Me niego rotundamente
a negar mi voz,
mi sangre y mi piel...
Empieza este 2012 la ambientación para el decenio de la
afrodescendencia, marcado por un fuerte debate en torno a la diáspora africana
por el mundo; anticipando las discusiones en torno al avance en el cumplimiento
de los Objetivos del Milenio[1].
Esta confluencia abre una inmensa oportunidad para concitar acciones
organizativas, movilizatorias y formativas en perspectiva afrodiaspórica e
intercultural; así como para definir políticas públicas que eliminen las
barreras de indignidad con las que se sostiene a millones de afrodescendientes
al margen del disfrute de beneficios societales e incluso por fuera del marco
garantista de derechos civiles, políticos, sociales, económicos, culturales y ambientales;
especialmente quienes padecen las inclemencias del desplazamiento.
El contexto internacional
El contexto de estas discusiones, coincide con lo propuesto
por Naciones Unidas; organización para la que “los
Estados deben aplicar y hacer cumplir medidas adecuadas y eficaces de carácter
legislativo, judicial, reglamentario y administrativo en materia de prevención
y protección contra los actos de racismo, discriminación racial, xenofobia y
formas conexas de intolerancia, contribuyendo de ese modo a prevenir las
violaciones de los derechos humanos” (Naciones
Unidas 2011) .
Con ello, se expone la capacidad estatal para gobernar eficazmente, de modo que
puedan orientarse y definirse las políticas necesarias para atomizar en su
territorio y apoyar su censura y eliminación en el contexto internacional de
todas las formas de injusticia, minusvaloración, desproporción e indignidad con
las que, por diferentes procesos sociales, políticos y económicos, se encuentra
una alta representación de las y los afrodescendientes entre los grupos humanos
afectados por dramas y tragedias portadoras de inhumanidad.
Con ello, situar
en el contexto internacional el padecimiento de millones de afrodescendientes
en Colombia resulta imperioso; mucho más si se advierte que la iniciativa de
contención y eliminación del racismo, la xenofobia y la discriminación no es
nueva: A diez años de la Declaración de Durban, a ocho de finalizado el Tercer Decenio
de Lucha contra el Racismo y la Discriminación en 2003 y apenas al cierre del
Año Internacional de los Afrodescendientes en 2011, los indicadores socioeconómicos
disponibles (Stubbs y
Reyes (ed.) 2006)
reflejan el nivel de alerta manifiesta sobre las precarias condiciones en que la
mayor parte de los casi 200 millones de afrodescendientes en la región acceden
a educación, trabajo,
salud, vivienda y servicios públicos; afectados en nuestro país, de manera
superlativa, por procesos de inversión deficitaria, migración forzada y
movilidad condicionada por la presencia de actores armados en aquellos
territorios de presencia ancestral y en los nuevos en los que reconfiguran sus
identidades, aun bajo el peso de la estigmatización mediática y pública, el
señalamiento social y la perturbación constante de la cotidianidad producto de
manifiestos o encubiertos actos discriminatorios.
Si se acepta que
“el racismo es un fenómeno mundial que
requiere una respuesta mundial” (Boyle 2005,
2) ,
las posibilidades de contribuir a la censura, contención y extinción de este
flagelo no sólo reclama la actuación individual y la de pequeños colectivos,
organizaciones y comunidades sino que además, dado que las desborda, requiere formas
de actuación complejas y concertadas con las que, por diversos medios disponibles,
pueda eliminarse tal práctica aberrante entre seres que aspiran a regocijarse, dotados
de una herencia cultural e identitaria diferenciada, con la misma humanidad.
La
afrodescencendia se vive en diáspora.
Entre las diversas comprensiones de la noción de
diáspora, una de ellas la vincula con los procesos migratorios de corte global
o planetario, identificando a quienes remiten su ancestralidad y descendencia
enraizada en África, “independientemente de su nacionalidad y
ciudadanía” y más allá de las limitaciones espaciotemporales; pintando un paisaje de planetario y diverso en el que "África está en todas partes" y, pese a ser vista como un símbolo de exclusión (Beck, 2005), nos pertenece y le pertenecemos, constituyendo América la sexta región identificada en el proceso de gestación de la unidad
panafricana (Unión
Africana 2005) .
La definición de la diáspora, adoptada en Addis Abeba,
elimina una comprensión paria del desenraizamiento producido en el proceso
colonial esclavista: “The African
Diaspora consists of peoples of African origin living outside the continent,
irrespective of their citizenship and nationality and who are willing to
contribute to the development of the continent and the building of the African
Union”[2]. Así expresada, no sólo contribuye al reconocimiento de
la común ancestralidad entre quienes pudieron continuar su vida societal e identitaria
en África y quienes, arrancados de allí, padecieron la carga de la migración
forzada y la explotación esclavista para enraizarse nuevamente en los nuevos continentes
de su identidad sino que implica un llamado a asumir el destino de África como
un asunto que compete igualmente a quienes en el mundo nos asumamos como sus
legatarios.
Sin embargo, hay un sentido de la diáspora que tal definición
no incorpora y es la que reivindica la pertinencia del enraizamiento histórico
que, nacido en África, madura en los siglos de presencia, permanencia e
invención étnica en los nuevos territorios de ancestralidad, marcados por las
rutas identitarias reconfiguradas más allá de las fronteras africanas;
especialmente en América. Esta comprensión del enraizamiento diaspórico
favorece la concepción ética, filosófica, política, social y económica de las
condiciones con las que, bajo el peso miserable de la esclavización colonial y la
subvaloración republicana, apunta a la transformación de las condiciones de
indignidad en las que, en tales escenarios, se articularon formas expresivas,
linguisticas, técnicas, artísticas, botánicas, ambientales, culinarias,
económicas, organizativas y, en fin; culturales e identitarias, de rememorar,
celebrar y testar el legado de la africanía, más allá de las rutas de la ignominia esclavizante
edificada por la Europa colonialista.
Frente a esta realidad histórica, las y los
afrodescendientes, especialmente en Colombia, padecen el rigor de las nuevas
formas del desenraizamiento, al encontrarse situados por actores
institucionales, mercenarios corporativos y agentes económicos protagonistas de
las continuas y violentas acciones de desplazamiento padecidos a lo largo y
ancho del territorio en el que, siglos atrás, se articuló un entorno
identitario ambientalmente armonioso y rico en la vivencia de tal herencia, gestado
incluso al margen de la autoridad estatal.
Si se miran por separado o en conjunto las distintas
variantes del proceso histórico de la diáspora, la construcción enfermiza del
proceso esclavista y las manifestaciones multidimensionales del nuevo desenraizamiento;
el de las y los afrodescendientes es, indudablemente un drama humano sin tregua
que parece continuo. Así pareciera indicarlo el seguimiento que ACNUR realiza a
la situación: En sus cifras, de las 14.697.804 de personas que padecen desplazamiento
interno en el mundo, 3.672.054 son colombianos (ACNUR 2011) , 25% por cierto de
los cuales serían afrodescendientes, representando un escandaloso 12.3% del
total de afrocolombianos
(CODHES 2008) , 10% según el reporte
oficial más reciente (Acción Social
2012) ;
cuyas condiciones de vida comparadas con las de otros moradores en los
territorios de recepción presentan diferencias descomunales (Garay,
Barberi y Ramirez 2011) .
Acción
política afrodescendiente
En ese contexto, avanzan en el país diferentes
iniciativas por el respeto a la autodeterminación de las comunidades y sus
instancias organizativas en el territorio conquistado y defendido hoy por los
Consejos Comunitarios, el acatamiento a la exigencia de consulta previa en
procesos que afectan el desarrollo local, la atención urgente a la tragedia
humanitaria del desplazamiento, el fortalecimiento organizativo y la
participación política en entornos urbanos y, en general, la articulación de un
escenario garantista para el disfrute de derechos de la población
afrodescendiente y el reconocimiento de los aportes, presencia y significación
de la afrodescendencia en la construcción histórica de nuestra nacionalidad;
afectando el modelo escolar, institucional y social sostenido sobre la base de
la exclusión, la minimización, la invisibilización y el señalamiento histórico
e institucionalizado.
En el mismo sentido, en el contexto regional e
internacional se impone la concreción de mecanismos de representación política,
el establecimiento de comisiones permanentes e instrumentos de observación en
organismos internacionales, el afinamiento de estrategias de visibilización
estadística, la promoción de reformas legales e institucionales para la
salvaguarda de derechos y la construcción de una plataforma de actuación pública
y de expresión multilateral en torno al reconocimiento étnico identitario, el
mejoramiento de las condiciones económicas en África y en los países de alta constitución
afrodescendiente y, de manera especial, el fortalecimiento de los procesos de
memoria y el reposicionamiento epistémico, simbólico y civilizatorio de la
africanía.
El conjunto de estas tareas nos impele a educar,
investigar, actuar y proponer estrategias encaminadas a articular un único
movimiento planetario que, en lo internacional restituya la dignidad de África dispersa
por el mundo, contribuyendo en los escenarios locales a enfrentar las
condiciones sociales e institucionalizadas de persistente privación y afrenta contra
la afrodescendencia en la vida de sujetos portadores de dramas concretos,
visibles y manifiestos.
Trabajos citados
Acción Social, Presidencia de la República. SIPOD
- Sistema de Información para la Población Desplazada. 1 de Febrero de
2012.
ACNUR. Información
estadística sobre refugiados, solicitantes de asilo, desplazados internos,
apatridas y otras personas de interes del ACNUR. 2011.
http://www.acnur.org/t3/recursos/estadisticas/.
Beck Ulrich. «La revuelta de los superfluos». El país, 25 de noviembre de 2005. http://elpais.com/diario/2005/11/27/opinion/1133046007_850215.html
Boyle, Kevin. «Introducción.»En Las dimensiones del racismo , de
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
UNESCO, 2005.
Boyle, Kevin. «Introducción.»
CODHES. Consultoría
para los Derechos Humanos y el Desplazamiento. 25 de mayo de 2008.
http://www.codhes.org/index.php?option=com_content&task=view&id=157.
Garay, Luís Jorge,
Fernando Barberi, y Clara Ramirez. «The Humanitarian Tragedy Of Forced Displacement in
Colombia.» Comisión de seguimiento a
la política pública sobre desplazamiento forzado. 15 de Enero de 2011.
http://www.codhes.org/index.php?option=com_docman&task=doc_download&gid=190.
Naciones Unidas. Asamblea
General de Naciones Unidas sobre la eliminación del racismo, la discriminación
racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia. Resolución
A-66-460, ONU, 2011.
Stubbs, Josefina, y
Hiska Reyes (ed.). Más allá de los promedios. Afrodescendientes en América
Latina. Banco Mundial, 2006.
Unión Africana.
«African Diaspora.» Meeting of Experts on the Definition of the African
Diaspora. 11-12 de Abril de
2005. http://www.dirco.gov.za/diaspora/definition.html.
[1]
Naciones Unidas convocó en el 2000 la denominada “cumbre del Milenio” en la que
189 signatarios adoptaron la Declaración del Milenio, con el compromiso de
avanzar en ocho objetivos del desarrollo. El informe de avances del año
2011 se encuentra disponible en http://www.un.org/spanish/millenniumgoals/pdf/MDG_Report_2011_SP.
[2]
“La Diáspora Africana la constituyen personas de origen africano que viven
fuera del continente, con independencia de su ciudadanía o nacionalidad,
dispuestas a contribuir al desarrollo del continente y a la construcción de la Unión
Africana”. Traducción propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.