sábado, 12 de mayo de 2012

Un ilustre idiota



Idiota (DRAE)
1. adj. Que padece de idiocia. 
2. adj. Engreído sin fundamento para ello. 
3. adj. coloq. Tonto, corto de entendimiento.
4. adj. desus. Que carece de toda instrucción.

Excepto por la primera de las acepciones recogidas en el diccionario, el diputado Rodrigo Mesa ha dado muestras inequívocas de ser un completo idiota: Engreído y sin fundamento para ello, el diputado Mesa se ha venido lanza en ristre contra el gobernador Fajardo, quien propone una alianza entre los departamentos de Chocó y Antioquia que llevaría a cada ente territorial a fortalecer sus inversiones en los municipios convecinos, lo cual ha sido interpretado por Mesa como un perfumado regalo de Antioquia al oloroso territorio chocoano, según su afirmación de que “"la plata que uno le meta al Chocó es como echarle perfume a un bollo” (ver).


Tonto y corto de entendimiento, el Diputado Mesa ha confundido las expresiones contenidas en la línea 7 del borrador del plan de desarrollo “Antioquia la más educada”, pues tal documento no contempla dádivas ni regalos por parte de una Antioquia filantrópica hacia un Chocó paupérrimo; sino el compromiso de producir acciones institucionales para que en cada departamento vinculado a tal alianza se consoliden planes de inversión que redunden en beneficio de los municipios histórica y necesariamente vinculados a ambas comarcas.

Además, carente de toda instrucción, el diputado Mesa ha protagonizado innecesariamente la  peor de las afrentas recientes contra la gente y el Departamento del Chocó; esta vez en boca de un sujeto cuestionado no sólo por falta de títulos que le avalen como profesional al servicio del pueblo antioqueño sino porque, al parecer, le habrían falsificado una hoja de vida que se los daría. Con su deslucida actuación en plena sesión de la honorable Asamblea, esta joya de la política regional ha terminado por comprometer a la Duma y al partido Liberal en una polémica que, no se puede retroceder en ello, seguramente le pondrá en aprietos para defenderse ante las autoridades judiciales y, amanecerá y veremos, implicará la aplicación rigurosa de la ley contra el racismo y la discriminación en Colombia.

Engreído, tondo e iletrado, el Diputado Mesa seguirá siendo el dueño de la política envigadeña; pues muy seguramente sus 25000 votos endosables lo respalden, tal vez con mayor firmeza que los títulos de bachiller, periodista y especialista que al parecer no puede exhibir por no habérselos ganado, pese a que figuren en su carta de presentación política.

Lo sorprendente de este asunto, en el seguimiento de medios que he realizado, es que para muchos comentaristas Mesa tiene la razón; como si fuese un lugar común reconocer al Chocó como la región más corrupta del país. De hecho, aunque en algún momento he mencionado que el modelo de clientelas constituye un reto para el movimiento afrodescendiente en Colombia (ver) y que, más aun, la parapolítica y las familias de corrupción constituyen una herida ética contra principios y valores afrodescendientes (ver); no puede aceptarse que el Chocó constituye un foso hediondo en el que toda plata se pierde.

Contrariando tal práctica perversa y procaz, de la cual han participado connotados personajes antioqueños residenciados, negociantes o con protuberantes intereses en ese departamento; el sonado respaldo a las nacientes administraciones de Luís Gilberto Murillo y Zulia Mena evidencian el optimismo creciente por lo que estos mandatarios puedan hacer para restituir la dignidad de la política y para afianzar sólidamente las inversiones que por siglos han sido aplazadas en ese querido territorio.

¿Acaso pueden las y los antioqueños quedarse quietos pensando que este es un territorio de cero corrupción? ¿El enfrentamiento técnico, ético y, muy pronto, penal; entre las administraciones del Gobernador Fajardo y el exgobernador Ramos no constituye evidencia de que el detrimento patrimonial, la malversación y las prácticas malolientes en la administración de lo público rondan por estos lares? Tal vez para muchos sea suficiente pensar, como se dice en la calle, que está bien si roban pero que hagan algo. Seguramente el señor Mesa, populachero y ramplón quería decir algo como eso en su lenguaje de finquero sin formación; pero no fue lo que dijo.

Lo que dijo, y permanecerá en los medios con toda su carga ignominiosa, es que invertir en el Chocó es un desperdicio; peor aún; es una necedad. Con lo dicho, cierto es que la corrupción en el Chocó es insostenible e indignante; tanto como debe serlo en cualquier otro departamento del país. Por ello, así quisiera unirme a Guillermo González en su “defensa de la gente despreciable (ver) y hacer mías sus palabras para elevar la ” enhorabuena entonces por Mesa y demás exponentes de la grosería, la estupidez, la ceguera, la discriminación, el abuso y la corrupción, porque si no es por ellos nadie sabría que en este país esas cosas existen”; queda difícil hacerlo porque de este remedio nos dan mucho y muy frecuentemente; tanto como acetaminofén para cualquier mal atendido por una eps.  De hecho, como menciona la investigadora Silvia Otero, “si verdaderamente la precariedad chocoana fuese una preocupación nacional, existirían al menos vías que la comunicaran con otras regiones, y opciones económicas que sí fueran una alternativa para la población local”(ver).

Como colombiano que no nació en el Chocó y tampoco en Antioquia, pero al que le unen muchos lazos tendidos en ambos territorios, no puedo sumarme a la defensa de los idiotas porque son sus habituales mañas, ilustradas unas y ramplonas otras, las que sostienen el estado de cosas que hacen que el Chocó siga siendo, injustamente, el departamento para mostrar cuando se quieren cartografiar los peores vicios de la vida nacional. Ello no es para nada cierto en un país que ostenta un deplorable séptimo lugar en el palmares de la corrupción mundial. ¿Acaso apellidos como el de los Nule, Moreno, Tapias, Gómez y otros ladrones alrededor del gobierno Uribe no han sido tanto o más peligrosos para las finanzas públicas como los Montes de Oca en el Chocò? ¿Acaso el gobierno de Uribe no le dejó a la posteridad de la corruptela nacional los sonados casos de Agro Ingreso Seguro, del DAS, el Banco Agrario, el Incoder y las perlas de la dirección Nacional de Estupefacientes, entre muchos otros?

Lo del Chocó no es sólo un problema de corrupción ni las palabras de Mesa son un asunto de mal hablar. Las graves afrentas contra la dignidad humana institucionalizadas y toleradas por mucho tiempo en este departamento reflejan la permanente desatención del gobierno central a los asuntos de uno de los Departamentos más ricos en Colombia y, sin embargo, el más pobre de todos; cuyos indicadores de calidad de vida son, de lejos, los de menor avance frente al resto del país. Por ello cuando las elites, ilustradas o no, hablan del Chocó siempre hablan mal; como Sabas Pretelt extrañado de que un periodista francés quisiera ir a una tierra en donde “sólo hay negros y mosquitos”.

Tal vez el señor Mesa logre zafarse de esta mala hora alegando que su error fue pronunciar una frase desafortunada; e incluso se librará del posible efecto que tendría en sus electores su dudosa hoja de vida. Sin embargo, mientras sujetos como este logren escabullirse de toda responsabilidad saliendo a los medios a decir que no quisieron decir lo que dijeron, el Chocó no parece que pueda quitarse todavía el remoquete perverso de ser señalado como ‘tierra de negros y mosquitos’; un bollo perversamente inventado por la negación del otro, con la que se ha sostenido por siglos una estampa protuberantemente pobre, marginal y maloliente de la afrodescendencia.

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CuestionP Aportes para una teorìa polìtica de la afrodescendencia por Arleison Arcos Rivas se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 2.5 Colombia.

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