que se recuerda aquel dicho según el cual “lo que por agua llega por
agua se va”. En el mismo sentido, habrá que insistir en herramientas de gestión
que fomenten el acceso ciudadano a las claves de la contratación pública; la
depuración de las dependencias, la formación ética y profesional del funcionariado
público, y la promoción de prácticas de transparencia que puedan convertirse
igualmente en un factor decisional importante para torcer los rumbos de la
delincuencia tras la apropiación de la cosa pública en el departamento.
Trabajos citados
Barón, Juan David. «¿Qué sucedió con las disparidades
económicas regionales en Colombia entre 1980 y 2000?» Centro de Estudios
Económicos Regionales. Editado por Bando de la República. Septiembre de
2003. http://www.banrep.gov.co/documentos/publicaciones/pdf/DTSER38-Disparidades.pdf.
Bonet, Jaime. «¿Por qué
es pobre el Chocó?» Documentos de trabajo sobre economía regional Nº 90.
Abril de 2007. http://www.banrep.gov.co/documentos/publicaciones/regional/documentos/DTSER-90.pdf.
Calderón, Fátima Esparza
& Vera Xiomara Samudio Reyes. Análisis normativo, jurisprudencial y
fáctico de la corrupción en Colombia 1991-2001. disyuntivas y convergencias.
Procuraduría General de la Nación, 2003.
Gonzalez Escobar, Luís
Fernando. «Sirio-libaneses en el Chocó, cien años de presencia económica y
cultural.» Boletín Cultural y Bibliográfico 44, nº 34 (1997):
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti1/bol44/bol44c.htm.
Gonzalez García, Carlos
Emilio. «Introducción.» En Aproximación teórica y práctica al
estudio e identificación de riesgos de corrupción , de DAFP.
Departamento Administrativo de la Función Pública, 2000.
Gonzalez, Luís Fernando.
Quibdó contexto histórico desarrollo urbano y pattrimonio arquitectónico.
Universidad Nacional de Colombia, 2003.
Leal León, Claudia. «La
compañía Minera Chocó Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897 -
1930.» Revista Historia Crítica. Noviembre de 2009.
http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/622/index.php?id=622.
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dimensión territorial y el logro de los ODM. Fondo para el logro de los
ODM, 2012.
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Baudó. Unidad de Asistencia técnica Agropecuaria. 2009.
http://www.altobaudo-choco.gov.co/apc-aa-files/62376365666234326166623637313465/PLAN_AGROPECUARIO_MUNICIPAL.doc.
Parker, Norma, Gerardo
Berthin, Roberto de Michelle, y Yemile Mizrahi . La corrupción en América
Latina: Estudio analítico basado en una revisión bibliográfica y entrevistas.
America's Accountability Anti-corruption Project, 2004.
Rodriguez Garavito,
Cesar, Tatiana Alfonso Sierra, y Isabel Cavelier Adarve. Raza y Derechos
Humanos en Colombia. Primer informe sobre discriminación racial y derechos de
la población afrocolombiana. Universidad de Los Andes, Facultad de
Derecho, CIJUS, Ediciones Uniandes, 2009.
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Pública. Transparencia, buen gobierno y combate a al corrupción en la
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Adaptación para Colombia. elementos para fortalecer un Sistema Nacional de
Integridad. Transparencia por Colombia, 2000.
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Colombia. Índic de Transparencia Departamental, Gobernaciones 2008 - 2009.
Transparencia por Colombia, 2010.
Weber, Max. El
político y el científico. Alianza, 1979.
[1]
Algunas experiencias evidenciarían lo contrario; pues tanto en la memoria
popular reciente como en algunos registros de prensa se hace alusión a las
notorias extensiones de ganado propiedad de Simón Martinez en Puerto López, Alto
Baudó. La importancia de este hacendado llegó a ser tal que dicho puerto pasó a
ser llamado con su apellido. Aunque la tradición oral habla de más de 600
cabezas de ganado que se habrían vuelto “salvajes” al ser abandonadas por el
estado mental de su dueño, la UMATA del Alto Baudó menciona que apenas si se
cuenta hoy con 190 vacunos (Municipio del Alto Baudó 2009) .
[2]
Se cuentan algunas historias de haciendas en el Municipio de Tadó. El intento más reciente, de 1927, lo
constituye la fundación fracasada del Ingenio Azucarero Sautatá; en lo que hoy
es el Parque Nacional de los Katios. De igual manera las experiencias ganaderas
en
[3]
El informe permite advertir que la
visibilidad, entendida como “es la capacidad de la gobernación para hacer
visible de manera suficiente, oportuna, clara y adecuada sus políticas,
procedimientos y decisiones. Se compone de ocho indicadores” presenta
dificultades; pues en el periodo 2008 - 2009
[4] Chocó sólo entregó un informe fiscal en el
periodo que Transparencia por Colombia presenta.
[5]
Para el periodo comentado, el Chocó
no contaba con una Contraloría Departamental, lo que dificulta la precisión de
los datos y amplia el riesgo de corrupción por debilidad institucional e
invisibilidad de la información. En el mismo informe puede observarse
igualmente que un municipio con una alta percepción pública de corrupción como
Bello alcanza la más alta valoración del trabajo de su contraloría; y que la
Contraloría de Antioquia, en el mismo periodo cuestionado por la administración
Fajardo en el llamado Libro Blanco, alcanza una alta valoración. De entrada,
mayor información no significa necesariamente menor corrupción, es la
conclusión a la que se puede llegar.
[6] Tal como los denunciados por Revista
Semana en el caso del abogado Wiston Torres, por ejemplo. O como ocurre en
el caso del Clan Montes de Oca (ver
1 y ver
2)
[7] La Ley de Herodes es una película del
mexicano Luís Estrada, en la que su protagonista, hecho al cargo de Alcalde de
una remota localidad, aprende rápido a “pactar con los poderes diabólicos que
acechan en torno de todo poder” (Weber 1979, 173) . Aquí un enlace a la misma.
[8] Comentado así al autor de esta nota por un
exfuncionario de la administración de Patrocinio Sánchez Montes de Oca.
ARLEISON, DE VERDAD, CUANTA RAZON TE ASISTE QUE TUS AFIRMACIONES POR SU TOSUDEZ SON INCONTROVERTIBLES. DIOS TE BENDIGA
ResponderEliminarApreciado Freddy
EliminarGracias por tu mensaje.
Me parece que es con evidencias que se enfrenta a los enemigos y con políticas serias como podemos seguir adelante como pueblo; chocoanos o no.
Es cierto, nadie niega que en Chocó existe la corrupción; pero, como dice el adagio, "en todas partes se cuecen habas"; de allí, pues, que no es racional que a este departamento lo estigmaticen como la cuna de la corrupción en Colombia. Igualmente, coincido contigo en que al momento de hablar de la corrupción en el Chocó la información se divulga con sesgos; pues, en aras de la ecuanimidad, lo pertinente ha de ser ahondar en la génesis del problema, en sus causas; para de ese modo poder combatirlo con más probabilidades de éxito; aunque, honestamente, uno llega a considerar que acabar del todo con la corrupción no es más que una utopía.
ResponderEliminarFelicitaciones, hermano. Has hecho una nota bien sustentada. Un abrazo.
Apreciado Nicolás.
EliminarGracias por tu comentario.
Efectivamente; no se trata de hacerse el ciego ante lo asuntos de la corruptela y sus perversas familias; pero que no pongan el dedo donde no es.
Estimado Arleison,
ResponderEliminarResulta denigrante y a la ves ridículo que la prensa nacional, se ensañe contra el Chocó,
queriendo justificar su atraso económico con el flagelo de la corrupción, cuando todos los
periodistas y gobernantes de este país saben a ciencia cierta, que el Chocó y los chocoanos,
no hemos participado en ninguno de los grandes escándalos de corrupción que agobian al país,
tales como: El Proceso 8.000, El Guabio, Cajanal, Chambacú, Invercolsa, Agro Ingreso Seguro,
Los Falsos Positivos, El Carrusel de la Contratación en Bogotá, etc.
Es cierto que en el Chocó y en el resto de la Comunidad Negra Nacional, existen brotes de corrupción, reflejo de la burocracia y la politiquería nacional, pero el verdadero problema está
en el - Abandono Estatal - que sufren nuestros pueblos desde la época de la independencia,
donde nosotros pusimos los muertos y los mestizos se quedaron con los bienes y el poder
político que le arrebatamos a los españoles, siendo luego excluidos de la economía, la política,
la cultura y hasta de la historia patria, donde no figuran nuestros héroes y heroínas.
Apreciado Oscar,
EliminarGracias por tu comentario; muy acertado, además. Si bien los hijos nacidos y adoptivos del Chocó no podemos tolerar el desgreño fraticida de la corrupción, tampoco se puede tolerar la estigmatización que pretende ser ejemplarizante; como en este caso.