jueves, 2 de julio de 2020

¿Otro fracaso escolar?


La escuela pública está a punto de provocar una tragedia o de demostrar que nada había que temer con el retorno de niñas, niños y adolescentes a las aulas en condiciones de alternancia o progresiva presencialidad. Sea cual sea el resultado de semejante experimento social, resulta sorprendente indagar sin resultados que permitan acceder a información documentada, científica o al menos exploratoria respecto de las relaciones entre epidemiología, virología y población escolarizada.

Una indagación booleana convencional (usando comillas, el operador AND, límite de tiempo), utilizando uno de los buscadores más socorridos en el mundo arroja pobres resultados en lengua castellana y resultan muy pocos si la búsqueda se hace en inglés. Pareciera que, de modo directo e incidente, la escuela y sus sujetos no existieran para el mundo virológico; hasta ahora.

En la decisión de cerrar las escuelas ha primado la opinión sensata de especialistas y autoridades sanitarias, inquietos por el impacto social y emocional que representaría en el conjunto poblacional la proliferación pandémica y la muerte masiva de niñas y niños. Sin embargo, en términos de registros epidemiológicos y estadísticas documentadas, pareciera que la misma responde más a la elucubración que a la demostración. De hecho, con la población de niños, niñas y adolescentes apenas si se cuentan abordajes médicos con mediano rigor, los cuales no han sido publicados en revistas especializadas ni aparecen siquiera en sus portales informativos.

Por ello cobra importancia un estudio preliminar adelantado por investigadores de la Universidad de Granada expertos en organización empresarial y planeación que evaluó las relaciones entre las previsiones gubernamentales para el regreso a clases con los requerimientos técnicos y sanitarios que implica tal medida. Su recomendación: “más rigor en la planificación de la vuelta a los colegios” pues la llegada a las aulas la “burbuja de tranquilidad” se abre a más de 800 personas y supera los 15.000 acercamientos considerando las posibles interacciones entre cada niño, su familia, sus docentes y sus contactos en un grupo entre 20 a 25 escolares.

Si, para el caso colombiano, tenemos en cuenta que la gran mayoría de estudiantes caminan todos los días en pequeños grupos mutables y se desplazan en transporte público hasta las instituciones educativas, quedan serias dudas sobre cualquier medida de distanciamiento previsible, elevando el riesgo automático de cualquier proporción de escolares y maestros en las aulas.

Ante las advertencias previsibles, causa inquietud que las autoridades locales en las principales ciudades del país den por descontado que los equipos directivos de las escuelas públicas se encuentren en condiciones para intentar siquiera hacer frente a los requerimientos descomunales que una situación de pandemia, sin estudios conocidos ni precedentes en la historia reciente de sociedades mayoritariamente urbanas, todavía afectadas por situaciones de hacinamiento, insalubridad, descuido sanitario y precariedad en el disfrute de servicios públicos.

Si bien las escuelas pueden hacer mucho para informar e incluso tecnificar las didácticas que promuevan el autocuidado y la identificación de situaciones de contagio, resulta bastante dudoso que sus estrategias discursivas e incluso las más tradicionales, desusadas y poco recomendables prácticas de disciplinamiento obligatorio, disuadan a los estudiantes de contactos entre sí en plena clase o en momentos de baja vigilancia como el recreo, los cambios de clase, el ingreso a la institución o la salida hacia sus ligares de residencia.

No es seguro tampoco que con los pocos recursos asignados puedan proveerse o contar con disponibilidad de los implementos técnicos de bioseguridad necesarios para garantizar el bienestar de su población. En igual sentido, hasta ahora nada permite suponer ni se evidencia que vayan a contar con personal de apoyo en la prestación de servicios médicos asistenciales que aminoren los riesgos de posibles contagios masivos. 

Si, como lo estima el PNUD, este año se presentará un marcado retroceso en los indicadores de escolarización y mejoramiento del desarrollo humano a consecuencia de que la mayoría de la población mundial escolarizada (unos 740 millones) no esté asistiendo a las aulas (sumándose a los 260 millones aun no escolarizados) y desarrolle procesos advenedizos cuando no improvisados de aprendizaje en casa; la alternativa tampoco parece estar en presionar a toda costa el retorno a las aulas bajo cualquier modalidad deseable por los operadores de políticas públicas; toda vez no se cuenta con información seria y sustentable que permita dimensionar el impacto generacional, social, político, jurídico y económico de semejante medida.



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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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