sábado, 9 de abril de 2011

La nueva era de la dominación

" Todo pueblo que suelte fácilmente lo que ha tomado y se retire tranquilamente a sus antiguos límites, proclama que los felices tiempos de su historia han pasado". 
Alexis de Tocqueville 

La nueva era de la dominación se traza ahora en África Norte, en donde el peso de la diferencia se evapora con el calor de los misiles que, en nombre de Naciones Unidas, resitúan la comprensión del colonialismo en el mundo que se profesa global. La contención bélica de regímenes islámicos, hasta hace algunos días considerados moderados, polarizaría el panorama mundial haciendo evidentes a los ortodoxos en connivencia con el modelo de capitales favorable a los países tras los bombardeos como a los ortodoxos irredentos convertidos en un blanco fácil a consecuencia de su prédica antioccidental, su vinculación mediática como los terroristas tras la masacre de septiembre y su prédica religiosa radical. Del otro lado, la vieja liga de las naciones y su prédica de unidad; para la que países como Colombia resultan exóticamente útiles, a fin de no hacer tan indeseable sus pretensiones de realinear de nuevo al mundo. 

Tocqueville, promotor del colonialismo y defensor de la democracia, identificaba dos maneras de someter a un país: dominar a sus habitantes y gobernarlos directa o indirectamente; tal como hiciera Bush en Irak, sustituyendo engañosamente el régimen de Hussein e impostando las maneras de la democracia petrolizada. La otra estrategia implica la ocupación y el reemplazo de los antiguos habitantes por sus conquistadores, proceso de penetración imperial que hoy ya no sería visto con buenos ojos, además de convertirse en un factor de inestabilidad de difícil configuración. Sin embargo, la conjunción de tales estrategias dibuja una tercera alternativa de dominación hoy en práctica: adueñarse o someter las fuerzas productivas de un país mediante la dominación del territorio por medio de la colonización de su economía. La diferencia con cualquier otra estrategia implementada en los siglos imperiales precedentes es que esta vez tal colonización no proviene de fuera, al menos aparente e inicialmente, sino que acude a la intención de sacar partido de la revuelta popular con la que se estimula la participación en dicho proyecto de las oligarquías existentes al interior de las naciones conquistadas; para que sean estas las que enarbolen las banderas del extranjero, sutilmente revestidas de arabismo y contracolonalidad y apoyadas por un organismo multilateral que por su inveterada ineficacia no produce mayores sospechas, cierre magistral de la estrategia. 

Si se duda de ello, tomar en consideración el que los países del ala musulmana no han erosionado el peso que tienen las enemistades rancias ni las notorias diferencias en las posiciones sociales, políticas y económicas entre sus pueblos y naciones, llevaría a preguntarle a los países que promueven hoy esta guerra de dominación territorial colonizando la economía sin eliminar a la oligarquía nacional: ¿Quién es la resistencia? ¿Quiénes son los rebeldes? Más aún; ¿Cómo es que tal resistencia se encuentra aliada a extranjeros infieles sobre el que pesan el odio arraigado y la sospecha arcaica? 

Ninguna protesta; ninguna batalla se confecciona en lo que dura un sueño; por lo mismo, habría que observar la paciencia y la sagacidad con la que los países de la alianza económica occidental han esperado para diseñar las condiciones de su intervención hasta que el calor de los acontecimientos desplazó el odio al extranjero infiel hacia el propio gobernante despiadado; a lo cual vino bien que tales gobernantes no hubiesen promovido ni afianzado las formas de la democracia durante las décadas en las que lideraban a sus naciones con la aquiescencia de quienes hoy les bombardean, en nombre de la democracia y la unidad de las naciones. 

De hecho, esto es lo primero que resulta sorprendente en el actual proceso político en el Norte de África: los regímenes hoy cuestionados estuvieron cubiertos durante décadas por el manto de la aprobación popular y la negociación armoniosa con los países hegemónicos de occidente; los mismos que hoy abanderan la causa por la transición democrática. Sin despejar las consideraciones por si los conflictos a los que se acude para instigar la contienda se solaparon bajo el peso del aparato militar de regímenes sostenidos en un modelo político gestado cuando el mundo era bipolar y pendía del debate bélico entre el rojo socialismo y la blanca democracia; la actual crisis presentada como árabe y anticolonial evidencia la urgencia por terminar de derribar tales bastiones beligerantes que fueron instalados en aquellos tiempos de guerra fría y comercio multinacional de armas no convencionales. 

No parece convincente que la causa del ataque aliado en apoyo a la denominada resistencia popular sea consecuencia del acoso o el terror que generan líderes extremistas, capaces de articular ejércitos, hordas fanáticas y guerreros suicidas, ni que el objetivo de las fuerzas de la occidentalización y la democratización del mundo consista en promover la unidad de las naciones. Esta fórmula resulta desgastada por George Bush y los líderes mundiales que inscribieron a sus países en una estrategia de ocupación bajo el sello de la lucha antiterrorista. Si ese fuera el fundamento de la actual cruzada de occidentalización, naciones con regímenes autocráticos y teocéntricos, tan o más opresivos como los que hoy son denunciados, temblarían ante el temor de ver sus torres explotando por bombardeos de sus amigos. No obstante, lo cual hace más claro el asunto, continúan extrayendo crudo y exportando de sus yacimientos sin mayores cuestionamientos a la opulencia de sus emires y sultanes frente al oprobio de sus ciudadanos, tal como en Arabia Saudita. 

La nueva era de la dominación, producto de un rediseño político del mundo, conserva su sesgo imperial inscrito en los valores de occidente, al tiempo que insiste en perseguir la aspiración de someter todas las fuerzas sociales bajo el dictamen del capital, para lo cual las oligarquías nacionales al frente de la economía globalizada y los votos reconfigurados de antiguos países no alineados resultan significativamente útiles a la reconfiguración del orbe. 

Odres nuevos para el vino viejo.

3 comentarios:

  1. Una muy interesante discusión, profesor.
    Felicitaciones por compartirnos sus impresiones sobre cómo va este convulsionado mundo.

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  2. Carlos Albarracín Gonzalez15 de abril de 2011, 10:06

    Interesante discusión. Tiene importante que ahonde con mayor profundidad en la idea de quien es la resistencia en ese nuevo mundo construido por las potencias que hablan en nombre de naciones unidas.

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  3. Que el mundo fue y será una porquería...
    Todavía nos embarga la tristeza de saber que el mundo mañana seguirá siendo como hasta ahora.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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