"Es una casa tan
grande la ausencia
Que pasarás en ella a
través de los muros
Y colgarás los cuadros
en el aire".
Pablo Neruda
Por la gestión de varios años,
adelantada por un grupo significativo de organizaciones y liderazgos, se
formalizó el 22 de mayo de 2008 la Casa de Integración Afrodescendiente
en Medellín; un espacio destinado a la difusión y acogida de las diferentes
expresiones educativas, sociales, académicas y culturales con las que se recrea
la identidad urbana de la población afrodescendiente en la ciudad. Dicho
espacio se encuentra hoy cerrado, mientras se construye lo que hasta ahora podría
llamarse Centro Cultural Afrodescendiente, desplazando hacia una casa de
alquiler las actividades que se venían concentrando en ese escenario de ciudad.
Sin embargo, esta es la hora en que, avanzado el año, ni la
construcción del centro parece avanzar hacia su entrega definitiva ni la casa alquilada
parece servir a su propósito, cerrada como se encuentra, a la espera de reubicación en el Barrio San Javier. Mientras tanto, preocupa y desespera el silencio de las comunidades, organizaciones y liderazgos que parecen adormecidos y sin mayor incidencia en la ciudad.
Tal como dice la administración municipal en la presentación
del proyecto “Casa es sinónimo de un
lugar en el cual todos y todas tenemos nuestro espacio, y más allá de la
edificación, son las personas las que le dan valor a este lugar y recobra
sentido, en la medida en que el habitarla permite su apropiación” (ver). Pese a ello, el cierre indefinido de
este espacio en el que un conjunto de grupos y colectivos han venido
adelantando sus actividades, a falta de una sede propia o de condiciones
logísticas para hacerlo en otros espacios, no solo los pone en riesgo sino que
da al traste con tal propósito de apropiación y cohabitación.
De hecho, al indagar mediante derechos de petición ante
el interventor por el futuro del proyecto, la Veeduría Ciudadana del histórico
Barrio Prado Centro, liderada por María Caridad Grisales, ha recibido
respuestas ambiguas, indicativas de que este proyecto podría correr el riesgo
de convertirse en un elefante blanco al no haber sido previstos los recursos
suficientes para su terminación, dotación y funcionamiento; como quiera que
este proyecto presenta ya un retraso superior a un año sin que se sepa su
verdadero estado al momento.
Ante las inquietudes de los grupos y organizaciones
querientes del proyecto, en una reunión adelantada un par de meses atrás, Carlos
Guisao, funcionario de la Secretaría de Cultura Ciudadana manifestó que la
alternativa contemplada por esa dependencia consistía en que los grupos
utilizaran diferentes espacios de la ciudad hasta que entregaran el edificio,
lo cual generó el evidente rechazo de las organizaciones académicas, artísticas
y culturales beneficiarias del proyecto.
Al momento, lo que se afirma es que una
edificación de varios pisos adquirida por la administración en el Barrio San
Javier sería adecuada “temporalmente” para que allí funcione este espacio de
encuentro, sin que resulte suficientemente claro de dónde provendrían los
recursos para el funcionamiento de la misma, considerando el precario recurso
con el que cuenta la hasta ahora invisible Dirección de Etnias; la cual, como
ya he mencionado, constituye una instancia difusa, altamente dependiente y sin
capacidad decisional en la abigarrada estructura burocrática instalada en
Medellín, en la que increíblemente figuran vinculados hoy dos de los ocho
contratistas o prestadores de servicios proyectados.
A este desbarajuste se suma el hecho de
que la actual administración viene implementando iniciativas orientadas a
grupos poblacionales y étnicos sin la directa participación de organizaciones
expertas o tematizadas en dichos asuntos; al parecer obedeciendo a indicaciones
que responden a prácticas burocráticas y clientelares asociadas a la típica concesión
de proyectos con aliados electorales. Habrá que ver si en la operación de los
proyectos de la Dirección de etnias se impone finalmente ese criterio o, en
aras de respetar la agenda mínima de inclusión afrodescendiente presentada y defendida ante el Consejo Territorial de Planeación y en el Concejo Municipal por un notorio grupo de organizaciones y liderazgos en la ciudad, se avanza en
la consolidación de una política pública coherente y a la coordinación de
acciones estratégicamente orientadas a atender las necesidades de los y las más
de 236.000 afrodescendientes nacidos, crecidos o avenidos a Medellín, mejorando
sus reales condiciones de vida.
En este proceso, lo que asusta realmente
es la poca capacidad movilizatoria evidenciada por el conjunto de liderazgos y
organizaciones afrodescendientes en la ciudad; como quiera que, pese a la
gravedad del asunto de la parálisis en el proyecto del centro cultural y en la gestación
de una dirección de etnias que, casi dos meses después de creada no ha
producido una sola acción de concertación pública, hasta el momento no se ha promovido
una sola actividad de incidencia tendiente a mover la pasividad de la administración
central o a que haga manifiestas sus intenciones e intereses con relación a las
acciones institucionales diseñadas para tratar los asuntos y problemas de este
grupo étnico en Medellín.
Aquellos liderazgos que otrora activaron en la ciudad dispositivos movilizatorios que con insistencia requirieron a la administración pública para que actuara decididamente en favor de las y los afrodescendientes parecen hoy adormilados, extraviados, ausentes y poco enérgicos; a lo que se suma hoy no sólo el oportunismo y la voracidad de los cazadores de proyectos sino además la aparente indiferencia de las comunidades, ocupadas como se encuentran en sobrevivir y enfrentar dificultades que en algunos casos ponen en riesgo la propia vida ante la actuación de actores regulares y desregulados tanto en barrios cohesionados como en nuevos asentamientos.
Tal inacción
de las comunidades, organizaciones y liderazgos no sólo frente a la pasividad
de la presente administración sino además en los asuntos políticos de
importancia nacional que hoy se debaten y le deberían atañer lleva a cuestionar la
existencia de un verdadero movimiento étnico entre los descendientes de
africanos en la ciudad; como quiera que tal actitud contribuye a alimentar el
imaginario mendicante, dependiente y oportunista con el que actúan ciertos
liderazgos que se abrogan el derecho de hablar en su nombre.
Si
bien es cierto que la sociedad civil no tiene por qué reemplazar al Estado ni
asumir sus responsabilidades, lo que queda claro es que no puede esperarse que
sea el estado o sus organismos los que finalmente actúen ahí donde se requiere
comunidades activas, organizaciones movilizadas y colectivos con liderazgos
propositivos, capaces de producir una interlocución respetuosa de la
administración pública pero implacable en la defensa de las garantías
necesarias para la preservación de derechos constitucionales de los pueblos
étnicos, especialmente el afrodescendiente.
Decididamente,
si es que las y los afrodescendientes aspiramos a persistir, resistir y
reexistir como pueblo en una ciudad en la que permanecen instaladas prácticas
de evitación y ocultamiento de las problemáticas asociadas a nuestra vida,
presencia y existencia, tendremos que apostarle a algo más que estar ahí para
ser contados, asumiendo posiciones que impliquen un mayor despliegue político y una insistente actuación pública;
por cierto, no sólo en Medellín sino en todo el Valle de Aburrá.
Excelente artículo compañero. Me da la impresión de que están tratando desarticularnos como se ha hecho ya con otros proyectos, Buenos Aires es demasiado lejos, en sí no es un centro para que se congregue la población Afro de toda la ciudad que se reúne en la casa de integración. No podemos aceptar esa reubicación, tenemos que exigir la entrega pronta de la nueva sede.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Coincido contigo en que de lo que se trata es de fortalecernos y no de atomizarnos ni dejarnos fraccionar. El fundamento mismo de un proceso organizativo reside en que haya fuerzas claramente diferenciables y oponibles inclusive. Si estas no existen, entonces no hay movimiento.
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