sábado, 28 de mayo de 2011

Imaginario popular en el origen de los partidos políticos en Colombia (1849)

Nota aclaratoria: A propósito de las discusiones intestinas en algunos partidos, las declaratorias de principios y el oportunismo de otros por estos días, quiero recuperar este trabajo, original de 1998, cuyos ecos son significativamente evidentes.


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Las diferentes facciones políticas que se suceden, en ocasiones como estrellas fugaces en el escenario político neogranadino, empiezan a delimitar las fronteras entre los tradicionales partidos liberal y conservador colombianos. Si bien aquellos protopartidos no constituyen en sí mismos la génesis directa de esas instituciones políticas, si son el germen de una cierta tendencia y manera de ser que, bajo un ideario nacido en la coyuntura francesa de 1848, radicalizará definitivamente las posturas en torno al poder y su ejercicio en Colombia, de lo cual la elección del General José Hilario López el 7 de marzo de 1849 constituye el punto de quiebre de mayor significación.


En los eventos franceses, en los que la instauración de la segunda república implicará la conservadurización y el acoso a las conquistas de la revolución de 1789 bajo el rezo recogido por Marx según el cual “desde ahora, gobernarán los banqueros”. Del mismo modo, en el país se escenifican para esta fecha fuertes transformaciones nacidas de la voracidad y la rapiña en la que se enfrascan los adalides sobrevivientes al proceso gestacional de la nación; superada la primera república, caracterizada por el embobamiento de las élites y la fracasada reconquista española.

Tres décadas después de la gesta independentista, los tradicionales partidos políticos liberal y conservador empiezan a configurarse en el país a partir de sendos documentos gestados en actos fundacionales diversos el uno del otro, marcados por el peso de las voces ilustradas de la política local. Todo ello hace interesante acercarse a los hechos políticos de mitad de siglo XIX en la Nueva Granada, período del que Gerardo Molina afirma que "por muchos aspectos fue nuestro siglo de las luces"[2]

De particular interés resulta la significación de los hechos relacionados el 7 de marzo de 1849, cuya significación histórica resultará determinante para el perfil político del país; evento registrado tendenciosamente por los centralistas de la época como los puñales del siete de marzo, momento en el que resultan confluentes los idearios de partido, la estratagema política y el recurso al pueblo como factores decisivos en la definición de la contienda electoral por la presidencia de la república.

Este acercamiento a hechos significativos de la historiografía política nacional me obliga, en primer lugar, a intentar una reconstrucción del escenario político de 1848 y 1849, y en segundo lugar a reconocer el uso excesivo de fuentes secundarias, producto de una respetuosa reverencia de la crónica política del siglo XIX en la Colombia posterior a la independencia.


1. LA ESCUELA POLITICA COLOMBIANA

En el proceso entre la independencia y la aparición de los partidos, como tales, en el escenario político colombiano se sucedieron infinidad de fraccionamientos amorfos, sin estructura ni ideologías ni filosofías subyacentes, por las que no es posible que antes de 1848 se pueda hablar propiamente de escuelas políticas, como lo hace Madiedo, quien intenta rastrear la génesis de los partidos hasta la llegada de los españoles a América, asignando al ala conservadora la parte del León en la definición escolar de los mismos[3].

 Si nos atenemos a los hechos y a las conquistas sociales de las primeras seis décadas de la independencia puede arriesgarse la afirmación de que en el escenario político nacional no ha habido más que una ideología constructora de los propósitos centrales en la fundación del estado colombiano: el pensamiento liberal sustentado en una defensa republicana de la libertad, que enfrentó a centralistas y federalistas en torno a la velocidad con la que debían implementarse los cambios económicos en la naciente república, así como el carácter ambiguo con el que resulta leída la idea de progreso en una sociedad para la que riqueza y desarrollo no coincidían necesariamente con libertad de empresa, acción libre de los individuos o asociación igualitaria, motivo de enconadas disputas políticas.

En este contexto se fue construyendo en la Colombia del siglo XIX la definición discursiva del Estado como guardián de derechos en el que, bajo el sustento de la ley, se establecen y respetan garantías para el libre ejercicio de las libertades individuales, a la vez que se pretende salvaguardar las condiciones de eficiencia económica, bajo la propiedad privada, la cual fue entendida como gestora de riqueza y bienestar para la población.

Todo ello hace evidente que las tendencias políticas que se suscitaron en la nación durante el siglo XIX como consecuencia de la independencia y de los bandazos en la definición del rumbo de la nación, empezaron a identificarse no sobre un soporte ideológico diferenciado sino sobre un mismo terreno, el terreno de las libertades y la aspiración a detentar el poder en un estado con conquistas liberales, aunque se evidencien diferencias de ritmo en la aplicación mayor o menor de dichas reformas.

El mismo Madiedo nos permite sustentar lo dicho hasta ahora: "liberales y conservadores han abogado por la libertad de imprenta, por la libertad religiosa, por la abolición de la esclavitud, por la abolición del cadalso político, por la instrucción gratuita, por la descentralización municipal, por la reducción del presupuesto de gastos, por la libertad industrial, etc., etc. En resumen estos dos partidos no son sino dos hijos de unos mismos padres, con unas mismas enseñanzas, con unas mismas ideas, que una vez huérfanos, se han disociado por razones de la herencia, El PODER, y se han dado puñaladas sobre la tumba de sus padres. No es más, hasta cierto límite"[4].

Entre 1846 - 1853 y siempre bajo la concepción liberal del Estado[5], puesta a prueba definitivamente, por las administraciones de Tomás Cipriano de Mosquera, liberal moderado al que acusan de ser conservador[6] y José Hilario López, liberal con apoyo popular y de los liberales jóvenes radicales, toman fuerza y se definen los clásicos partidos políticos colombianos. En este período se marcará el proceso definitivo de constitución de los partidos políticos liberal y conservador en Colombia.
 
2. EL LEGADO DE LA INDEPENDENCIA

Durante los primeros años de independencia, los países libertados bajo la impronta bolivariana se desangran en una serie de luchas de poder que finalmente culminan con la definitiva ruptura de la confederación de la Gran Colombia. Sin embargo las luchas entre los grandes e influyentes personajes regionales por el poder político en la Nueva Granada, no permiten superar el anterior estado de rivalidad, inmadurez política y desarticulación nacional, razón por la que se suceden guerras civiles, amnistías y capitulaciones, constituciones y reformas de una manera continua.

Hacia 1840 resulta suficientemente notorio el estado de crisis socio-económica y política en el que la Nueva Granada se encuentra subsumida, como consecuencia de que perviven en la nueva sociedad las prácticas proteccionistas, los monopolios como el de la sal, los impuestos gravosos sobre el comercio así como la alcabala, el diezmo, las primicias; la influencia profunda de la Iglesia y de los Jesuitas en la educación y la vida nacional, el clasismo y el elitismo político, la omnipresente esclavitud –pese a la ley de vientres libertados- y el desconocimiento de las clases populares por parte de la nueva clase gobernante, como se desprende de la lectura de los escritos de los radicales de la época.

 José María Samper afirma que esta situación era producto de la caótica constitución de 1821, la cual "aunque llena de virtudes y patriotismo y de luces (...) fundó una República sin soberanía popular, porque el sufragio era casi un monopolio, sin gobierno representativo puro, porque el jefe de Estado tenía facultades dictatoriales, sin poder municipal porque el centralismo era absoluto. Y entre tanto dejó en pie las tres aristocracias que han sido siempre, como hemos dicho, los fundamentos de la tiranía en todas partes: la milicia permanente, el clero y el monopolio". Además, afirma, la nueva república "dejó en pie la legislación civil de la España creada para monarquizar la sociedad y perpetuar la injusticia y la desigualdad"[7].

Dicha situación ponía de presente la coexistencia en el nuevo régimen de formas estatales o institucionales sujetas a las criticadas condiciones del período colonialista que provocaron la revuelta de independencia. Por ello, hacia el año 1848 y pese a la constitución del año 1843 - consecuencia del levantamiento y posterior pacto entre los supremos, el ambiente político percibido en las organizaciones proselitistas de la Nueva Granada estaba demandando a gritos reformas significativas en la conducción de los asuntos del Estado. En ese momento se insistía en la urgente necesidad de "adelantar con firmeza la reforma radical de las instituciones y hacer incuestionable la estabilidad de la República"[8].

 Para el año en cuestión, la pugna por la presidencia empezaba a caldearse, toda vez que en abril de 1849 el país debería tener un nuevo mandatario. Mariano Ospina Rodriguez, el histórico cofundador del partido Conservador, en plan de candidato a la primera magistratura, escribe una diatriba contra los liberales en la que promueve a la vez los logros de las administraciones conservadoras.

Parte de ese artículo dice "... Abrid los ojos, como os dice "El Aviso, órgano de ese partido, abridlos bien y resolveos, o a ser víctimas de la anarquía, a sufrir todos los horrores del comunismo, del socialismo, y de la vergüenza, o a continuar gozando de paz y libertad al amparo de la ley y del patriotismo ilustrado. Comparad bien las tendencias y la conducta del partido Conservador y del partido progresista, y al resolver sobre vuestra suerte futura, al confiar vuestros destinos en el próximo período constitucional, pesad antes en la balanza de la experiencia y de vuestros intereses cuál es más honrado, más liberal y progresista, o el que ha llevado las reformas y el ejercicio del poder público hasta el punto de abolir el monopolio del tabaco, o el que ni en sus hechos, ni en su conducta actual profesa más principios, ni tiene otras miras que subir a ese mismo poder, y en mejorar la suerte personal cualquiera que sea la de la patria. Elegid"[9].

Dos meses más tarde Ezequiel Rojas Ramírez, pregonero de Bentham en la sociedad capitalina, sintiendo a su partido vapuleado por el escrito de Ospina, publicó en El Aviso un artículo titulado la razón de mi voto[10] en el que, recogiendo ideas suyas y del fallecido Vicente Azuero, y por lo mismo cocreador del naciente partido, sustentaba las razones por las que se debía votar por José Hilario López como Presidente, proponiendo con ello un programa en el que presenta el ideario de un partido liberal.

Transcribo la parte conclusiva de dicho programa, con el que el autor hace un compendio de la propuesta liberal:

 "En resumen, quiere el partido liberal que se organice un gobierno en beneficio de los gobernados; quiere República, sistema verdaderamente representativo; congreso independiente, poder ejecutivo que no pueda hacer sino lo que la ley le permite, responsabilidad positiva y para ello tribunales independientes, buenas leyes, una política en el Poder Ejecutivo, eminentemente nacional y americana, justicia imparcial con todos, que en sus actos no se tenga en cuenta otra consideración que el bien público, y quiere tofo esto para que los que obedecen no sean esclavos de los que gobiernan; para que haya verdadera libertad; para podernos liberar del gobierno teocrático; para que los granadinos realmente tengan aseguradas sus personas y sus propiedades; y para que las garantías no sean engañosas promesas.

 Principios tales son y han sido siempre los deseos del partido liberal; y como entre los hombres eminentes de ese partido, el primero que levantó su voz en la Cámara Legislativa pidiendo su restauración lo fue el General José Hilario López, lógico y justo es que se le haya tomado por candidato..."[11].

El programa del partido liberal pretendía superar las deficiencias institucionales de la Nueva Granada promulgando un sistema representativo en el que la ley, no los sermones de los clérigos o la voluntad del ejecutivo, rigiese los destinos de la nación. En el mismo año - como reacción a las ideas liberales y socialistas que avanzaban en la Nueva Granada a consecuencia del levantamiento republicano francés -, se presenta el planteamiento ideológico del partido conservador, que se define a sí mismo como tal en la presentación que hace José Eusebio Caro del ideario de su partido: "Somos el partido Conservador(...) ¿Conservador de qué? Preguntáis. Conservador de todo lo que debe conservarse; conservador de la República, conservador de la sociedad; conservador de los principios, de las bases eternas de toda sociedad y de toda república. Esos principios eternos de toda sociedad y de toda república se resumen en una sola palabra, en un solo principio. Esa palabra, ese principio único es el Derecho (...) El partido Conservador no quiere la democracia en cuanto democracia, sino en cuanto es un derecho. El derecho es su bandera, su principio, su fin, su medio y su regla"[12].

Quedan así cifrados los rumbos ideológicos de los partidos del siglo XIX[13], pese a advertir que la defensa conservadora que hace Caro del derecho como bandera de su partido no parece suficiente razón para negar la adscripción liberal primigenia de las tendencias políticas colombianas.

En tal sentido resulta valido acudir a Manuel Murillo Toro, para decir que es propio también del liberalismo la defensa del derecho, del natural y del que nace del acuerdo en el Estado positivo, es decir del derecho como estructurador del orden social defendido por las colectividades políticas y sus adeptos: "Todos los que defienden la libertad en lo que llamamos garantías y derechos individuales, sea cual fuere la bandera que hallan militado antes, son y deben reputarse liberales, sin que haya porqué contrariar esa elección, sino antes bien apoyarla. Lo que constituye la esencia de la República es el respeto a los derechos del hombre, a sus manifestaciones inocentes en sí conforme a la justicia abstracta; derechos anteriores y superiores a las leyes positivas y por lo mismo imprescriptibles. La noción de estos se confunde, y con razón, con la de la libertad humana, es una misma cosa. La democracia, que es la fórmula del derecho, reglando el movimiento de las sociedades tiene necesariamente, por objeto final, reivindicar esos derechos individuales, consiguientes a las necesidades naturales del hombre"[14].

3. LOS ARTESANOS CON LOPEZ

 En este estado de fervor ideológico partidista en el que se encontraba la Nueva Granada, José Hilario López, uno de los más populares generales que participaron en la gesta de independencia, se perfilaba como candidato de mayores opciones entre los liberales. Aunque él no era uno de los apasionados jóvenes liberales radicales de mitad de siglo, obtuvo el apoyo de estos, y de las sociedades de artesanos a las que instruían, para su candidatura.

López sumaba a las propuestas de Ezequiel Rojas una idea de Proudhon según la cual "no hay más gobierno que 'el pueblo' en el ejercicio constante de su soberanía", cosa que debió agradar a la multitud que participaba de las sociedades citadinas de artesanos, en descontento con las medidas librecambistas que la legislatura de mayoría conservadora había implementado en el gobierno de Mosquera, siendo secretario de Hacienda el radical Florentino González.

Precisamente en la declaración de apoyo de las sociedad de artesanos de Bogotá a la candidatura del general se lee que "su constante adhesión al pueblo, de quien es idólatra, le hace generalmente estimado y conocido en las masas populares, donde reside verdaderamente la soberanía nacional (...) Sus capacidades y la rectitud de su juicio, nos prometen una administración verdaderamente progresiva."[15].

 Los artesanos se sentían en peligro ante una ley que abría las fronteras nacionales al comercio extranjero, y en un momento en que la navegación por el río Magdalena abarataba sustancialmente los productos importados, de una mejor calidad que los locales. En estas condiciones, las ideas progresistas que adquirió e importó González por sus estudios en Inglaterra, si bien gustaron especialmente a los comerciantes en cuanto iban en contra de los monopolios y la disminución de impuestos y del gasto público, chocaron con la aspiración proteccionista de los artesanos.

Si consideramos que desde el año 1847, los jóvenes liberales habían incursionado en la educación de las clases populares participando de las sociedades de artesanos - que luego evolucionan hacia las sociedades democráticas -, con la intención de adiestrarles políticamente en el conocimiento de sus derechos y de los procedimientos institucionales del Estado, se puede decir que esto significaba que el liberalismo tenía una mayor acogida en la voluntad popular en vísperas de elecciones presidenciales[16]. Por su parte el conservatismo, otrora partido ministerial, había creado en asocio con la Iglesia la sociedad católica en 1838, la cual había sido disuelta acusada por Salvador Camacho de participar en política. Posteriormente creará la sociedad popular en respuesta a la acción organizativa liberal.  

En ese contexto, Molina opina que "los caminos estaban trazados. Donde se dijera artesano se diría implícitamente: defensa del trabajo nacional. Con la seguridad de ser complacidos en el futuro régimen, los artesanos apoyaron con vehemencia al candidato popular"[17]

Por supuesto, este no era Florentino González, del que incluso se dice que sería candidato de un supuesto partido nacional apoyado por el presidente Mosquera[18] pues este había escrito que sería adverso " a las doctrinas de los niveladores, que pretendiendo la libertad y la igualdad, quieren que se anule la inteligencia, el saber y la riqueza para que la única igualdad que haya sea la igualdad de la desgracia"[19], lo que significaba que de ser él presidente se continuaría con mayor vigor la visión de un mercado abierto y un Estado que aplicara el laisser faire como condición para la generación de riqueza en un Estado liberal no proteccionista.

 José Hilario López, quien, según Milton Puentes, "no era hombre ilustrado porque la guerra fue su universidad"[20], tenía afección por el pueblo y este lo recibía con recíproca satisfacción. De hecho se afirmaba que el futuro presidente bebía la chicha con la gente de ruana y que estos teñían de rojo sus ruanas para evidenciar su inclinación liberal. Por ello en las urnas, durante las elecciones primarias obtuvo la mayor votación, que no resultó definitiva para ser elegido presidente y por ello el Congreso debía perfeccionar la votación toda vez que el voto de la nación había sido expresado de manera imprecisa y este, según el discurso de la época, debía interpretarse correctamente por quienes representan al pueblo soberano: los congresistas[21].

4. EL SIETE DE MARZO DE 1849

 El día que se perfeccionaría la elección presidencial, el templo de Santo Domingo fue habilitado para que sesionara allí el Congreso, pese a que los conservadores habían solicitado sesionar en el recinto de la Cámara de Representantes, a lo cual se opusieron los liberales, quienes desconfiaban de un Congreso de mayoría conservadora, presidido por el conservador Juan Clímaco Ordoñez, a favor del candidato conservador J.J. Gori.

 Los liberales además acudieron al precepto constitucional que obligaba a la publicidad de los actos del Congreso en materia electoral para propiciar la asistencia de sus prosélitos a este evento. Este acto provocó el chisme de los puñales liberales del 7 de marzo de 1849, día en el que si bien no se coaccionó ni se asesinó al congreso, como Ospina Rodríguez temía, si se selló definitivamente la ruptura de los partidos y se despidió a las instituciones coloniales retrogradas que aun subsistían en la Nueva Granada (incluida la esclavitud que sería desmontada poco tiempo después); al punto de que por ello personajes de la época y escritores liberales, admitan la analogía entre los hechos patrióticos del 20 de julio y del 11 de noviembre con la significación del 7 de marzo, que algunos denominan incluso la revolución del 7 de marzo de 1849.

En este hecho, Mariano Ospina Rodríguez, tanto o más que los artesanos liberales, tiene una gran responsabilidad.

 5. EL VOTO DE MARIANO OSPINA

Es ya clásica la fórmula del voto anotado en la cédula electoral de Mariano Ospina "voto por el General José Hilario López para que no se asesine al Congreso", voto al que se sumaron dos conservadores más. Con este acto Ospina hacia evidente su enemistad con Rufino J. Cuervo, preferido del presidente Mosquera, hacía ganar al partido liberal las elecciones, se vengaba de sus copartidarios conservadores que le fueron contrarios en los comicios primarios y ponía en juego su teoría política del antagonismo de partidos como experimento para radicalizar el ejercicio de gobierno de manera que se lleve definitivamente y para siempre a un partido Conservador, unido, al poder.

Si bien en 1848 Ospina invitaba al electorado a abrir los ojos y elegir, en su mensaje al congreso de 1859 nos da una pauta para entender su voto de 1849. En dicho mensaje plantea lo que llamo su teoría del antagonismo de partidos:

 "Las diferentes escuelas políticas que controvierten en la tribuna y en la prensa, han procurado reducir a instituciones en los Estados en que han alcanzado la mayoría, sus opuestas doctrinas. Si, como es de desearse, se establecen genuinamente esas teorías antagonistas, y se las deja obrar el tiempo necesario para que puedan ser juzgadas por sus efectos, se obtendra por esrte medio seguro, la más interesante y fecunda experiencia, no sólo para la Nueva Granada sino para todas las naciones de nuestra raza en América. Cuanto más delicado sea el antagonismo de estas instituciones, tanto mejor se dejarán conocer sus efectos en el progreso moral, intelectual y material del páis. Si hubieran de ensayarse una en pos de otra en toda la Confederación las diversas teorías que los desocupados cavilados de Europa lanzan al mundo, y que nosotros acojemos con ardor, la nación no llegaría a ver consolidadas sus instituciones en un siglo; pero haaciéndose la experimentación de muchas y contrarias especulaciones a un mismo tiempo en los Estados, y contrastando las prácticas opuestas no se necesitará largo tiempo para que la verdad triunfe, y puestas a un lado las teorías que caigan en descredito, la actividad inteligente de nuestra juventud se consagrará a objetos más fecundos para la prosperidad general. Los partidoslejos de afanarse, como lo hacen, para obedecer, para obtener concesiones de sus contrarios y reducirlos a que no realicen sino a medias sus ideas, deberán, si tienen fe en sus propios principios, dejar que sin embarazos se aplicasen y desarbolasen los opuestos dondequiera que la mayoría de los electores les fuese favorables"[22].

El antagonismo de partidos, pues, es lo que está de fondo en la célebre votación de Ospina que, ante la división de su partido, con su voto y con la difusión de una supuesta amenaza contra el Congreso –mil veces desmentida- selló la definitiva separación de las facciones liberales o protopartidos, nacidas de la independencia y oficializó la pugna ya no entre supremos regionales con afectos federalistas sino entre tendencias con idearios de partido político en los que se sustentan, al menos en teoría, los históricos partidos liberal y conservador colombianos.

 Con todo, el voto de Mariano Ospina ayudó a dibujar definitivamente las facciones de los partidos políticos colombianos, llevando al poder al partido liberal, desprestigiado por los conservadores o liberales moderados o partido ministerial en el poder desde 1837 y apoyado por una fuerte presencia popular en un momento significativo de la historia nacional.
 
 COLOFÓN

 Si en 1848 los partidos liberal y conservador reciben su nombre, el uno por una publicación periodistica y el otro por una proclama en el recinto de la Cámara, en 1849 son reconocidos el uno por la afiliación mayoritariamente popular que históricamente le caracterizaría y el otro por su histórica incapacidad para presentarse unido a las urnas, incluso en las coyunturas en las que su victoria estaba asegurada, como en el siete de marzo de 1849. A partir de este acercamiento, vale la pena fijarse en la historia presente de los partidos políticos en Colombia, en particular la lucha intestina al interior del Partido Verde y del Polo Democrático; marcados además por su incapacidad para derrotar la insostenible pero victoriosa parafernalia uribista.

Arleison Arcos Rivas
Medellín, original de marzo de 1998

Notas



[2] MOLINA, Gerardo. Las ideas liberales en Colombia. 1849- 1914, Tomo 1, 5ª ed., Tercer Mundo, 1978. Pág. 20.
[3] “Lo que se ha llamado partido liberal en este país, no es más que una variación de la escuela conservadora. Si aquí hubiera habido una verdadera escuela liberal desde que hay hombres que llevan ese nombre, no se habría ensangrentado la historia de nuestra vida, ni denigrado con tantos escándalos nuestro nombre ante el extranjero”. MADIEDO, Manuel María. Ideas fundamentales de los partidos políticos de la Nueva Granada. En Orígenes de los partidos políticos en Colombia. Instituto Colombiano de Cultura, 1978, p. 43
[4] Ibid., pág. 42
[5] Con una cierta timidez si se miran los hechos posteriores a la administración López, período en el que el pensamiento liberal más radical de la época, iluminado entre otras por las doctrinas socialistas, pondrá por obra el más desproporcionado ejercicio de socialismo utópico llevado a cabo entre nosotros.
[6] Aunque a Mosquera se le endilga el haber sido presidente por la tendencia partidista conservadora, él no acepta ser llamado conservador ni miembro de ese partido, como se desprende del hecho de que cuando se le invita a presidir esta colectividad rechaza tal deferencia considerandola prácticamente un deshonor. Cfr. DE MOSQUERA, Tomás Cipriano. "Los partidos políticos en Colombia". Estudio histórico-político, popayán 1874. En MADIEDO, Manuel María. Op. Cit. El párrafo al que hacemos alusión se encuentra en la página 251
[7] SAMPER, José María. Apuntes para la historia de la Nueva Granada. Incunables, Bogotá, 1984. Pág.184- 285
[8] Ibid., Pág. 185
[9] OSPINA RODRIGUEZ, Mariano. Qué espera la Nueva Granada de los liberales progresistas. En El Nacional, Bogotá, N° 2, 28 de mayo de 1848. Citado por Molina Gerardo, Op. Cit. Pág. 58
[10] " Provechosa será para la República y útil para los electores, el que cada candidato o al menos cada partido expuesiese con claridad y detalladamente los principios que profesa, lo que desea que se haga y los medios en que a su concepto convendría emplear para hacer el bien de la sociedad. Hasta ahora nada de esto se ha hecho, pues aun cuando los periódicos que sostienen diferentes candidaturas se han propuesto de vez en cuando, presentar su fe política, lo han hecho en frases tan generales y con toda vaguedad, que parece que a nada quieren comprometerse... " ROJAS RAMIREZ, Ezequiel. La razón de mi voto. En El aviso, Bogotá, N° 26, 16 de julio de 1848.
[11] ROJAS RAMIREZ, Ezequiel. Op. Cit. Pág. 3
[12] Citado por PINZON, Martín Alonso. Historia del conservatismo. Tercer Mundo, Bogotá, 2ª ed., 1983. Pág. 25
[13] Rumbos de los que no necesariamente dan cuenta las actuales agrupaciones políticas liberal y conservadora, inmersas como están en el marasmo publicitario y de mercadeo electoral antes que en discusiones programáticas.
[14] Citado en MOLINA, Op.cit., Pág. 19
[15] El texto integro de la posición adoptada por la Sociedad de Artesanos de Bogotá aparece en ESCOBAR RODRIGUEZ, Carmen. La revolución liberal y la protesta del aretesanado. Suramericana- FUAC, Bogotá, 1990. Pág. 132-134.
[16] Cfr. ESCOBAR RODRIGUEZ, Carmen. Op. Cit. Pág.126-127
[17] MOLINA, G. Op.Cit. Pág. 60
[18] No sólo el general Mosquera había desorganizado al partido conservador con su política reformadora, haciendo ver al pueblo que el progreso tenía el apoyo de la administración, sino que paladinamente hablaba contra los tradicionalistas, a quienes llamaba los beatos camanduleros y rabilargos o cuando menos pelucones, y se esforzaba por crear un nuevo partido, que denominaba nacional, compuesto de conservadores progresistas y liberales moderados." SAMPER, Jose María Citado en MADIEDO, Manuel. Op. Cit. Pág. 91- 92 Samper afirma incluso que "a los tres candidatos mencionados el partido liberal opuso uno solo: el General José Hilario lópez
[19] GONZALEZ, Florentino. Citado en MOLINA, G. Op. Cit. Pág. 59
[20] PUENTES, Milton. Breve historia del partido liberal colombiano. Prag, Bogotá, spi, p. 39
[21] Los resultados electorales de los comisios primarios favorecieron a López quien obtuvo 734 votos, seguido por José Joaquin Gori con 384, Rufino J. Cuervo con 304, Mariano Ospina con 81 votos, el candidato Barriga obtuvo 74, Florentino Gonzalez 72 y Borrero 52. Datos tomados de PUENTES, Milton. Historia del partido liberal colombiano. Mundo al Día, 1942, Bogotá p. 145
[22] OSPINA RODRIGUEZ, Mariano. Mensaje al Congreso, 1859. Citado en ROMERO AGUIRRE, Alfonso. Ayer, hoy y mañana del liberalismo colombiano. ABC, 4ª ed., Bogotá, 1972. Pág. 87 

BIBLIOGRAFIA

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TORRES VELASCO, Javier. Los partidos políticos en Colombia. ANIIF, Bogotá, 1979 



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