lunes, 23 de julio de 2018

Marca registrada


"Quitate de mi escalera, 
no me hagas oscuridad"
(Currulao)

Si un tigre no declara su tigritud, ¿por qué los descendientes de africanos y africanas en Colombia deberíamos negociar nuestra pertenencia cada vez que surge una polémica? La pertenencia afrodescendiente no pasa por ninguna de las formas decisionales propias de la construcción intelectual que alimenta occidente. Por ello, para que exista, no basta con que se la piense, se la quiera o se la enseñe; pues es en las prácticas propias de una comunidad de adscripción en la que opera a partir de principios de invención étnica. 


A diferencia de la nacionalidad, cuyas formas identitarias implican la aceptación racional de una narración o relato cuya comprensión se construye a partir de la memoria de hechos, hitos, episodios y circunstancias creativas con las que resulta posible imaginarse una comunidad (Anderson, 1993), intentar comprenderla e, incluso, explicarla. Las claves de dicho proceso, se remiten a un momento fundacional a partir del cual los usos, reglas, instituciones, procedimientos normados operan como vínculo cohesionante de un colectivo humano que se particulariza sobre el acuerdo y aceptación de tales basamentos de su pertenencia. El abordaje de tal relato identitario nacionalista alcanza tal furor que, aun vinculados al mismo territorio como nacionales, grupos y colectivos humanos con sus propias culturas, tradiciones, prácticas identitarias y narrativas se quedan por fuera de la construcción imaginativa de la sociedad en la que se decide su asimilación, incorporación marginal, invisibilización o desconocimiento. 

De ahí que la identidad étnica no funcione bajo el mismo principio narrativo racional con el que se calcula el vínculo limitado y soberano nacionalista. La nación tiene límites marcados fundamentalmente por la jurisdicción que ejercen las fuerzas e instituciones de un determinado estado controlado por elites que extienden su influencia y poderío sobre un territorio demarcado, dentro del cual son enmarcados o contenidos los individuos y conjuntos a los que se extiende pertenencia y reconocimiento igualitario como ciudadanos regidos por textos escritos (códigos legales, tratados, pactos, libros de historia) en los que se contienen las normas, ritualidades y usos apropiados para dicha sociedad (Hobsbawn, 2002). 

De acuerdo con lo contenido en tales textos escritos, la imaginación de una comunidad política no precisa categorías de adscripción diferentes al nacimiento, la adopción o la asimilación por parte de las autoridades responsables de la identificación, aseguramiento y censo de sus nacionales. De ahí que resulte fácil autodefinirse y ser reconocido como colombiano, por ejemplo; pues basta la referencia constitucional o legal para demostrar el origen de tal pertenencia. 

La identidad étnica; pese a que necesariamente requiere asumir valores y recuerdos compartidos que remiten a las fuentes de la ancestralidad, no precisa ni está determinada por la recurrencia singular o plural a un evento fundacional cuya efeméride incluso se consagra y celebra en un circuito temporal. Muy por lo contrario, producto de la invención étnica, requiere que los fundamentos de la adscripción se remitan a tiempos, experiencias y circunstancias cuyo origen resulta tan remoto y distante que su memoria se funde y densifica en el conjunto de tradiciones y prácticas con las que se recuerda, actualiza y hereda la pertenencia a un determinado grupo cultural identitario. 

Bajo categorías de adscripción cuyos atributos y componentes son elegidos y decididos por el grupo que se refiere e identifica a sí mismo y a quienes pertenecen al mismo, a partir de elementos decisorios de su ancestralidad y descendencia (Chandra, 2006). Así, aunque la construcción simbólica de la etnia no está desligada de la participación en un mundo político referente; entra en negociaciones de sentido tanto como en ajustes de expectativas a partir de la existencia objetiva de tales categorías de adscripción. De ahí que la pertenencia étnica reclame y demande en el contexto de la nacionalidad su significación, sitúe la identidad y la ancestralidad como base de la plataforma de los sujetos y organizaciones movilizadas por su incorporación al legado patrimonial y sustente las acciones en torno a su reconocimiento, visibilización e inclusión en los relatos y figuraciones nacionales. 

Sin embargo, las coordenadas conceptuales para entender el concepto de etnia se sitúan en paralelo con las del concepto nación; mucho más cuando, bajo la excusa de integración y mimetismo nacional, se acude al mestizaje para desconocer, apropiarse o incluso descontextualizar herencias y particularidades étnicas no determinadas por la identificación con una lengua, un territorio exclusivo o idénticas liturgias; como ocurre con afrodescendientes situados en diversas poblaciones y ciudades del país, más allá del territorio ancestral isleño, costero o ribereño; o por quienes, abusando de la indefinición o gelatinosa concepción jurídica de la pertenencia afrodescendiente, se la apropian de manera irreverente. 

Por ello es que no se puede pertenecer a lo que no puede demostrarse que se pertenezca. Pese a que tal “demostración” opera en límites gelatinosos e incluso en la gaseosa debilidad del reconocimiento colectivo que permite a determinados individuos migrar voluntariamente y transitar selectivamente entre un grupo étnico y otro. Gracias a semejante vaporosidad, algunos individuos aspiran y pueden beneficiarse de ser transétnicos, de la misma manera que se circula en el formato trasnacional, aplicando para ello códigos de pigmentación mestiza que, en un país en el que no se estableció una línea de color, facilitan que ciertas tonalidades claras transiten a voluntad entre una u otra adscripción. Ello, no obstante, no implica ni evidencia condiciones objetivas de pertenencia étnica y, menos aún, su reconocimiento por el grupo que se identifica y define a sí mismo como afrodescendiente en Colombia. 

Por ello insistimos en que las nociones de etnicidad y etnización den cuenta de un proceso complejo de alumbramiento de la pertenencia que desborda los estrechos límites protocolares de la construcción nacional, para advertir la significación que para un colectivo determinado adquieren las marcas identitarias a las que adscriben sus miembros. Estas marcas se escriben en el cuerpo, en la memoria y en la experiencia histórica de quienes han sido vistos y se ven a sí mismos como pertenecientes a un colectivo humano cultural e identitario que no se asimila ni se reduce a la generalización de la nacionalidad ni a la vanalidad del capricho subjetivo. 

Trabajos citados 

Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Fondo de Cultura Económica. 

Chandra, K. (2006). What is Ethnic Identity and Does It Matter? Annual Review of Political Science, 9, 397 - 424. 

Hobsbawn, E. (2002). La invención de la tradición. Crítica. 




6 comentarios:

  1. Definitivamente comparto tu visión de las cosas y los hechos nos indican que debemos avanzar en unidad de conceptos, criterio y acciones

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  2. Lo transetnico vuestro se evidencia en la Adopcion de tu lexico de terminos occidentalizados. Adoptar Lexico por Nacionalidad marcada en una frontera impuesta Nos indica que ese cuerpo no se despercude en un solo baño

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    1. El uso del castellano, en mi caso, es la evidencia de un proceso histórico de despojo,desenraizamiento e invención en un contexto geográfico, cultural e identitario abigarrado como lo es América para quienes descendemos de africanos y africanas. Como dijo Achebe en su momento "me han dado una lengua y pienso usarla".

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  3. Gracias estimado hermano por compartir esta nota. Siempre de gran precisión y complejidad. Voilà, las afroepistemologías como caminan en nuestra cotidianidad desprendiéndose de y retando los metarrelatos preformados y con grandes ínfulas de totalidad. Seguimos caminando bajo esas líneas de autonarrarnos. El riesgo cuando somos narrados: terminamos constreñidos y aprisionados en categorías sin significación y que poco evidencian la dimensión de nuestros contenido político. Desde la elaboración de lo que llamamos, potencia, propendemos por mostrar la autonarración como una de las posibilidades de potenciarnos o de ejercer nuestra subjetividad, siento que dirías tú poderazgo. La autonarración permite la revisita de sí y evita el destierro epistemológico y epistémico que enfrentamos en la cotidianidad. Un gran abrazo hermano.

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    1. Gracias por tu frecuente lectura y tus comentarios, apreciado Yeison

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Gracias por tu comentario.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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