En la agenda presidencial del
Presidente Santos la diferencia étnica no pesa ni importa. Una y otra vez,
manifiestas ausencias étnicas en acciones gubernamentales estratégicas y la
renuencia a provocar ascensos de importancia y nombramientos ministeriales que
contradigan esta afirmación, queda claro que el gobierno colombiano no sólo es
miope sino intencionalmente antojadizo e intolerante a la hora de obviar la
presencia de representantes afrodescendientes o indígenas en cargos de poder.
Tal vez por el presumible condicionamiento
de aportes provenientes del gobierno estadounidense, en especial por la
capacidad de bloqueo que ha ganado la bancada afrodescendiente en el Congreso
de los Estados Unidos, Santos acaba de nombrar como viceministra de Cultura a
Zulia Mena, nombramiento que se suma al de Carmen Inés Vásquez en el
Viceministerio del Interior.
Dos nombramientos gubernamentales de
discreto nivel en un país en el que todavía tales investiduras constituyen
anécdotas que no promueven poderazgo ni fortalecen una decidida política
estatal de reconocimiento de la diversidad étnica, son leídas como dádivas,
casi como trofeos de contentillo que sirven para evidenciar la precariedad con
la que las y los afrodescendientes se encuentran en las instancias de poder y
capacidad decisional en el país.
Tal como se hacía en plena colonia,
el gobierno del Presidente Santos, al igual que el de Uribe, ha optado por revivir
la práctica de seleccionar un par de “negros de compañía”, como se llamaba a
aquellos esclavizados que, bien vestidos y acicalados, ostentaban en su
caricaturesca imagen de gallardía el prestigio y la riqueza de la que gozaba y
quería hacer ostentación pública quien les esclavizaba. Siendo que el estado
Colombiano ha suscrito diferentes pactos y convenios contra toda forma de
discriminación que, en el ámbito de las distribuciones del poder implican enfrentar
la nula o baja representación en espacios decisionales, estos nombramientos de
postín y exhibición no pueden parecer siquiera tolerables, mucho más cuando los
nombramientos en altos cargos de personas euromestizas provenientes de sectores
LGTBI se cuentan en número crecido, incluidos aquellos que han sido objeto de
notorios escándalos recientes.
Es innegable, acudiendo a
evidencias al dedillo, que estos nombramientos discrecionales y de perfil
subrogado constituyen fanfarronerías con las que el gobierno nacional pretende
jactarse de aplicar criterios igualitarios en el reparto del poder. La
pedantería de los mismos resulta tan obvia ahora como cuando, producto de igual
crítica al carácter monocromático de su gabinete, pretendió hacer pasar a sus
ministros Amilkar Acosta y Alfonso Gómez Méndez como su cuota afrodescendiente;
justo en momentos en los que se disputaba en los estrados judiciales la engañifa
clientelistas y marrullera de las dos curules afrodescendientes contempladas en
la cámara de representantes y ahora en mano de dos infaustos impostores cuya
posesión – afortunadamente – no pudo concretarse.
También es cierto que el movimiento
étnico afrodescendiente no puede seguir de espaldas a las dinámicas de poder en
el país, ausente de una vigorosa construcción de agenda propia. Estirando la
mano para recibir migajas en los salones presidenciales o pasillos
ministeriales y sin atreverse a convertir su mano en puño, nombramientos advenedizos
y exóticos como estos seguirán repitiéndose con patética inclemencia. Llegada
la hora de sumar las lecciones aprendidas tras las victorias alcanzadas,
resulta claro que nada nos han regalado y no podremos aspirar a mejores
sitiales en el reparto igualitario de las posiciones de mando sino haciéndonos
fuertes y vigorosos en la disputa por el poder y provocando el advenimiento y elevamiento
sostenido de una burguesía étnica que contribuya al sustento económico de tales
postulaciones.
Seguir prestándose para la foto o vendiéndose por un plato de
lentejas, mientras las mieles del poder nos son ajenas, constituye una patética
renuncia al ímpetu de quienes, frente a la desgracia impuesta por su condición
esclavizada, reivindicaron siempre su valía en la heredad de la estirpe libertaria africana en tierra americana.
Bien Arleison, buena crítica a las designaciones tapahuecos para demostrar la equidad étnica en la administración de los espacios de gobierno en Colombia.
ResponderEliminarYulis. Muchas gracias por tu lectura y comentario. Sigamos insistiendo en encontrar nuestro lugar histórico como pueblo de descendencia africana en América.
EliminarBuenas noches, qué comentarios más acertados! Como siempre nos tienes acostumbrados, yo pienso que debemos continuar jalonando nuestra fuerza colectiva para llegar al poder; no es justo que sigamos poniendo la rodilla para que otros suban y delegando en otros lo que podemos hacer nosotros. dejo esta frase para seguir en la reflexión "Levántate una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones"
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